El mundo según Milei
Otro nuevo episodio de show mediático, extremismo ideológico y violación del principio de realidad protagonizó Javier Milei, esta semana, en las Naciones Unidas.
Su mensaje contiene párrafos de interés, no sólo para el análisis del discurso de la extrema derecha autoritaria global, sino para visualizar para dónde se orientan las corporaciones multinacionales más ultras, que hablan a través de su vistoso vocero argentino.
“Vengo aquí a decirle al mundo (…), lo que va a ocurrir si las Naciones Unidas continúan promoviendo las políticas colectivistas, que vienen promoviendo bajo el mandato de la agenda 2030”, fue una de las primeras frases altisonantes proferidas por Milei.
Es conocido, en el mundo de la diplomacia internacional, que todo secretario general de Naciones Unidas, para poder serlo, debe contar necesariamente con el visto bueno de los Estados Unidos. Para el extremista que ocupa la presidencia argentina, el organismo internacional, de la mano de la primera potencia del planeta, estaría promoviendo una agenda ¡colectivista!
Según Milei, “esta organización (la ONU) dejó de velar por los principios esbozados en su declaración fundante y comenzó a mutar. (…) Se transformó en un Leviatán de múltiples tentáculos, que pretende decidir no sólo qué debe hacer cada Estado-Nación, sino también cómo deben vivir todos los ciudadanos del mundo. El modelo de Naciones Unidas, (…) que se fundaba en la cooperación de los Estados nación, ha sido abandonado; ha sido reemplazado por un modelo de gobierno supranacional de burócratas internacionales, que pretenden imponerles a los ciudadanos del mundo un modo de vida determinado”. Vale la pena recordar que la famosa Agenda 2030 es un conjunto de buenas intenciones, que incluyen leves mejoras sociales distributivas, una mayor atención al cuidado de la biosfera, la mitigación de las brutales desigualdades internacionales y la preservación de ciertos derechos civiles individuales y colectivos.
De hecho, las propias Naciones Unidas han aceptado el fracaso en el cumplimiento de la Agenda, por lo cual se cambió la fecha para cumplir los objetivos hasta 2045. Para la derecha paranoica mundial, toda meta que incluya un mundo más armonioso y seguro, constituye una amenaza. Por esa razón crean el espantajo de un “gobierno mundial” —que no puede existir en un organismo sin capacidad de aplicar coerción efectiva alguna— que estaría empeñado en promover una agenda izquierdista.
“La Agenda 2030, aunque bien intencionada en sus metas, no es otra cosa que un programa de gobierno supranacional, de corte socialista, que pretende resolver los problemas de la modernidad con soluciones que atentan contra la soberanía de los Estados nación y violentan el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de las personas”.
Primero que los problemas que se pretenden moderar —y no solucionar— no son los de la modernidad, sino los del capitalismo realmente existente. Y segundo, que no se trata del Komintern, ni de la Cuarta Internacional, sino que sería la mismísima ONU —sugiere Milei— la que estaría llevando a las masas del mundo al socialismo sin que se den cuenta. Pocos en el mundo estarían advirtiendo el rumbo secreto de las cosas.
“Hemos visto cómo una organización que nació para defender los derechos del hombre ha sido una de las principales propulsoras de la violación sistemática de la libertad, como —por ejemplo— con las cuarentenas a nivel global durante el año 2020, que deberían ser consideradas un delito de lesa humanidad”. Si quedaban dudas sobre el impacto mundial de la pandemia de COVID-19 sobre la salud mental de la población, aquí tienen a un Presidente producto directo de esa desgracia sanitaria. La vacuna, la medicina y la ciencia misma son discutidas en nombre de la “libertad”. No es un futuro de mayor libertad, sino el oscurantismo más irracional el que asoma en esta afirmación.
Usando remanidos clichés anticomunistas, Milei atacó a Cuba, a Venezuela, a los países islámicos y volvió a reiterar la cantinela de que “(el) Estado de Israel, que es el único país de Medio Oriente, que defiende la democracia liberal”, afirmación que choca de frente con la situación de virtual apartheid en los territorios ocupados de Cisjordania.
