¿Una nueva hegemonía de derecha?

Actualidad03/11/2025
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La victoria sin atenuantes de La Libertad Avanza (LLA) cayó como un balde de agua fría sobre un progresismo que imaginaba la posibilidad de ponerle un límite electoral al gobierno, sobre todo luego de la elección bonaerense del 7 de septiembre en la que los libertarios perdieron por goleada frente al peronismo. Para ello, la oposición contaba con el (supuesto) descontento social frente a la motosierra y la “política de la crueldad”, la crisis del capital moral del gobierno y sus impericias políticas para evitar la fuga de aliados. Como escribió Maristella Svampa, “la victoria de [Axel] Kicillof había instalado la idea de que la gente ya había probado lo desconocido y prefería volver a lo viejo conocido, el peronismo, que por lo menos reconoce derechos” (1). Pero finalmente se trató de un espejismo: la victoria de Diego Santilli, con la temeraria consigna “para votar al Colorado marcá al Pelado” –que banalizaba el supuesto financiamiento de José Luis Espert con dinero del narcotráfico– fue probablemente la expresión más extrema del blindaje político del mileísmo y su capacidad para recomponer sus fuerzas. Porque al final, dice Milei, la victoria no depende de la cantidad de soldados sino de las Fuerzas del Cielo.

Un tiro en la Quinta Avenida

En 2016, Donald Trump dijo que él podía disparar en la Quinta Avenida pero que sus seguidores eran tan leales que no perdería ningún voto. Esa sentencia puede describir hoy a Milei: ni el caso Libra, ni los audios que implicaban a su hermana Karina Milei en retornos de laboratorios farmacéuticos, ni el “narcogate” protagonizado por Espert, ni el ajuste a jubilados, discapacitados o médicos del Garrahan, ni tampoco las inconsistencias de su programa económico, que lo obligaron a buscar con urgencia el socorro financiero de Trump, afectaron electoralmente al oficialismo.

Milei ganó en gran medida por las mismas razones que en 2023: una “rebelión del público” contra las élites políticas (2). El libertario expresó, desde su salto a la política, el retorno de lo reprimido de 2001: un “Que se vayan todos” de derecha que podía recuperar los ritmos de La Renga o Bersuit Vergarabat y jugar incluso con la imagen del “estallido”. Las tonalidades bufonescas que asume Milei llevan a menudo al progresismo a subestimar su liderazgo, sin reparar en que vivimos una época en la que lo grotesco –junto con una buena dosis de “malismo”– vende bien. El ilustrador español Mauro Entrialgo usa ese término, “malismo”, para hablar del “antiintuitivo mecanismo propagandístico que consiste en la ostentación pública de acciones o deseos tradicionalmente reprobables con la finalidad de conseguir un beneficio social, electoral o comercial”; sobre todo electoral (3).

El historiador Robert Paxton sostuvo que para entender al fascismo, estudiar los temores y las angustias de la gente en la década de 1920 era tan importante como entender sus bases intelectuales (4); lo mismo vale para nuestra época. En Argentina, parte de esos temores son económicos, pero la extrema derecha crece en todo Occidente por razones muy diversas. En su crecimiento se mezclan demandas materiales por la disminución del bienestar social (menores ingresos, desindustrialización, “desiertos médicos” en regiones del interior) con xenofobia contra la transformación multicultural de los espacios urbanos y un rechazo cada vez más radical a las élites políticas. Votos de sectores acomodados se mezclan con los populares. Vivimos una época en la que el resentimiento –la idea de que quienes “trabajan” no reciben lo suficiente debido a que los “vagos”, nacionales o extranjeros, se apropian de gran parte de los recursos– es fácil de movilizar políticamente. Se siente más la injusticia de que el vecino reciba alguna ayuda estatal y yo no, que ante el hecho de que los megarricos no paguen impuestos.

Argentina –y en general América Latina– no es ajena a estos fenómenos que explican que las derechas radicales estén “sorpasando” a las liberal-conservadoras más tradicionales –“las derechitas cobardes” según Agustín Laje–. El PRO y Mauricio Macri viven este problema a diario. La idea de “hacer lo mismo pero más rápido” que proponía el ex presidente en su carrera hacia la reelección no la está ejecutando él, sino Milei, con el PRO cooptado por el oficialismo.

