Es muy conocida la tesis de Marx que afirma que no basta con el proletariado como pura existencia para que tenga lugar un proyecto revolucionario.
La Revolución solo era posible si la “clase en si” pasara a través de distintas operaciones a ser lo que se define como una “clase para si”. Solo de este modo la clase explotada se transformaría en el sujeto político de la Revolución.
Este célebre pasaje ha quedado bloqueado: una serie de mecanismos políticos, libidinales y tecnológicos han destruido por ahora las condiciones de aquel anhelado pasaje que los ilustrados revolucionarios desearon constituir.
En el siglo XXI la denominada lucha de clases debe ser revisada teórica y políticamente. La lucha de clases ni se reparte entre dos bandos homogéneos ni existe un lugar político desde donde construirla o animarla.
Los sectores explotados se han fragmentado, volatilizado, y se han intersectado con tal multiplicidad de intereses y deseos que tienen serios problemas para encontrar estructuras que los representen.
Por el contrario, los grandes ricos del mundo, los mega millonarios, que ya no podrían ser definidos como la clásica burguesía, sin embargo, mantienen una clarísima conciencia de clase. Saben lo necesario como para apoyar todo lo que ayude a la concentración de su riqueza, y destruir a aquellos que circunstancialmente la obstaculizan.
Una de las grandes asimetrías invariantes de esta época es que en la agenda de los ricos siempre la cosa marcha dando lugar a todo tipo de procesos aceleracionistas y que se proponen constituir un nuevo mundo que tiene que nacer sin democracia y representación política. El mandato de los ricos es que no exista representación política de los explotados y que vivan en un fantasma de miseria y sueños horribles. La conciencia de clase, la única que se exhibe impúdicamente por el mundo, es la de los ricos, que todos los días piensan únicamente en cómo ser más ricos.
Por Jorge Alemán / P12
Te puede interesar
Lo más visto