Con estos ítems, el libertario escenificó su alineamiento completo con el Departamento de Estado de los Estados Unidos, en su versión Guerra Fría II. Si fuera fiel a su forma de pensar, debería cerrar la Cancillería de la Nación por innecesaria, ahorrar esa plata para pagar más deuda externa o bajarle más los impuestos a los ricos, y utilizar algún troll ya rentado en la Casa Rosada para copiar y pegar los documentos oficiales estadounidenses en los discursos presidenciales mileístas.
“En el plano económico, se han promovido políticas colectivistas que atentan contra el crecimiento económico, (…) llegando a impedirle a los países más postergados del mundo gozar libremente de sus propios recursos para salir adelante. Regulaciones y prohibiciones impulsadas precisamente por los países que se desarrollaron, gracias a hacer lo mismo que hoy condenan”. Enternece la alusión emocionada al gobierno de su amigo y antecesor Bolsonaro, ex Presidente de Brasil, quien alentaba la quema del Amazonas para mayor gloria del agro-negocio local, suscitando, razonablemente, la preocupación del resto del planeta por uno de sus principales pulmones de oxígeno. Es evidente la reivindicación mileísta del derecho a la destrucción libre de la biosfera por parte de los grandes intereses empresarios, sin importar las consecuencias posteriores sobre el futuro de la humanidad. Money über alles.
Su novedoso antiimperialismo se profundiza en ese terreno: “Tampoco ha ayudado el tutelaje del Foro Económico Mundial, donde se promueven políticas ridículas con anteojeras maltusianas —como las políticas de “Emisión Cero”— que dañan, sobre todo, a los países pobres”. Aquí Milei se mete con un problema mundial real, que es cómo evitamos que el planeta se autodestruya al destruir la biosfera, pero cómo logramos que los países y las poblaciones más desamparadas pueden mejorar sus niveles de vida. Este problema complejo, pero resoluble, es usado por Milei como tapadera para reivindicar el derecho del capital de los países centrales a depredar los recursos naturales de la periferia en nombre del “derecho de los pueblos” al crecimiento. Que es exactamente lo que se condensa en el caso del RIGI en la Argentina.
“Tampoco la organización ha cumplido satisfactoriamente su misión de defender la soberanía territorial de sus integrantes, como sabemos los argentinos de primera mano, en la relación con las Islas Malvinas”. El fraseo de este párrafo es más que sugestivo, ya que no dice que las Malvinas son argentinas, ni que están siendo usurpadas por el Reino Unido —uno de los bastiones del “mundo libre” en el que vive Milei—, ni reclama el cese de la ocupación territorial.
Nuevamente aparece en otro párrafo la agenda estadounidense: “Así estamos hoy, con una organización impotente en brindar soluciones a los verdaderos conflictos globales, como ha sido la aberrante invasión rusa a Ucrania, que ya le ha costado la vida a más de 300.000 personas, dejando un tendal de más de un millón de heridos en el proceso”.
Hacia el final de la alocución, Milei declaró: “A partir de este día, sepan que la República Argentina va a abandonar la posición de neutralidad histórica que nos caracterizó y va a estar a la vanguardia de la lucha en defensa de la libertad”.
La filosofía diplomática menemista no murió, y vive en Milei.
A pesar de que destacados analistas conservadores han admitido la inutilidad de la ya ensayada política de las “relaciones carnales” de los ‘90 para obtener logros económicos concretos (inversiones, préstamos, ayudas) para la Argentina, su admirador vuelve a ofrecer al país como ayudante de las intervenciones internacionales de los Estados Unidos y la OTAN, embanderándonos en la siempre sospechosa y arbitraria “defensa de la libertad”.
Lamentablemente, la actual postración del sistema político argentino hace que no reaccione frente a un posicionamiento internacional peligrosísimo, aventurero y que reniega de tradiciones largamente seguidas por la Argentina, a través de gobiernos de muy diferente signo político. Si finalmente tropas argentinas tuvieran que participar y morir en algún frente en otro continente, por situaciones completamente ajenas a los intereses nacionales argentinos, serán todos los políticos que no se opusieron con firmeza a este desvarío los responsables de esas muertes.
