Trust: El negocio de secuestrar familiares de un tacaño billonario
Aunque no llegó rodeada de una gran campaña publicitaria, el pasado 26 de marzo HBO lanzó en España una serie tan interesante como Trust, basada en el secuestro del nieto de John Paul Getty, el magnate del petróleo. Lo primero que llama la atención es que la serie llegara poco tiempo después del estreno en cines del último film de Ridley Scott, Todo el dinero del mundo (All the Money in the World, 2017), que precisamente trata el mismo tema que Trust y que estuvo rodeado de cierta polémica a raíz de la sustitución de Kevin Spacey por Christopher Plummer, lo que obligó a rodar de nuevo todas las escenas en la que aparecía el magnate. En Trust, un inmenso Donald Sutherland es quien encarna a John Paul Getty.
El creador de Trust es Simon Beaufoy, guionista de enormes éxitos como The Full Monty (Peter Cattaneo, 1997), Slumdog Millionaire (Danny Boyle y Loveleen Tandan, 2008) o 127 horas (127 Hours, Danny Boyle, 2010), lo que explica su estrecha relación con Danny Boyle, que ha sido el responsable del arranque de la temporada, pues se ha puesto tras las cámaras en los tres primeros episodios: “The House of Getty”, “Lone Star” y “La Dolce Vita”. Completan la lista de realizadores Dawn Shadforth (responsable del cuarto y del quinto, “That’s All Folks!” y “Silenzio”), Jonathan van Tulleken (responsable de los dos siguientes, “John, Chapter 11” y “Kodachrome”), Emanuele Crialese (que ha dirigido el octavo, “In the Name of the Father”) y Susanna White (que firma los dos últimos, “White Car in a Snowstorm” y “Consequences”). En cuanto a los guionistas, Beaufoy firma casi todos los episodios, algunos de ellos en solitario, pero destaca también Alice Nutter, responsable en solitario de “Silenzio” y “White Car in a Snowstorm”, sin duda, dos de los mejores episodios de la temporada.
La historia que relata Trust es sobradamente conocida por el público, ya que recrea el secuestro en Roma, en 1973, de John Paul Getty III (Harris Dickinson), nieto del magnate del petróleo John Paul Getty. En realidad, los cinco primeros episodios de la serie se centran más en la forma que en el relato, ya que parece que se ha querido jugar con los distintos géneros y con diversos saltos temporales para presentar a los personajes principales. Así, el primer episodio se centra en el retrato del patriarca de la familia, que vive aislado en mitad de la campiña inglesa con sus amantes (una de ellas interpretada por la actriz española Verónica Echegui), su mayordomo (Silas Carson) y un inquietante personaje que le sirve literalmente de mamporrero.
Desde el primer momento, Getty encarga el asunto a su responsable de seguridad, un antiguo agente que se convierte en uno de los grandes hallazgos de la serie. Se trata del personaje de Chace, un texano interpretado genialmente por Brendan Fraser que actúa como interlocutor con el propio espectador, rompiendo en diversas ocasiones la cuarta pared. De hecho, el segundo episodio es el episodio de Chace. Otro personaje imprescindible es el de Gail, la madre del chico secuestrado, que interpreta brillantemente Hilary Swank, y que, como el de Fraser, adquiere protagonismo a partir del segundo episodio.
El tercer episodio, “La Dolce Vita”, el último dirigido por Boyle, recrea la vida del joven Getty en Italia antes del secuestro. Bebe, por un lado, de La dolce vita (Federico Fellini, 1960), pero, por otro, presenta una preocupación estética digna de La gran belleza (La grande bellezza, Paolo Sorrentino, 2013). En realidad, los tres primeros episodios están cerrados en sí mismos, ya que, según la serie, el secuestro real del joven Getty a manos de la ‘Ndrangheta se produce en un momento posterior, que es cuando lo trasladan a Calabria. Quizás lo más interesante de la serie es esa mezcla de géneros que hace que, en algún episodio, como “Silenzio”, estemos ante un survival horror, mientras que en otros, como “In the Name of the Father”, parece que hayamos caído en mitad del rodaje de El Padrino (The Godfather, Francis Ford Coppola, 1972). Hay, además, algún escenario que resulta recurrente e inolvidable, como la Villa de Adriano. De la misma manera, resulta magnífico el momento en que Getty acude al Museo Británico y trata de comprar los Mármoles de Elgin, que es como se conoce en Inglaterra los restos del Partenón, llevados a Inglaterra a principios del siglo XIX por Thomas Bruce, conde de Elgin.
Es cierto que los primeros episodios pecan de fragmentariedad y abusan de los saltos temporales, pero ahí es donde radica precisamente la voluntad de estilo, ya que se está desmontando una historia sobradamente conocida para rearmarla de nuevo frente al espectador. De hecho, los primeros episodios casi pueden verse como películas aisladas, como variaciones fílmicas en torno a un mismo tema. A partir del capítulo sexto, la historia avanza más rápidamente e incluso la serie reserva un último episodio, “Consequences”, dedicado casi exclusivamente a desmontar al personaje interpretado por Donald Sutherland. Se trata de una pequeña venganza de Beaufoy, que, aunque no aporta nada argumentalmente, hace disfrutar al espectador.