Un acuerdo de subordinación en clave comercial y geoeconómica

Actualidad17/11/2025
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El jueves a la tarde, la Casa Blanca publicó el Joint Statement On Framework for a United States-Argentina Agreement on Reciprocal Trade And Investment, el marco general de compromisos comerciales firmado entre ambos países. Cabe señalar que esto no representa el texto final del acuerdo, el cual –según sostuvo el gobierno estadounidense– se sigue trabajando. Sin embargo, es posible realizar una serie de análisis en función de lo publicado, de la dinámica de la relación bilateral bajo los gobiernos de Milei-Trump y de la estrategia comercial del gobierno de Estados Unidos. En este sentido, seis puntos merecen ser puntualizados:

1. Excepcionalidad

El primero es la excepcionalidad. O, mejor dicho, la no excepcionalidad. Así como la compra de pesos por parte del Tesoro de Estados Unidos fue un hecho extraordinario e inusual para la dinámica de la política económica de ese país, que generó repercusiones y asombro en actores y medios tanto estadounidenses como globales, el Framework anunciado con Argentina respeta el formato y los tiempos del nuevo enfoque comercial de la administración Trump.

En relación al formato, los deseos iniciales del gobierno de Milei de firmar un Tratado de Libre Comercio chocaron de frente con la realidad: Washington busca compromisos comerciales puntuales, transaccionales y bilaterales. El comercio entendido en clave geoeconómica, donde no sólo se procuran beneficios económicos sino también ganancias en clave de seguridad nacional y de la disputa con China. El acuerdo con Argentina llega en una segunda tanda de este tipo de iniciativas, en el grupo de países de “prioridad baja”. En efecto, desde abril los funcionarios de Trump priorizaron los esfuerzos diplomáticos con sus principales socios económicos: China, la Unión Europea, Reino Unido, Japón, Corea del Sur y los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático [ASEAN] (Vietnam, Malasia, Camboya y Tailandia), muchos de ellos con acuerdos ya cerrados.

En este caso, además de anunciar el acuerdo con Argentina, el gobierno de Estados Unidos publicó el marco de negociación con Ecuador, El Salvador y Guatemala. Más allá de los contenidos particulares, el “trato especial” a la Argentina debe enmarcarse solamente desde una lógica regional. En otras palabras, los países que tienen una estrategia de acoplamiento con Washington negocian primero. Ahora bien, el mismo jueves el secretario de Estado, Marco Rubio, se reunió en la Casa Blanca con el canciller brasileño, Mauro Viera, para anunciar la discusión de Recriprocal Framework con ese país. El Brasil de Lula, luego del garrote de los aranceles del 50%, también tendrá, con mayores o menores beneficios, su acuerdo comercial bilateral. En suma, la excepcionalidad de la asistencia financiera otorgada a Argentina no tiene correlato en plano comercial.

2. Reciprocidad

La segunda cuestión es la reciprocidad. El acuerdo contiene quince puntos a los que se comprometió Argentina, y sólo dos de Estados Unidos. El mismo patrón se observa en los textos de Guatemala, Ecuador y El Salvador, quedando claro la asimetría en el poder de negociación. Por otro lado, el anuncio fue formulado por la Casa Blanca, que se reservó así el monopolio de la narrativa, pensando en la escena nacional: mostrarles a los estadunidenses cómo los demás países aceptan y abrazan el enfoque de Trump. No queda claro si en esas páginas está todo lo acordado o si es un recorte de los puntos principales. El texto final podría contener alguna dinámica más equilibrada –el diablo está en los detalles–, pero hasta aquí los anuncios muestran claramente quien tiene el poder.

3. Geoeconomía

El acuerdo tiene una dimensión geoeconómica, en el sentido del uso de instrumentos económicos con fines políticos. El comercio como un juego de suma cero: lo que vos me das se lo negás a otro. Sin aparecer mencionada una sola vez, China está en el centro del acuerdo. Cinco puntos buscan alinear a Argentina con Estados Unidos y alejar –o restringir– la influencia china. El punto Economic Security Alingment señala que Argentina va a combatir ciertas prácticas de “otros países” y se compromete a alinear con Estados Unidos herramientas, como el control de exportaciones en el escrutinio de inversiones. En un contexto de puja por el control de la Big Data, en el punto Digital Trade Argentina reconoce a Estados Unidos como la jurisdicción adecuada para la transferencia de datos fronterizos. En el punto Labor, Argentina se compromete a prohibir importaciones de bienes producidos bajo “trabajo forzado”, en clara alusión a las mercaderías chinas producidas en Xinjiang. En el punto Commercial Consideration and Oportunities, el gobierno de Milei se compromete a facilitar inversiones en minerales críticos, en plena disputa entre empresas occidentales y chinas por contratos de litio y otros minerales (el texto no deja en claro el lugar de las provincias, que son las propietarias de estos recursos). Por último, en el apartado Confronting State-Owned Enterprises and Subsidies, aparece el compromiso de “abordar las posibles medidas distorsionadoras de las empresas estatales”, sin que por la ambigüedad de la redacción se entienda si se refiere a empresas argentinas o extranjeras, como las poderosas firmas chinas que buscan negocios, por ejemplo en la licitación de la Hidrovía o en inversiones eléctricas.