Finalmente resulta graciosa la disposición a salir a luchar en “defensa de la libertad” por el mundo, cuando en la Argentina las tendencias autoritarias y liberticidas del gobierno que él mismo encabeza comienzan a ser visualizadas con total claridad.
¿A quién representa Milei?
Milei habla de la libertad de los individuos. Pero, bajo el régimen de gobierno que él aplica, las libertades concretas pasan a ser abstracciones, vaciadas por la inexistencia de recursos para ejercerlas. De machacar las libertades políticas se ocupa Patricia Bullrich y la judicatura derechista, como se viene viendo en las recientes manifestaciones.
En realidad, a través de Milei habla la libertad de las corporaciones, que hoy se animan a rebelarse contra los principios más elementales de convivencia humana, despreocupadas y olvidadas del “peligro comunista”.
Milei expresa la pulsión más extrema y antisocial del capital, que podría sintetizarse así: “No queremos límites (Estado, jueces), no queremos regulaciones (leyes, sanciones), no admitimos los intereses de otros actores (contrato social). Somos sólo nosotros y nuestros deseos más profundos, sin ataduras. A eso llamamos libertad”.
Entender esto es entender el programa de este gobierno, el hilo conductor de la gestión que convierte en una tortura diaria la vida de millones de argentinxs.
No tiene sentido, y es una pérdida de tiempo, enredarnos con la teología liberal o libertaria que habla de principios y aspiraciones del siglo XVIII, época en que los soberanos tenían control efectivo sobre el sector privado.
Hoy los estados capitalistas, incluso los Estados Unidos, tienen un grado de sujeción enorme al mundo empresario y financiero. Para los países de la periferia, la situación es aún más grave, porque los Estados tienen que sostener su autoridad no sólo frente a las grandes empresas locales, sino frente a empresas globales enormes, defendidas por los gobiernos de los países más poderosos, y respaldadas además por un entramado institucional global construido en función de los intereses de los “líderes del mundo libre”.
La derecha argentina y un tema “pasado de moda”: la soberanía
Por supuesto que en materia de soberanía nacional, no es creíble ninguna afirmación de Milei ni de Macri, simplemente porque no creen en ella. Corporizan perfectamente una generación de políticos periféricos latinoamericanos, característicos de esta época globalizada, que toman como un hecho irreversible la dominación y el control de los grandes países sobre los Estados más débiles. Y ahora se incorporaron más explícitamente las grandes empresas globales y los grandes fondos de inversión, a la lista de poderes a los cuales subordinarse. El grotesco anti imperialismo de Milei, inventando una conspiración de burócratas mundiales woke, que impiden que los hombres de bien —los hiper millonarios globales— inviertan donde y como se les cante, es una nueva estafa ideológica más de las tantas que ya ha perpetrado.
La alusión de Milei a Malvinas en la ONU fue sólo una concesión discursiva formal, para no dejar en evidencia el acendrado cipayismo que lo habita, y que se puede observar en múltiples declaraciones, actitudes personales y medidas que se están adoptando para socavar la soberanía nacional real. El ataque al sistema científico-tecnológico, el intento de destruir Aerolíneas, las compras de armamento según las necesidades de Estados Unidos, los acuerdos militares para hacer de comparsa a los estadounidesnses, el ataque a todo atisbo de patriotismo real, son formas de ir acondicionando este territorio llamado la Argentina para su completa disolución en una red de cadenas de negocios globalizados.
Resulta necesario que se elabore un pensamiento alternativo con relación a estas cuestiones que pueda dar cuenta de las características actuales del capitalismo mundial, de las formas de producción y apropiación de la riqueza, del impacto de las tecnologías en la subjetividad y la cultura, para redefinir que es hoy el ejercicio de la soberanía en la periferia latinoamericana.
La marcha federal por la Universidad pública
El gobierno persiste en desfinanciar la educación pública. Así está plasmado en el Proyecto de Presupuesto para el año próximo, cuyas partidas garantizan la virtual paralización de la actividad académica.
Por consiguiente, todo el arco universitario ha convocado a una nueva gran marcha para hacer saber su apoyo a la Ley de Financiamiento Universitario y su rechazo a cualquier veto presidencial. En estos días, desde el Ejecutivo se habló también de la posibilidad del arancelamiento de las casas de estudio públicas.
