





Estamos en un gobierno sin función paterna, simbólicamente sin padre, sin alguien que ordene las reglas de una manera aceptable para todos sus miembros. De hecho, el canciller Gerardo Werthein dijo en off antes de renunciar: “Me harté de este jardín de infantes”. De alguna manera denunciaba que, además de la falta de madurez de muchos funcionarios, tampoco había lo que se llama “un adulto en la sala”. Esto probablemente se acentuará aún más con la renuncia del propio Guillermo Francos, un funcionario que propios y extraños identificaban con la sensatez y la cordura. Y al mismo tiempo, el viernes a la noche, Javier Milei rompió la alianza con Mauricio Macri, otra figura simbólica de la figura paterna para Milei.
Macri fue recibido con la escisión de 7 de los diputados que pasaron de su bloque a La Libertad Avanza (LLA). Un día después de testimoniar públicamente su disconformidad con el gobierno de Milei, recibió otra forma de destrato con el anuncio de que Diego Santilli será ministro del Interior, sin siquiera avisárselo en la fallida cena del viernes. Otro “hijo” del PRO que Milei le arranca a Macri, en otro gesto simbólico de parricidio. No queda nadie con poder de la generación anterior a Milei salvo una mujer: Patricia Bullrich.
A la vez, el Presidente tampoco oficia de padre de los argentinos: solo gobierna para quienes lo apoyan y desprecia a la mitad del país que lo cuestiona. Por otro lado, la oposición, y particularmente el peronismo, está también en una guerra fratricida sin una figura que se erija por sobre el resto y ordene el debate. No estamos hablando solo de política; también estamos hablando de psicoanálisis. Más bien, estamos utilizando conceptos de Jacques Lacan para abordar el presente de Milei y el país que está forjando a su imagen y semejanza.
En la teoría lacaniana del psicoanálisis, el padre no es el padre biológico ni el hombre que se hace cargo de la crianza de un niño. El padre es una función. Es decir, el padre es un lugar simbólico que puede ser ocupado por el padre real, por un tutor, por la misma madre o simplemente por algo que le indique al bebé que su mamá no está solo para él, que también tiene ojos para otro. Esa función, la del padre, es esencial para que se rompa la simbiosis madre-hijo y el nuevo sujeto empiece a necesitar del lenguaje para pedir lo que necesita. El corte que da la función del padre es posibilitador de la ley y, con ella, de la lengua.
El niño deberá entender que, para vivir en sociedad y satisfacer todas las necesidades que anteriormente satisfacía la madre en esa relación simbiótica que tenían, tendrá que seguir reglas y articular sus necesidades a través de la palabra. Por todo esto, la función paterna en la construcción de la psique de un individuo es esencial: es lo que determina la relación de una persona con lo simbólico. Cuando hay problemas con esta función, lo que sobreviene son distintos tipos de patologías. En el caso más extremo, en el que la función paterna está totalmente anulada, sobreviene la locura.
En este sentido, la falta de padre del Gobierno, la oposición y en resumidas cuentas, del país, hace que se viva una suerte de ausencia de reglas en las que se pierde el orden simbólico. Es decir, por momentos nada parece significar algo objetivo y se pierden todas las normas de convivencia.
José Luis Espert fue atacado por una conspiración kirchnerista, Jorge Taiana era un narco chavista, Axel Kicillof es el único responsable de que haya un porcentaje alto de la población que no quiere que vuelva Cristina Kirchner y prefiere pasarla mal con Milei. Estas cosas se dicen y se repiten sin ninguna exigencia de correspondencia directa con la realidad. Es el reino de la opinión. Por otro lado, Juan Schiaretti, que quiso erigirse justamente como el adulto en la sala, con un liderazgo sensato, moderado y desideologizado, no fue convalidado ni siquiera por la sociedad de Córdoba.
Javier Milei y Mauricio Macri.
Por abajo, la sociedad vive en un crecimiento de la confrontación directa sin justamente la mediación de la palabra. Referentes sociales, en diálogo con la producción, hablaron sobre la escalada de violencia en los barrios, con peleas físicas entre vecinos. Un desacuerdo entre alguien que vende algo y alguien que compra, una mirada fuera de lugar o simplemente que alguien le caiga mal a otro vecino puede terminar a los tiros directamente.
A la vez, como ya contaron nuestros periodistas en algunos informes, la retirada del Estado de muchas barriadas genera el avance del narcotráfico. Es decir, el retiro de la ley de la mayor entidad dadora de normas genera justamente el crecimiento del delito y del “todos contra todos”.
Volviendo al Presidente, también podemos aventurar que su función parricida y su violencia verbal son una respuesta a su propia biografía. Milei contó en reiteradas ocasiones que tuvo un padre hiper severo. Es conocido que cuando se inició la guerra de Malvinas, Milei siendo un niño dijo frente al televisor que daba las noticias del inicio de la contienda bélica que le parecía una locura y su padre le dio una paliza solo por opinar. Hoy, el presidente no para de gritar y de decir lo que quiere sin respetar ninguna restricción. Rara vez las personas podemos sobreponernos a nuestra propia historia, para ello hace falta, justamente mucho análisis.
Milei funciona como el significante opuesto al Nombre del Padre, que era para Lacan el significante primordial con el que se iniciaba la función simbólica que daba orden a la vida de las personas. Milei es un significante del caos, que genera desorden y destruye los consensos que cohesionaban a la sociedad. Sin embargo, para Lacan, este proceso de huerfanización social y simbólica, por decirlo de algún modo, sucede desde principios de los setenta.