4. Mercosur

Los compromisos arancelarios anunciados son vagos. El acceso preferencial que otorgará Argentina a Estados Unidos estará bajo los nuevos 50 ítems exceptuados del Arancel Externo Común que se acordaron en la Cumbre del Mercosur de julio en Buenos Aires, seguramente bienes de alto valor agregado. Argentina consigue que se remuevan aranceles en ciertos recursos naturales y bienes no patentados para su uso en aplicaciones farmacéuticas. Como señala Julieta Zelicovich, las autoridades de comercio de Estados Unidos venían anunciando una rebaja en productos agrícolas que el país no produce y en insumos farmacéuticos. Todo indica que se trata de un beneficio comercial que Argentina iba a tener con o sin acuerdo.

Lo más importante es el anuncio de que Estados Unidos podrá considerar acciones bajo la Sección 232, es decir la ley que le permite al presidente imponer aranceles o cuotas a productos importados si se consideran una amenaza a la seguridad nacional. Bajo esta norma, Trump impuso aranceles del 50% al acero y al aluminio que impactaron fuertemente en las exportaciones de Argentina. La posibilidad de establecer cuotas a las exportaciones argentinas queda abierta, pero sin que figure nada concreto. La suba de las acciones de empresas como Aluar y Techint luego del anuncio indica sin embargo que el mercado apuesta a que las cuotas formarán parte del texto final. Por último, el comunicado confirma que la carne argentina tendrá mejores condiciones de acceso al mercado estadounidense: una ampliación considerable de la cuota ya existente.

Lo central será entender la compatibilidad del acuerdo –cuando esté cerrado– con la normativa del Mercosur. El especialista uruguayo Ignacio Bartesagui señaló que, aunque Argentina otorga preferencias en el marco de las excepciones al arancel externo común, usarlas para recibir concesiones unilaterales de otro país sin la anuencia de los socios es una violación del artículo 1 del Tratado de Asunción. Este será un tema de amplias discusiones e interpretaciones en el bloque regional.

5. Barreras no arancelarias

En el marco de la liberalización del comercio exterior que viene desarrollando el gobierno de Milei, el acuerdo contiene compromisos específicos para mejorar el acceso al mercado –la competitividad– de bienes estadounidenses a partir de eliminar barreras no arancelarias, como la no exigencia de trámites consulares para las exportaciones estadounidenses o la eliminación gradual del impuesto estadístico (tasa de estadística del 3%) a las importaciones definitivas para los productos estadounidenses. Hay compromisos para remover obstáculos técnicos y requerimientos de conformidad exigidos. Se trata de un tema que la administración Trump viene impulsando globalmente en el marco de un mercado automotor caracterizado por la sobreoferta a partir de la irrupción de autos eléctricos de China. Para enfrentarla, el acuerdo prevé exigir los estándares de seguridad de los vehículos producidos en Estados Unidos, que son considerados bajos en muchas jurisdicciones. El resultado podría ser una mayor importación de autos finales desde Estados Unidos. En materia de propiedad intelectual, Argentina acepta tomar medidas contra productos falsificados y de piratería (la industria de “La Salada”) y también se compromete a abordar los retos estructurales citados en el informe especial de la Oficina del Representante Comercial de los Estados Unidos, entre los que se incluyen los criterios de patentabilidad y la acumulación de solicitudes de patente. En este sentido, Argentina se compromete a revisar su política de propiedad intelectual, aunque no están claros aún los impactos en el sector farmacéutico nacional.

Acoplamiento

Quien lideró las negociaciones con Argentina fue Jamieson Greer, el Representante Comercial de Estados Unidos. Sin embargo, en cada una de las negociaciones la figura de Scott Bessent, el secretario del Tesoro, ha sido central. Bessent puede calificarse como el primer “Secretario de Geoeconomía” en la historia de su país. Las negociaciones comerciales de las autoridades argentinas con Estados Unidos empezaron en julio, antes de que se pusiera de manifiesto la debilidad financiera del plan económico y el auxilio norteamericano. La gran incógnita es saber si el fuerte apoyo de Washington en materia cambiaria y financiera alteró la dinámica negociadora, dándole mayor poder a Greer para exigencias y compromisos y, por ende, achicando el espacio de negociación (ya reducido por una subordinación ideológica) de Argentina. ¿Estados Unidos vinculó ambas cosas? Sin la vulnerabilidad financiera del gobierno de Milei entre agosto y octubre, ¿el acuerdo hubiese sido más equilibrado? Difícil saberlo con certeza, aunque es fácil de suponerlo atendiendo al modo en que funcionan las relaciones internacionales. No hay almuerzos gratis.

En definitiva, el acuerdo confirma, sin contar aún con la letra chica, dinámicas que no pueden sorprender: el acoplamiento y la casi subordinación de la política exterior argentina al vínculo con Washington; una liberalización comercial que va más allá de los aranceles (y el malestar del gobierno de Milei con el Mercosur); la debilidad negociadora relativa de Argentina, tanto estructural –por la asimetría– como coyuntural –por la apuesta del programa de gobierno al vínculo con Trump–; y la instrumentalización por parte de la administración Trump de acuerdos comerciales bilaterales como instrumentos geoeconómicos que buscan contener “poison pills” (pastillas venenosas) para frenar la influencia de China.

Por Esteban Actos * Doctor en Relaciones Internacionales, docente e investigador de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Autor, con Nicolás Creus, de La disputa por el poder global, Capital intelectual, 2020. / Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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