Hay crisis aunque el dólar no se dispare

Economía03/12/2025
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El día después de las elecciones de medio término empezó a manifestarse con intensidad una crisis que no adquiere esta definición en la narrativa económica tradicional. Esto es así porque la categoría crisis está asociada fundamentalmente a desbordes cambiarios e inflacionarios. Sin embargo, una ola de despidos y cierres de empresas, como la que se despliega desde el 27 de octubre pasado, es una crisis socio productiva de proporciones aunque no se la menciona de esta manera. 

Es una crisis sin corridas ni hiperinflación, pero con despidos masivos y fábricas cerradas. Es una crisis en pleno desarrollo que recibe cierta indiferencia en parte de la población, que sigue anestesiada por la fantasía de la estabilidad cambiaria, mantenida solamente por el tubo de oxígeno financiero de la administración Trump.

En el discurso económico convencional, si el dólar no se dispara, no hay crisis. Pero lo que se desborda hoy son los despidos y los cierres de empresas.

El gobierno de Milei llegó a las elecciones de medio término montado sobre una campaña del miedo: el “riesgo kuka”. El mensaje era simple: si la oposición ganaba, volvía la corrida cambiaria, se disparaba el dólar y el experimento liberal-libertario implosionaba. La inestabilidad cambiaria previa era el aviso del caos que traería una derrota oficialista. 

El dispositivo del miedo tuvo su anclaje internacional. Donald Trump no sólo se sacó la foto con Javier Milei en la Casa Blanca. También lanzó una amenaza: “Si no gana Milei, no seremos generosos con Argentina”. El mensaje fue nítido: el salvataje financiero estaba atado al resultado electoral y funcionó como garantía para aplicar un ajuste que, sin ese respaldo, habría detonado en el frente cambiario mucho antes.

Esa injerencia no sólo operó sobre el mercado cambiario; también moldeó expectativas políticas. El Monitor del Humor Social y Político de D’Alessio IROL/Berensztein registró que el respaldo de Estados Unidos al gobierno generó un rebote en las expectativas económicas, aun con mayoría de opiniones negativas sobre la situación actual. Un 71% de los encuestados consideró que ese apoyo tendría efecto en las elecciones; y un 80% creyó que ayudaría a salir de la crisis cambiaria, aunque muchos lo veían como un alivio apenas momentáneo. Este cruce entre temor al dólar, rescate financiero y cálculo electoral es el corazón del relato oficial.

No fue una estrategia política ingenua en un país marcado por hiperinflaciones, corridas y default. En ese clima, el oficialismo trabajó sobre un electorado no necesariamente mileísta, pero sí atemorizado por la idea del “día después” con el tipo de cambio y la inflación desbocados. Ese miedo aportó varios puntos al resultado electoral de Milei, especialmente entre votantes que no se identifican con su ideario pero sí con la promesa de “estabilidad” cambiaria.

1709601044365Existe una crisis en pleno desarrollo que recibe cierta indiferencia en parte de la población, que sigue anestesiada por la fantasía de la estabilidad cambiaria

Despidos y cierres de empresas en cadena

Después de las elecciones el tipo de cambio se mantiene relativamente estable, el riesgo país bajó aunque sigue en niveles de 650 puntos básicos y los activos bursátiles se recuperaron. El gobierno dice que esta tranquilidad financiera se debe a que se superó el “riesgo kuka” y que se despejó el camino para las reformas estructurales. Pero esa foto de la city oculta lo que ocurre detrás de la estabilidad del dólar con respirador estadounidense.

El verdadero “día después” de las elecciones de medio término empezó a sentirse del lado de la industria y del trabajo. El último Informe de Actualidad Industrial del Centro de Estudios de la UIA marca para octubre una nueva caída del 2,0% interanual de la actividad, con siete de los dieciséis sectores en baja y una utilización de la capacidad instalada que se mantiene deprimida. En el acumulado, la industria opera unos 10 puntos por debajo de 2023. El “veranito” financiero convive con un invierno productivo.