Pensamos que las universidades nacionales deben ampliar su horizonte de análisis y su comprensión en dos dimensiones fundamentales:
1) Las universidades no están peleando sólo por sus propios “intereses”. Las universidades, aun sin tenerlo claro, están defendiendo un perfil de la Argentina más desarrollada, socialmente integrada, inclusiva, y no un país bananero como el que pretende imponer la elite económica argentina a través de Milei y sus aliados.
2) La discrepancia con el gobierno nacional por los fondos para financiarse, excede el tema del veto presidencial a la Ley de Financiamiento Universitario. La discrepancia profunda es sobre los criterios del Ejecutivo con relación a las prioridades nacionales, y específicamente en relación con el criterio de “déficit 0” anunciado por Milei.
Es central comprender que, en función del pago de los compromisos externos, el Ejecutivo estaría dispuesto a cortar cualquier partida presupuestaria que pueda distraer recursos reclamados por los acreedores externos. En las actuales circunstancias, puede ser que se logre eludir el veto presidencial a la Ley votada en el Parlamento.
Sin embargo, en virtud del “cepo presupuestario” anunciado al presentar el Proyecto ante las cámaras del Congreso, el Ejecutivo podría recortar lo que se logró legislar parlamentariamente. Es el juego de la oca de matar de hambre y falta de recursos a las unidades académicas: con la actual gestión, decidida a destruir la educación en general y convencida de que el capitalismo pasa por otro lado, el sistema universitario siempre caerá en algún casillero que consagre su desmoronamiento. La Universidad pública no tiene una discrepancia circunstancial, sino un conflicto de fondo con el modelo bananero.
La particularidad de la movilización del miércoles próximo es que probablemente expresará no sólo el descontento universitario, sino la de un conjunto de actores bastante más amplios, que no encontraron aún canales potentes para expresar y denunciar su propia asfixia. En un clima de debilitamiento de la adhesión al gobierno de sus votantes, esta acción universitaria puede contribuir grandemente a tonificar el rechazo popular a este experimento.
El rechazo a la agenda corporativa
Vivimos en un mundo en el que el capitalismo armó una economía mundial integrada, financierizada, que concentra incesantemente ingresos en una cúpula económica muy reducida y que desprotege y margina a una parte significativa de la población mundial, mientras agrede peligrosamente el medio ambiente.
Un capitalismo que no cumple con sus promesas de prosperidad masiva y que engendra diversas crisis sin solucionar ninguna. Y que ha empezado a probar con liderazgos crecientemente autoritarios para garantizar la gobernabilidad global ante el desencanto de las masas.
Ese es el contexto “socialista” que acecha al mundo según el Presidente. Entonces, ¿Milei representa algún consenso nacional real, existente, aunque sea vago y difuso, que pudiera estar expresado en su discurso en Naciones Unidas? No.
La postura internacional de abandono de la neutralidad —o el alineamiento incondicional con lo que necesite Estados Unidos—, no sólo contradice posiciones muy arraigadas en el pasado nacional —tanto en radicales, peronistas, conservadores y sectores de izquierda—, sino que contradice cualquier posicionamiento razonable de un país que debe concentrarse en resolver con urgencia problemas sociales y económicos internos gravísimos.
Milei, en cambio, actúa como un vocero y un personero del pensamiento más descarnado del capital global y como una correa de transmisión de las necesidades políticas y militares de las potencias occidentales que se sienten asediadas por el polo de poder emergente.
El país, nuestro país, debe salir del estado de estupefacción y de achatamiento intelectual en el que ha caído. Hace falta que surja una dirigencia capaz de liderar la reacción en defensa propia frente a esta introducción de una agenda internacional extravagante y una agenda local brutalmente antisocial, que es la que reclama el capital más salvaje.
Si no logramos rechazar y derrotar estas agendas, corremos el riesgo de ser transformados, a golpes de hechos consumados y de discursos desconcertantes, en un terreno baldío de la globalización depredadora.
Por Ricardo Aronskind / El Cohete