Milei no leyó a Piketty

Actualidad17/11/2025
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Javier Milei no comulga con la teoría de Thomas Piketty. Las ideas que impulsa el economista francés no integran la filosofía anarcocapitalista de La Libertad Avanza. Piketty prioriza su atención en la desigualdad y la tesis principal que atraviesa toda su obra, sostiene que cuando la rentabilidad del capital supera al crecimiento general de la economía, la riqueza se concentra cada vez más y la desigualdad tiende a aumentar. Por eso, el director de la Escuela de Altos Estudios Sociales de París, que revolucionó el análisis de la economía en las últimas décadas, recomienda que el Estado asuma medidas que permitan revertir ese perjudicial desequilibrio. Y, como ya se sabe, el presidente argentino aborrece del Estado: Milei nunca leyó a Piketty.

Piketty sostiene que la concentración de la riqueza, y la inevitable contracara que provoca en el aumento desmedido de la pobreza, representan un escenario que se construye y se consolida desde el poder político, para luego perpetuarse en relación a su connivencia con el poder económico. El autor sostiene que cuando la tasa de retorno del capital –lo que ganan los que ya tienen riqueza: intereses, rentas, dividendos, ganancias de capital–, crece más rápido que la tasa de crecimiento de la economía –ingreso y producción general–, los que ya poseen capital aumentan su patrimonio mucho más rápido que el resto de la población. Se trata de un vínculo nocivo, advierte Piketty, que no se establece en forma casual: la desigualdad no es un accidente, sino una tendencia estructural del capitalismo.

En El capital en el Siglo XXI, ensayo que provocó un profundo debate sobre la economía occidental contemporánea, Piketty analizó la historia del capitalismo y sostuvo que la extrema desigualdad de la riqueza, una característica exacerbada en las sociedades modernas, puede generar graves problemas políticos y sociales porque se produce por un fenómeno que está relacionado, ante todo, con la forma en la que se ejerce el poder socioeconómico de un país. El trabajo, publicado en 2013, alertaba sobre las condiciones que generan mayor inequidad y proponía alternativas para evitarlas, como el impulso a los impuestos a los grandes patrimonios o a la renta, y también, fundamentalmente, la promoción de tributos dirigidos a gravar las suntuosas herencias familiares que solo favorecen a enquistar la desigualdad en una sociedad. Más tarde, Piketty profundizó en 2021 este análisis en Capital e ideología, donde fue más allá y aseguró que la disparidad social es fruto de consideraciones ideológicas y políticas, no tanto de restricciones económicas o tecnológicas. 
 
Con su muy documentada investigación, Piketty demuestra que en el siglo XIX y principios del XX, la tasa de retorno de capital fue mayor que el crecimiento de la economía en general, y la riqueza se concentró fuertemente, como lo demuestra la Europa aristocrática. En cambio, tras las guerras mundiales y el Estado de bienestar, la inversión se revirtió porque el crecimiento de la economía fue superior al del crecimiento del retorno del capital, lo que permitió una constante caída de la desigualdad social. Pero, con la finalización de la Guerra Fría y, en especial, desde el inicio de la globalización financiera, que permitió una rebaja en los impuestos al capital, la tasa de retorno volvió a superar al crecimiento de la economía y la desigualdad creció nuevamente. Y, en las últimas décadas, la desigualdad alcanzó récords históricos.

Así lo demuestra el Reporte Técnico de Inequidad Global del G20, que se presentó esta semana. Entre 2000 y 2024, el 1% más rico del mundo acaparó el 41% de toda la nueva riqueza, en contraste con tan solo el 1% que recibió el 50% más pobre. Mientras que el 1% más rico vio aumentar su riqueza promedio en 1,3 millones de dólares entre 2000 y 2023, el 50% más pobre experimentó un aumento promedio de tan sólo 585 dólares. Esto significa que el aumento para el 1% más rico fue 2.655 veces mayor que el promedio para alguien en la mitad más pobre de la humanidad. A nivel nacional, en más de la mitad de los países, el 1% más rico posee una participación en la riqueza superior al 27%, siete veces mayor que la participación de la población más pobre. En tanto que, la participación promedio en la riqueza del 1% más rico en 2023 era del 27% en las 210 economías analizadas, mientras que la del 50% más pobre era del 3,8%. Entre 2000 y 2023, el 1% más rico aumentó su participación en la riqueza en más de la mitad de todos los países, abarcando el 74% de la población mundial.

Piketty, vale aclararlo, no pretende eliminar el capitalismo, sino que propone regularlo para poder democratizarlo. Sus propuestas incluyen la aplicación de un impuesto progresivo mundial sobre la riqueza y la herencia, la transparencia financiera global para evitar los paraísos fiscales y la inversión masiva en educación y servicios públicos, entre otras medidas posibles. Y, a su vez, señala que América Latina es la región más desigual del mundo, con baja transparencia fiscal y concentración de riqueza heredada, problemas que agravan el fenómeno.

Piketty no busca eliminar el capitalismo, sino regularlo para democratizarlo.

En Argentina, el coeficiente Gini, que calcula la desigualdad en la distribución de la riqueza, fue de 0,424 en el segundo trimestre de 2025, según informó el Indec. Este índice, que se utiliza como medida para cuantificar la desigualdad de un país, considera el reparto de la riqueza entre los distintos sectores de la sociedad. El Gini va de 0 a 1: mientras más cerca se encuentre de 1, hay más concentración de la riqueza, y cuánto más cerca está de 0, hay menor desigualdad. El último registro argentino implica una disminución con respecto a igual período de 2024, cuando el valor fue de 0,436. Pero sigue representando un escenario muy peligroso: el ingreso de una familia rica con respecto al de una de bajos recursos fue 13 veces superior en el segundo trimestre de este año en la Argentina. La desigualdad sigue siendo uno de los mayores dilemas sociales que enfrenta este país.

Mientras que un informe de Unicef publicado esta semana señala una caída en la pobreza en hogares vulnerables, pero también advierte un fuerte crecimiento del endeudamiento en los sectores más vulnerables. La cantidad de hogares con niños y adolescentes que no logra cubrir los gastos corrientes bajó en Argentina del 48% al 31%, por lo que no quedan dudas de que es un resultado alentador. Sin embargo, del mismo relevamiento realizado por Unicef surge que el endeudamiento de los hogares creció en el último año y pasó del 23% al 31%. Lo que demuestra que una de cada tres familias en situación de pobreza debe endeudarse con tarjetas de crédito o créditos bancarios, de prestamistas y de Anses para cubrir sus gastos. Si se suman los préstamos por billeteras virtuales, aplicaciones o a través de mecanismos informales, el dato asciende al 45%. Es una realidad alarmante: casi la mitad de las familias pobres debe asumir una deuda para poder subsistir.

En la Argentina se está consolidando un fenómeno muy nocivo: pobres cada vez más pobres y ricos cada vez más ricos. Pero desde el Estado no se toman medidas que permitan contrarrestar la disyuntiva. Porque, como ya se dijo, a Milei no le interesa leer a Piketty.

Por Rodrigo Lloret / Perfil

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