Los números del empleo formal confirman esa tendencia. Entre noviembre de 2023 y agosto de 2025 se cerraron 19.164 empresas y se destruyeron 276.000 puestos de trabajo registrados, según la Superintendencia de Riesgos del Trabajo procesada por el CEPA. La dinámica equivale a casi 30 firmas menos por día y 432 empleos formales destruidos cotidianamente desde que Milei ganó el balotaje. Es una sangría silenciosa, distribuida en pymes industriales, comercios, servicios y construcción, que no siempre aparece en los titulares porque no se expresa en una única corrida, sino en un goteo permanente.

Esta crisis se agudizó en las semanas posteriores a las legislativas del 26 de octubre. El relevamiento de medios gremiales registró al menos 18 empresas que cerraron, suspendieron o despidieron personal desde fines de octubre: metalúrgicas, textiles, firmas de electrodomésticos, autopartistas y alimenticias. Entre ellas, Ualá con despidos en el sector tecnológico; la fábrica de neumáticos Pirelli, con planes de suspensiones; y una larga lista de plantas que adelantan vacaciones, reducen turnos o directamente enviaron telegramas de despidos.

La anatomía del industricidio

Los casos emblemáticos de la industria manufacturera condensan el carácter regresivo de este shock. Whirlpool cerró su planta de Pilar, dejó en la calle a 220 trabajadores y decidió abandonar la producción local para reemplazarla por importaciones de lavarropas y heladeras. Electrolux, en Rosario, extendió suspensiones rotativas para 400 empleados. La mexicana Mabe bajó la persiana de su fábrica en Río Segundo, Córdoba, y ofreció retiros o traslados. En Santa Fe, la histórica Cramaco despidió a 37 operarios y se convirtió en distribuidora de productos importados desde China. En Tierra del Fuego, Newsan no renovó el contrato de 150 operarios en un contexto de aranceles cero a la electrónica importada.

Varias empresas que recortan personal o cierran líneas de producción son las que pasan a ser importadoras para aprovechar un esquema de atraso cambiario y apertura que hace más rentable traer productos terminados que fabricar en el país. En el camino, el empleo industrial de calidad se destruye. Los despidos en Essen, Dana, SKF o en textiles del conurbano y el interior ilustran la pérdida de puestos fabriles.

1761396276009 Milei puede jactarse de haber neutralizado el “riesgo kuka” al costo de profundizar un riesgo mucho más concreto: el de una estructura productiva que se desarticula, se primariza y expulsa trabajadores.

Un termómetro roto

Si todo esto no se percibe como una crisis es porque el termómetro dominante sigue siendo la cotización del dólar, no la cantidad de empresas que cierran o de puestos de trabajo que se pierden. La economía argentina se narra desde la pantalla financiera: si el blue está tranquilo y los bonos suben, habría estabilidad. Milei puede jactarse de haber neutralizado el “riesgo kuka” al costo de profundizar un riesgo mucho más concreto: el de una estructura productiva que se desarticula, se primariza y expulsa trabajadores.

El resultado es un shock sociolaboral y productivo que empezó, justamente, el día después del triunfo de Milei. No estalló el dólar, pero estallaron las plantas metalúrgicas, textiles, de electrodomésticos, de juguetes, de autopartes. No hubo colas en las casas de cambio, pero sí colas en las oficinas de Recursos Humanos para recibir telegramas. No hubo corrida bancaria, pero sí corridas de trabajadores hacia la informalidad o el desempleo.

El “riesgo kuka” sirvió para disciplinar al electorado y blindar una alianza político-financiera que descansa en el dólar estable y atrasado. El auténtico riesgo, sin embargo, no era una oposición que volviera a gobernar, sino la consolidación de un modelo económico que provoca una caída de la industria del 10 por ciento en dos años, que en cualquier análisis riguroso se llama crisis, y un cierre de 30 empresas por día. 

Por Alfredo Zaiat / El Destape

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