Orgullosamente orcos

Actualidad 25 de noviembre de 2023
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El 19 de septiembre de 1945 una manifestación partió de Plaza de Congreso, circuló por avenida Callao y llegó a la coqueta Plaza Francia, en Recoleta. Fue la primera vez que la oposición a Perón y al incipiente peronismo se unió para un acto gigantesco. La principal consigna esgrimida por los manifestantes fue “Libertad” y el hecho se autodenominó “Marcha de la Constitución y de la Libertad”. Los próceres invocados para dicha marcha constituían un verdadero cambalache y reconciliaban a personajes tan variopintos y ominosos como Stalin, Truman y Roque Saénz Peña, entre otros. No debe haber nada parecido a nivel global. La “grieta” mundial se superaba milagrosamente para ahondar en la grieta nacional.

Fue la antesala de un hecho inédito: ese mismo año, para enfrentar la candidatura de Perón en las elecciones de febrero de 1946, se formó una amplia coalición que reunía a casi el conjunto de los partidos políticos existentes hasta entonces, los mismos, que se habían enfrentado en luchas sangrientas durante al menos medio siglo. Padeciendo de un verdadero síndrome de Estocolmo, los radicales, los socialistas, los demócrata- progresistas se unieron con los conservadores que los habían reprimido y masacrado por décadas. ¿Cómo pudo haber aglomerado la llamada “Unión Democrática” a tamaña melange de seculares víctimas y victimarios? Eso fue porque la oposición siempre vio al peronismo no como un partido político al que derrotar, sino como un enemigo al que había que exterminar en una lucha sin cuartel. Más allá de los propios errores y de una necesaria autocrítica del peronismo actual, ese síndrome de Estocolmo y ese sentimiento antidemocrático colectivo perdura hasta cobrar la forma presente de un delirio colectivo.

La respuesta a la Marcha de la Constitución y de la Libertad fue el épico 17 de octubre de 1945 cuyo trayecto fue inverso: venían de Lanús, de Florencio Varela, de Lomas de Zamora para cruzar el puente Avellaneda y mojarse los pies y renovar las aguas de las fuentes de Plaza de Mayo. A las adustas imágenes invocadas por la "Marcha de la... Libertad", se le superpusieron otras llenas de vida descriptas por Raúl Scalabrini Ortiz: un desfile de “rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de restos de brea, grasas y aceites…. Rubio de trazos nórdicos y trigueños de pelo duro: el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor mecánico de automóviles. El subsuelo de la patria sublevada era una nueva fuerza política, pero también un verdadero almanaque homoerótico, porno soft. El símbolo mayor era el concupiscente, pansexual, musculoso, libre y vibrante descamisado. Era a su vez, una rebelión estética: un carnaval de colores vivos, de alegre vestimenta popular que fuera criticada -¿cómo no?- por Clarin, La Nación y el periódico socialista La Vanguardia. Era "el aluvión zoológico", la "murga de los negros". Fue la fiesta queer, anormal, animal y monstruosa de su época. 

Se precisará dejar de lado la amargura y renovar verdadera alegría -no la falaz del siniestro tren de la alegría macrista- para afrontar como comunidad los años que vienen. No puede haber resistencias o revoluciones con cara de culo al estilo Robespierre o Sain-Just. Son años en que probablemente haya embates discursivos y siniestros hechos fácticos contra conquistas ganadas como el Matrimonio igualitario y aún más contra la Ley de Identidad de Género, pero también contra la ESI y la libertad sexual. Tiempos de represión en que los adoradores patológicos de líderes neoliberales -frecuentemente anglosajones- no dudarán en emular a Reagan que, por ejemplo, se negó a decir la palabra “sida” durante casi una década, la década que hubiera sido clave y crucial para implementar medidas sanitarias contra la infección. Volverán, como oscuras golondrinas, la retórica y la metáfora de la “peste rosa” o la “enfermedad de las cuatro h” y el moralismo antihumanitario que reza que, si gozaron, que se salve quien pueda. Se precisará mucha fuerza, mucho erotismo, mucho glamour,  mucha gracia, mucha brillantina y mucha furia travesti para darle forma a un nuevo 17 de octubre y recuperar el verdadero contenido de la palabra libertad. Si antes, nos llamaron "aluvión zoológico", ahora seremos orgullosamente orcos. 

Por Adrian Melo / P12

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