Descalabro político: el peligroso derrotero de Milei

Actualidad - Nacional18/09/2025
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Sin reacción, el gobierno sólo acumula derrotas que a su vez preparan el terreno para nuevas derrotas, en una peligrosísima espiral que Javier Milei no puede o no quiere detener, y que día tras día tensan la matriz política e institucional del país. La incertidumbre se alimenta con malas noticias que llegan día tras día y en todos los frentes, la mayor parte de ellas autoinflingidas o, en todo caso, que podrían haberse evitado si se actuaba a tiempo. El presidente, sin embargo, actúa como si tuviera una inmensa aprobación popular o como si no la necesitara en absoluto; el sistema, en cambio, toma nota de que si alguna vez existió esa popularidad ya fue dilapidada y fomenta un casting de posibles reemplazantes sin fecha de estreno, por ahora.

La abultada derrota en Diputados da cuenta del deterioro acelerado. Hace exactamente un año Milei vetó un aumento en el presupuesto universitario y pudo blindar ese veto con 87 héroes. Ayer se repitió la misma votación y esta vez el gobierno fue derrotado y sólo pudo contar con 67 voluntades. Perdió en muy poco tiempo una veintena de legisladores, entre propios y aliados, casi la cuarta parte de su caudal parlamentario en la cámara baja. En la votación por la emergencia pediátrica la cosecha fue aún más escueta, apenas 60 votos para respaldar la intervención presidencial. Hubo desertores entre los socios más habituales en la UCR y el PRO y también en las bancas que responden a gobernadores aliados.

Para explicar el resultado hay que dar cuenta de que desistieron de apoyar los diputados que responden a los gobernadores mendocinos Oscar Cornejo y de Chaco Leandro Zdero, que son dirigentes que comparten lista con La Libertad Avanza en las elecciones de octubre. Pamela Verasay, segunda en la lista de candidatos por Mendoza que encabeza el ministro Luis Petri, hoy votó en contra de los dos vetos presidenciales. Otros aliados habituales como los que responden al salteño Gustavo Sáenz y a Carlos Rovira, en Misiones, también desertaron. Incluso un diputado de la escudería de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, el santafesino Gabriel Chumpitaz, aportó al número que le puso un freno a Milei.

La soledad del oficialismo se volvió un peligro inminente para sí mismo y para el país. Lo que se hablaba en privado y se trazaba en mesas de arena llegó al recinto de la mano de Rodrigo De Loredo, que después de las primeras dos derrotas propuso frenar la sesión por temor a las consecuencias que podía acarrear ese derrotero. Habló de “una preocupación inmensa” por “lo que significaría para la Argentina, para la economía o para el gobierno” una sucesión de derrotas. “No compartimos la idea de esta maratón de proyectos refractarios al gobierno, al margen del contenido de los mismos, porque las consecuencias sociales, económicas e institucionales pueden ser de gravedad”, dijo. No más preguntas.

El gobierno acude a la carta de denunciar un golpe para evitar la explicación más sencilla: los únicos responsables de dilapidar una cantidad inmensa de capital político en tiempo récord fueron los que tomaron las decisiones y pusieron la cara por ellas. Ni los diputados dentro del recinto, ni las cientos de miles de personas que marcharon en Buenos Aires y más de sesenta ciudades del país, ni los jubilados, ni las universidades, ni el peronismo, ni los sindicatos, ni las organizaciones sociales ni nadie más que los hermanos Milei pueden explicar la velocidad en la que todos sus aliados se convirtieron en verdugos y el experimento anarcocapitalista se convirtió en un salto mortal sin red.

Si existe alguna conjura para buscarle reemplazo, si hay conversaciones que anticipan un final abrupto y trabajan para sacar provecho de la crisis, Milei no debe buscarlas en la oposición sino en los mismos que hasta ahora lo acompañaban con entusiasmo y ahora le buscan suplencia. En caso de que sus sponsors le den la espalda y hagan sus apuestas por otro contendiente, si eso le causa un vacío de poder irresoluble y él no tiene las herramientas políticas para resolverlo, el presidente no podrá decir que fue víctima de una conspiración; simplemente, como tantos otros antes que él, habrá caído rendido ante la inevitable fatalidad de la letra chica del pacto fáustico que firmó para llegar a donde está.

Por Nicolás Lantos / El Destape

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