Cuando Lacan hablaba del “padre común”, se refería a la función social de una figura que representa la ley para todos, una especie de metáfora colectiva del Padre. En las sociedades tradicionales, esa función estaba encarnada por el monarca o el Papa, es decir, por una autoridad que se erigía como mediador entre los individuos y un orden superior. En ese sentido, el Papa -como cabeza espiritual- podía ser visto como el “padre común” porque condensaba el ideal del Uno que da coherencia al conjunto: no gobierna sobre cuerpos, sino sobre significaciones. No es un padre biológico, sino el significante del Padre para todos, aquel que sostiene el lazo social a través del reconocimiento de una ley compartida.
Lacan, sin embargo, también subrayó la crisis contemporánea de esa función. En su seminario "El reverso del psicoanálisis" (1969-1970), habló de “la declinación del Nombre-del-Padre” y del surgimiento de “padres sustitutos”, como la ciencia, el mercado o el líder político, que ocupan ese vacío. En el mundo moderno, ya no hay un “padre común” que ordene el deseo social, sino una multiplicación de autoridades parciales. Por eso Lacan decía que el discurso contemporáneo está marcado por la pérdida de ese padre simbólico, lo que genera desorientación, fragmentación y, a menudo, violencia.
Probablemente, esta fragmentación de la función paterna social se vio acentuada por el surgimiento de internet, en el que proliferan los discursos, se fragmentan las audiencias y se trivializan los liderazgos. Ya no hay un padre dotador de significados para todos, hay múltiples padres de pequeños grupos que le dan sentido a las vidas de sus seguidores y cuyas narrativas tienen poca llegada al resto del mundo.
Internet, a su vez, generó un efecto despaternalizador en la sociedad de manera directa. Las generaciones de nativos digitales pueden navegar mejor en este mundo atravesado directamente por la revolución digital mucho mejor que sus padres. De esta manera, muchas veces, terminan explicándoles cómo funciona parte del mundo a sus propios padres, una anomalía muy propia de esta época.
Pero volviendo a nuestro país, decíamos que la oposición tampoco tiene un padre claro. Cristina, que había dado coherencia y sentido al peronismo, fue destronada y actualmente se comparta como una líder de una de las distintas fracciones del peronismo, sin preocuparse por contener a las diferentes tribus. Su último documento no hace justicia con su talla intelectual. Básicamente se centra en responsabilizar al gobernador bonaerense de la derrota del peronismo por la táctica del desdoblamiento electoral en la Provincia de Buenos Aires. Como si el problema no fuese que el antiperonismo actual, mejor conocido como antikirchnerismo, está más centrado en su figura que la del propio Kicillof. Como si el problema no fuese que hay una primera minoría que prefiere cualquier situación, por más desagradable, para que no vuelva el kirchnerismo.
El propio Taiana, candidato peronista de la lista bonaerense dijo en este programa que si no se desdoblaba la elección, Fuerza Patria corría el riesgo de perder los concejos deliberantes y la legislatura provincial, además de los diputados nacionales.
Por otro lado, Cristina Kirchner había dicho que el desdoblamiento generaría la derrota de Kicillof en las elecciones provinciales porque la oposición lo derrotaría con la agenda de la inseguridad, algo que no ocurrió. Ahora recurre a la idea de que se generó unas PASO en el siete de septiembre y despertó al antiperonismo, como un argumento ad hoc con su rival.
También debe estar operando en la oposición, una falta de referencia por la muerte del Papa Francisco. Que sin proponérselo, significaba un padre, un referente discursivo, simbólico y espiritual para todo el campo opositor a Milei. Un referente del humanismo cristiano en un mundo cada vez más cruel y pro mercado.
En el resto de la oposición, Schiaretti se erigía como un padre del centro político, con el peso territorial de los gobernadores que mantenían un perfil de gestión sin tanta injerencia ideológica. Pero su debut fue coartado por la derrota en su propio terruño. En Córdoba cayó frente a un candidato libertario totalmente desconocido. Es como si la propia sociedad argentina, se esté encargando de derribar a todos los padres y le haya encomendado la tarea a Milei y su motosierra, que naturalmente, como toda figura de destrucción, no puede ocupar la función paterna. Milei genera caos, no orden.
En su momento, Macri funcionaba como padre de todo lo que se oponía al kirchnerismo. Ahora, Milei se encargó también del parricidio de la derecha argentina. Mientras sigue invitando al expresidente a comer milanesas en la Quinta de Olivos, se encarga de minar sus fuerzas por abajo. Al mismo tiempo de que estaban reunidos, Bullrich le ordenó a parte del bloque de diputados del PRO que se pasen al de la LLA. Y como si se tratara de clavar el último clavo al cajón del PRO, como un trofeo, absorbe a Santilli, directamente como libertario al colocarlo como nuevo ministro del Interior tras la renuncia de Lisandro Catalán, de quien Guillermo Francos era simbólicamente su padre. Santilli es otro galardón que Milei levanta contra Macri, en el que le demuestra que probablemente todos sus dirigentes se pintarán de violeta.
Difícilmente una sociedad sin padre o algunos padres pueda encontrar un rumbo. Sin un adulto en la sala, que ponga los intereses del país por sobre el propio, difícilmente se encuentre la forma correcta de llevar adelante las reformas necesarias para el desarrollo económico del país o pensar otras. Una sociedad parricida, fragmentada y sin un sentido común ordenador.
Milei, todavía funciona como un cruzado de la batalla cultural que busca destruir la cosmovisión del pueblo argentino, pero sus características no son las de Raúl Alfonsín, por ejemplo, las de un padre que da un sentido general ordenador de la época.
Una sociedad sin padre es sin ley y anarquía también es sin ley, porque "arquía" significa en griego además de gobierno, principio, orden y ley.
Quizás desde el punto simbólico ese nombre del padre en la mente de Milei pudiera ocuparlo Estados Unidos y Donald Trump, un padre un poco distante además de particular.
Fuente: Perfil