Milei está muy entusiasmado con el libro Parásitos mentales, del chileno Axel Kaiser. Socio de Agustín Laje en la Fundación Faro, Kaiser sostiene que Occidente está sufriendo una “pandemia de ideas patógenas”. No un virus biológico, sino creencias, patrones de pensamiento y actitudes que se instalan en la mente de la izquierda, impiden pensar racionalmente y terminan socavando la libertad y el progreso. Estas ideas se propagan a través de universidades, medios de comunicación, el arte y la cultura. Lo que el neorreaccionario estadounidense Curtis Yarvin llama “La Catedral”. Pero la idea de “parásitos” tiene una doble cara: están estos “parásitos mentales”, pero también están los parásitos de carne y hueso que socavan a “la gente de bien”. Por eso el insulto de “negros de mierda” se puede escuchar entre muchos adherentes al gobierno libertario –frente a un mileísmo original que gustaba de ir a las villas para repetir, en boca de Milei, que el libertarismo es la ideología de los oprimidos–.

Bastó una derrota electoral en el conurbano bonaerense para que las milicias digitales se enfurecieran con quienes parecen disfrutar de “cagar en baldes” y votan al peronismo empobrecedor. Las imágenes de la Argentina de los años 30, difundidas en clave racista en las redes sociales, también atraen a las huestes libertarias: en esas fotografías y videos reconstruidos con IA no se ven esos “aluviones zoológicos”. Sólo argentinos de bien.

Orden y transgresión

Si en 2023 el voto a Milei fue un salto a lo desconocido, el de 2025 ha ratificado un rumbo y renovado la confianza en el mandatario libertario. Es un cheque condicionado a que la ayuda de Trump sirva de trampolín para transformar el ajuste en crecimiento y ofrezca algún tipo de derrame. En este tiempo, Milei logró construir un discurso antisistema desde el interior mismo del sistema; pudo acusar a sus opositores de ser el “partido del Estado” y afirmar que él era un topo que venía a destruir el Estado desde adentro, mientras Karina Milei usufructuaba del aparato estatal para extender a LLA al conjunto del país. Tampoco tuvo inconvenientes en mantener su retórica anticasta mientras les abría las puertas a quienes entrando al gobierno dejaban de ser automáticamente “casta” –regeneracionismo libertario–. Al igual que otras derechas radicales de la actualidad, su discurso combina –en dosis variables– orden y transgresión, cuya traducción política podría ser protocolos antipiquetes e insultadera presidencial.

Jorge Fernández Díaz escribió que el esperpéntico show de Milei en el Movistar Arena “dio la vuelta al país y al mundo, puso la piel de gallina a los sensatos y volvió a colocar sobre el tapete sus indigencias y su inquietante psicología” (5). ¿Podría Milei recrear nuevamente la épica perdida? Lo ha logrado en gran medida, aunque la creciente abstención oculte un malestar sin representación partidaria.

El Presidente libertario repitió la estética de 2021 y 2023, cuando, megáfono en mano, arengaba a sus seguidores al estilo de la vieja izquierda. Su estilo estrella de rock total black, vestido con campera de cuero, pantalón cargo y zapatillas con sobresuela, le siguió dando réditos cuando parecía que esa faceta “rebelde” estaba agotada al ritmo de escándalos, errores políticos y abismos financieros. Apeló a una suerte de “leninismo de derecha” para dar vuelta políticamente una elección que parecía perdida. En esta tarea fue acompañado por las milicias digitales de las Fuerzas del Cielo, expertas, en palabras de Steve Bannon, ex asesor de Donald Trump, en “inundar la zona de mierda”, de tal modo de imponer discursos, borrar las líneas entre lo real y lo fake, y baitear (ponerle cebos) al progresismo.

Milei ganó en gran medida por las mismas razones que en 2023: una “rebelión del público” contra las elites políticas.
En este ecosistema digital se inserta La Derecha Diario, un portal de extrema derecha fundado por Fernando Cerimedo, un empresario argentino que trabajó como consultor de Jair Bolsonaro en Brasil. Más recientemente, el periodista español ultra Javier Negre compró parte del portal y se hizo con el control “periodístico”. Pese a que está plagado de sensacionalismo y noticias falsas, La Derecha Diario es la segunda cuenta de la red social X más compartida por el Presidente argentino, quien realiza varios reposteos diarios (6). Pero, al mismo tiempo, la alianza-cooptación de la LLA sobre el PRO de Macri puede permitirle a Milei generar una nueva hegemonía de derecha, de más largo aliento que un experimento verdaderamente libertario –con veleidades anarcocapitalistas– destinado al fracaso. Un “macrismo reloaded” con o sin Macri en el gobierno. Esto es lo que, de una u otra forma, reclama el gobierno estadounidense, que se involucró tanto en la política local que Trump felicitó a Milei, al secretario del Tesoro, Scott Bessent, y al secretario de Estado, Marco Rubio, por la victoria electoral del 26 de octubre.

