





Sobre la imperecedera presencia del peronismo, Alain Rouquié dijo, parafraseando a Perón, que uno de los secretos del movimiento ha sido su capacidad de saber “cabalgar la ola” de las tendencias políticas dominantes. Lo que el politólogo francés llamó “adaptación al paisaje”. El peronismo, su contenido, efectivamente ha ido variando sucesivamente en el tiempo: del autoritarismo y el dirigismo en los ‘40 -’50, en el surgimiento, al antiimperialismo en los ‘70, el liberalismo en los ‘90 y, en su experiencia kirchnerista, el populismo latinoamericanista de izquierda.
Recordé esta idea de Rouquié mientras escuchaba la entrevista que le hizo el lunes Jorge Fontevecchia a Rosendo Fraga, en la que analizó el significado de la aparición de Javier Milei y, a su vez, la perdurabilidad en la historia política argentina del peronismo, como se sabe, a la vez principal garante y factor de inestabilidad del sistema. “Para el peronismo la ideología es secundaria. Es una estructura política a la que, más que la ideología, le interesa el poder”, dijo Fraga. El partido (antes, el hombre) del orden, como tantas veces se escuchó.
En una muy recomendable entrevista con Clarín el último domingo, Axel Kicillof describió cuál es, para él, el “paisaje” económico, en los términos en los que lo planteaba Rouquié, que hoy nos rodea. Muy lejano del que nos traza el presidente Milei.
El gobernador bonaerense, que acaba de recibir un fuerte espaldarazo en las elecciones en la Provincia, dijo que el escenario económico global es el que hoy está construyendo Donald Trump: aranceles a las importaciones, proteccionismo, nacionalismo, defensa del empleo. Ya había advertido algo parecido Cristina Kirchner cuando Trump ganó en 2016. El contrario espejo de Milei.
Kicillof dijo que la Argentina está “a contramano de la historia” y mencionó al menos nueve veces a Trump para describir hacia dónde va el mundo en materia económica. Dio definiciones como las siguientes:
- “¿Qué hace Estados Unidos hoy en 2025? Proteccionismo. Donald Trump dice ‘yo quiero que los autos se produzcan en Estados Unidos, para cuidar la industria nacional y el trabajo nacional, para mejorar los salarios industriales’”.
- “El núcleo de las ideas económicas de Trump es reindustrializar Estados Unidos. Y si uno va a Europa la problemática es cómo tener trabajo”.
- “Coincido en el diagnóstico de Trump pero no estoy diciendo que la política tarifaria de Trump es adecuada. Yo si en 2014 decía vamos a poner tarifas o aranceles de importación a este o cuál producto para proteger la industria local, me decían ‘pero este tipo se quedó en el pasado’. Bueno, es lo que está pasando hoy”.
Milei nunca dio una explicación sobre sus profundas diferencias con la política económica que implementó Donald Trump. No parece tener ocasión, porque los escasos periodistas que lo entrevistan raramente se interesan por contradicciones del Presidente como, por ejemplo, la fuerte intervención en los mercados de futuro del dólar, el desmanejo con las tasas y las regulaciones a los bancos de un gobierno libertario. (Este jueves se anunció un cepo a los directores y gerentes de los bancos y el Banco Central debió vender casi US$380 millones para sostener la cotización del dólar dentro de las bandas de flotación).
Socios
Como llamó el experto José "Pepe" Paradiso la relación de Menem con los Estados Unidos, Milei reeditó una política de “subordinación autoimpuesta” y renunció pronto al propósito de un tratado de libre comercio con Washington, al que buscó comprometer sin éxito (sabía muy bien que no lo tendría) a los socios del Mercosur. Argentina está desde hace meses en negociación con Washington por un acuerdo de “aranceles recíprocos” que reduzca la tarifa de 10% de piso que Trump les impuso a comienzos de agosto a los productos que ingresen a EE.UU. Aunque el magnate acordó con aliados como la UE y Japón aranceles de 15% para la mayoría de sus productos -una reducción sustancial respecto de los que amenazó imponerles originalmente-, mantuvo el arancel de 50% para el ingreso a Estados Unidos de acero y el aluminio, dos productos que exporta la Argentina a ese país.
El trato incluye cláusulas de confidencialidad y se negocia en un marco de inusual hermetismo: por el temor de lo que podría implicar en la negociación la ira de Trump, fuentes argentinas que participan del diálogo con la Oficina del Representante Comercial de EE.UU (USTR) piden no revelar su identidad incluso cuando no tienen nada para decir.
Argentina no es prioridad allí. Pero hay dos razones que podrían interesar en Washington: una es la presencia de China en la región, cuestión excluyente; y a la luz de la corrida financiera, la inquietante incertidumbre en la que ingresó el programa económico de Milei, quien junto con el paraguayo Santiago Peña, son los aliados de Trump en el Cono Sur.
Este jueves la representación norteamericana en Buenos Aires anunció la confirmación en el Senado del médico de origen cubano Peter Lamelas como nuevo embajador en Argentina. Lo tendremos pronto por aquí.
Se sabe que los lazos con Washington son más que estrechos: en los últimos meses estuvieron la secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, Kristi Noem, la “cazadora de inmigrantes” (un grupo de diez argentinos deportados llegaron hace diez días al país) que habilitará el programa visa waiver para la Argentina; y el jefe del Comando Sur, general Alvin Holsey (estuvo dos veces en cinco meses).
Pero la más relevante para la Argentina fue sin duda la visita del Secretario del Tesoro Scott Bessent, quien se reunió con el Presidente en abril pasado, cuando Milei todavía era un león. Hoy, como entonces, ha vuelto a circular con insistencia el rumor sobre la promesa de una ayuda económica directa del Tesoro que le habría hecho Bessent a Milei si el programa de ajuste hace agua. ¿Es acaso lo que sugirió el ministro Luis Caputo cuando dijo anoche que trabaja en una garantía para los vencimientos de US$ 4.500 millones de enero?
Fuente: Perfil





