Cuando el navegador te observa a ti (segunda parte)

Actualidad04/11/2025
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Hace unas semanas escribí sobre la llegada de los navegadores con inteligencia artificial, un territorio nuevo donde el software ya no se limita a mostrarnos páginas web, sino que empieza a observarnos, analizar lo que leemos y actuar por su cuenta. Desde entonces, el ecosistema está evolucionando mucho, y no precisamente en la dirección de tranquilizar a nadie.

Fast Company acaba de publicar un análisis demoledor sobre esta nueva categoría de productos como ChatGPT Atlas, Perplexity Comet y los nuevos navegadores con inteligencia artificial. Estos programas prometen automatizar tareas cotidianas, desde llenar un carrito de compra hasta cancelar una suscripción, y hacerlo todo con un supuesto aire de magia algorítmica. Pero detrás de esa comodidad se esconde un riesgo profundo: el navegador ya no es una herramienta que usas, sino un agente que te usa a ti.

Según la propia Fast Company, los navegadores con inteligencia artificial introducen un nuevo tipo de vulnerabilidad: las prompt injections, comandos ocultos en páginas aparentemente inocentes que pueden manipular al agente para filtrar contraseñas, mover dinero o extraer información personal. Investigadores de Brave y de Malwarebytes lo han confirmado en sendos estudios: una simple orden invisible puede hacer que un navegador como Atlas ejecute acciones sin que el usuario lo perciba.

OpenAI, consciente del problema, ha publicado una guía de privacidad que intenta explicar cómo Atlas analiza todas las páginas que visitas para «recordar tu contexto» y ofrecerte resultados más personalizados. En otras palabras, el navegador observa, registra y aprende de ti de forma permanente. La frontera entre asistente y vigilante se vuelve cada vez más borrosa.

Esto nos lleva a una pregunta central: ¿para quién trabajan realmente estos navegadores? La promesa de «ahorrarte tiempo» se mezcla con un modelo de negocio basado en extraer tu comportamiento, tus búsquedas y tus hábitos para alimentar modelos y publicidad. Search Engine Land filtró recientemente que OpenAI ya está probando una versión de ChatGPT con anuncios, lo que confirma que esa «memoria» sobre ti no es solamente una forma de porporcionarte ayuda, sino que tiene, ante todo, un evidente valor comercial.

En paralelo, Anthropic ha anunciado Claude for Chrome, y Vivaldi, en sentido contrario, ha publicado un manifiesto titulado «Vivaldi takes a stand: keep browsing human«, en el que defiende explícitamente un navegador sin inteligencia artificial integrada ni rastreo contextual. La dicotomía no podría ser más clara: unos avanzan hacia el navegador que predice y actúa, otros reivindican el que protege y acompaña.

El debate sobre los navegadores con inteligencia artificial refleja algo más grande: la enésima batalla entre control y conveniencia. Cada vez que una tecnología promete hacer algo «por nosotros», deberíamos preguntarnos qué obtiene a cambio. La historia de Internet está llena de ejemplos en los que la facilidad de uso se convirtió en una trampa de dependencia. Y como ya escribió Cory Doctorow en su lúcida descripción del proceso de enshittification, todas las plataformas tienden al mismo ciclo: primero optimizan para el usuario, luego para los socios, y finalmente para sí mismas.

La tentación del «navegador inteligente» es comprensible: ahorrar clics, automatizar tareas, todo lo relacionado con eliminar fricción. Pero la cuestión esencial es a qué renunciamos a cambio: cuando el navegador aprende todo sobre ti, el equilibrio entre privacidad y productividad se rompe. El sueño de la personalización absoluta termina, como casi siempre, en la captura total.

Posiblemente, como sugiere el manifiesto de Vivaldi, haya que recuperar una idea antigua: la de explorar, frente a la de ser guiado. Tal vez la verdadera inteligencia no consista en un navegador que te ahorra decisiones, sino en uno que te permite tomarlas con más claridad. Por el momento, el estado actual de los navegadores con inteligencia artificial no invita en absoluto a planteárselos como una opción.

Porque si el navegador del futuro deja de ser una ventana abierta al mundo para convertirse en un espejo que te devuelve lo que cree que quieres ver, entonces el problema ya no será técnico, sino filosófico. Y cuando llegue ese punto, si no ha llegado ya, tendremos que preguntarnos quién navega realmente por internet: tú, o la inteligencia que dice que te ayuda.

Nota:https://www.enriquedans.com/

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