Mientras tanto, la oposición peronista no atinó a construir un discurso alternativo ni a presentar figuras electoralmente atractivas. En su versión kirchnerista –incluida la kicillofista–, el peronismo no es ajeno a una crisis más amplia de la centroizquierda en la región –especialmente en sus representaciones “populistas”–. Las “nuevas canciones” reclamadas por el gobernador nunca llegaron; fueron más bien reemplazadas por meses de disputas internas incomprensibles hasta para la militancia y la elección de candidatos de compromiso que resultaron figuras sin brillo para enfrentar el desafío del bloque conservador, asociadas por el gobierno a “lo viejo” y “lo fracasado”. El eslogan que convocaba a frenar a Milei nunca fue llenado de contenido, repetía la fantasía de que los votantes libertarios se habían arrepentido y constituían un electorado disponible para la oposición, sin necesidad de un esfuerzo de renovación política –e incluso estética–.

El peronismo, en ocasiones, ayudó a los libertarios en su objetivo descalificatorio. Las declaraciones de Jorge Taiana afirmando que Venezuela es una “democracia con fallas” (7) pueden no haber tenido demasiado efecto electoral, pero encajaron perfectamente en los sincronizados esfuerzos de la granja de troles libertarios por colocar el kirchnerismo como una expresión del madurismo, que hoy gobierna Venezuela sin legitimidad electoral.

Vamos por todo

El eslogan “La libertad avanza o la Argentina retrocede” captó el temor a volver al pasado reciente (con el que se asocia al kirchnerismo, borrado ya su momento dorado de la década de 2010). El bloque conservador LLA-PRO logró la adhesión de la Argentina antiperonista del “centro productivo”, pero también el norte y el sur del país –como en 2023–. El mileísmo volvió a ser geográficamente transversal, lo que pone en apuros a los gobernadores.

El “Braden o Perón”, adaptado a Trump y Scott Bessent, no funcionó. Si parecía emerger un nuevo Braden –con Trump amenazando a los argentinos con dejar de “ser generoso” si osaban votar por la oposición–, el Perón estaba lejos de aparecer, e intentó ser reemplazado por “la Patria”. Las “relaciones carnales” ya fueron apoyadas o al menos aceptadas por los votantes en los 90 como parte de una asociación con el país triunfador de la Guerra Fría, y son toleradas ahora, con menos pretensiones ideológicas, para evitar el abismo. No obstante, Milei carece del estatus de estadista de Menem, “autoprotegido” siempre por una cuota de cinismo político. El libertario, por el contrario, carece de ese cinismo y se entregó completamente a Trump, política y psicológicamente. Su propio habitus durante los encuentros refleja no a un jefe de Estado sino a un inestable fan adolescente que puede emocionarse, casi hasta las lágrimas, cuando su ídolo le obsequia el marcador con el que le firmó una foto dedicada. Milei se alineó con Estados Unidos e Israel no por consideraciones geopolíticas, sino puramente ideológicas, en una versión simplona de la defensa de Occidente; un eco algo ridículo del discurso de las extremas derechas del Norte.

Milei logró instalar el relato de un Congreso obstruccionista y golpista –que las Fuerzas del Cielo llaman a dinamitar–, se deshizo de la hipocresía republicana del macrismo en favor de un decisionismo presidencial de tipo plebiscitario (populista) y, al parecer, logró seguir expresando el “sentido común”. El “vamos por todo” electoral de Karina Milei resultó efectivo frente a las objeciones de Santiago Caputo: el liderazgo personal de Milei invistió a los candidatos, en muchos casos simples desconocidos o meros arribistas, de un aura improbable. Eso en política se llama hegemonía. Puede ser larga o corta, pero Milei está construyendo la suya. Su consolidación dependerá en gran medida de sus promesas económicas. Allí está Mauricio Macri para recordárselo.

1.Posteo en redes sociales, 27-10-2025.
2.Martin Gurri, La rebelión del público, Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2023.
3. Mauro Entrialgo, Malismo, Capitán Swing, Madrid, 2024.
4. Robert O. Paxton, Anatomía del fascismo, Madrid, Capitán Swing, 2024.
5. Jorge Fernández Díaz, “Milei, ante el desafío de pasar del punk al pop”, La Nación, Buenos Aires, 12-10-2025.
6. Paz Rodríguez Niell y Martín Rodríguez Yebra, “La Derecha Diario. Así es el periodismo que no odia Milei: militancia libertaria, insultos y datos sin rigor”, La Nación, 22-7-2025.
7. Programa disponible en https://www.youtube.com/watch?v=ugidTPMQE_k&t=4s

Por Pablo Stefanoni * Jefe de redacción de la revista Nueva Sociedad. Autor de ¿La rebeldía se volvió de derecha?, Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 2021. / El Diplo

 Arte: Andrew Kskarafia

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