







Se debe insistir con la reflexión alrededor del tiempo como una dimensión social relevante, en especial, porque permite reemplazar la significación exagerada que suele ser adjudicada a un episodio, a aquello que ocurre como marca específica en un momento identificable, por la de despliegue del devenir de la complejidad social en un transcurso que nunca se completa, ya que se actualiza y muta, solo por su necesidad de sobrevivir como proceso social. Los episodios sociales son interesantes, y se habla sobre ellos con intensidad, pero su duración en el tiempo suele ser minúscula al lado de la reflexión que se activa siempre sobre ellos. El análisis de una explicación, de aquello que se dice, puede ser más ilustrativo de una época que un acontecimiento en sí mismo. Sin embargo, se insiste por lo contrario, y en esto la política es especialista. Exagera la atención en los acontecimientos, mientras olvida lo que ocurre, mientras el resto del mundo sigue sucediendo.
Se puede ser más preciso y utilizar el término de acontecimiento como la semántica que describe una marca en la historia, un punto específico que la sociedad se permite como indicación diferenciada, en tanto tal episodio es de ese modo eso mismo, y ninguna otra cosa. Se trata de un recurso social fundamental, ya que extrae del ruido comunicacional de la sociedad, simultáneo y complejo, algo que se constituye como unidad y que simula ser un antes y un después.
La Revolución Francesa es un proceso complejo, con un antes y un especialmente después poco sencillo, pero que debe ser indicado y diferenciado en el tiempo con el episodio de la toma de La Bastilla como centro cardinal. El 17 de octubre de 1945 necesita ser señalado como lo que ocurrió para que la sociedad argentina y el peronismo produjeran un quiebre en la historia política del país, como si fuera que la actividad sindical no hubiese existido antes. El golpe de estado de 1976 marcaría el inicio de una época negra de la historia argentina como si la anterior fuera más “clara” y nada relacionada a esos episodios. El ascenso de Hitler al poder sería marcado a repetición en los análisis por la culpa del Pacto de Versalles, como si la cultura volk y el antisemitismo moderno fueran, antes que él, solo algo anecdótico.
Este mecanismo no se basa en una escasez de profundidad o de intenciones malignas de unos contra otros. La sociedad no tiene otra manera de tratar su propia operación comunicacional sin hacer reducciones de este tipo, ya que de otra manera no podría ordenar lo dicho en secuencias de comunicación coherentes entre sí. Puede sonar extraño, pero como dice Luhmann, en la sociedad existe una sola operación posible, y esa es la comunicación. Los seres humanos tienen cerebro, un cuerpo repleto de órganos, una conciencia que procesa percepciones y hasta un inconsciente, pero ninguno de ellos tiene capacidad de trasladas sus propios formatos de operación a los procesos de interacción social. El cerebro no opera fuera de sí mismo, no hay un traslado químico de su interior al exterior; y las percepciones o sentimientos no pueden ser observados directamente desde afuera en su proceso de construcción, sino que deben ser dichos o indicados por otra persona, para ser tratados en una comunicación sobre los mismos.
Esto deja a la sociedad en un estado operativo de alta complejidad, ya que mientras necesita a todos estos organismos funcionando en su entorno (porque sin vida biológica no habría comunicación), es solo con mayor comunicación, es decir con su continuación, que la sociedad logra sostener su reproducción. Sin embargo, existe en esto una necesidad adicional. La comunicación es la operación que todo lo iguala, pero no es la que logra diferencias internas, ya que comunicar, comunican todos. Los recursos adicionales a la comunicación pueden ser señalados como logros evolutivos de la sociedad moderna para ser aplicados como maneras de diferenciar lo indeferenciado. De este modo, vale la pena la pregunta para la política. ¿Qué es lo que diferencia a una operación política de otras operaciones comunicacionales de la sociedad como pueden ser la economía o el derecho?
La política trata la complejidad de la comunicación social sobre la base de una diferencia clave, la cual le permite desechar aquello que no sea relevante, y prestar atención casi exclusivamente a lo que sí cumpla con su interés. Para el sistema político todo pasa por si aquello que está sucediendo beneficia al gobierno o beneficia a la oposición. Esta distinción, esto que también Luhmann denomina como código binario, determina el acceso o no acceso de los actores del sistema político a ese entramado de comunicación que está sucediendo. El caso $Libra es relevante para la política, porque podría ser aprovechado por la oposición; una baja en la pobreza de los niños relatada por Unicef (a pesar de que se está en contra de los organismos burocráticos mundiales) es relevante para el gobierno porque es una noticia alentadora.
Este mecanismo descriptivo habla al mismo tiempo de otro condicionante que resulta justamente de este código binario. Para la política, ningún tema es relevante en su verdad, sino en su beneficio o afectación. La política define su situación laboral sobre la base de ganar o perder elecciones, por lo que este asunto que el código descripto trata, es inseparable de este requerimiento poblacional. Hay que lograr votos, y estos pueden ser sobre la base de la verdad, la exageración, la mentira, los rumores o la suerte. Pero la única pregunta que une a todas estas vicisitudes, es si la verdad que sea, la exageración que circule, la mentira que se exponga o la suerte que toque, pueda ser pensada como productivas o no productiva, con alguna de ambas partes.
Para regresar a la idea de tiempo, se puede comprender mejor en este contexto recién señalado y volver a unirlo con la idea de suceso o acontecimiento. En el tiempo se desarrolla constantemente el despliegue específico de la comunicación que constantemente se hace la pregunta, ante cada novedad, si esto beneficia a uno o a otro. No hay, en realidad, nada que logre detener esta pregunta recurrente, ni siquiera una victoria electoral. En realidad, nada detiene a la comunicación, que se sigue produciendo como única manera de mantener viva a la sociedad; por lo que su misma continuidad obliga todo el tiempo a nuevas preguntas políticas sobre el mismo eje relevante, porque cosas, siguen sucediendo. En esto mismo, vive el drama de la política, que recurre a la indicación de sucesos, como manera de simular un detenimiento de la comunicación, como un supuesto “antes era así”, y “a partir de ahora es así”.
El resultado es la inobservación social completa. En los sitios web de las empresas gusta contar que se cuenta con un equipo “interdisciplinario altamente capacitado”, haciendo suponer que la totalidad podría ser incluida en ese bloque de profesionales; pero aquello resulta solo en una herencia ilusoria del enciclopedismo del siglo XVIII. Nada de eso es posible. Se debe vivir con la ilusión explicativa de los sucesos que se convierten en emblemas porque “el todo” no puede ser incluido en ninguna descripción, sino solo su simulación.
Con la reciente elección se constituyó un nuevo suceso, que como todo de su tipo, deja de lado una cantidad enorme de elementos. La verdad que por ahora no importa, teniendo en cuenta el beneficio, se puede compensar semejante nivel de ignorancia, para seguir hablando, mientras la complejidad comienza sin detenimiento, a arruinarlo todo de nuevo.
Por Luis Costa * Sociólogo / Perfil























