





El gobierno de Javier Milei parece haber encontrado un día maldito en el calendario: los miércoles. Cada vez que el calendario marca la mitad de la semana, la Casa Rosada se enfrenta a nuevos problemas en la calle y muchas veces en el Congreso. Y hoy, por supuesto, no será la excepción.
La palabra "miércoles" proviene del latín vulgar Mecüris dies, que significa "día de Mercurio", en honor al dios romano del comercio, los viajeros y los mercaderes. Esa derivación es un rasgo común en las lenguas romances, como el español, donde la palabra se ha conservado y evolucionado desde el latín clásico Mercurii dies.
Por lo tanto, es el día asociado al dios Mercurio, dios romano del comercio, la elocuencia, los viajeros y la comunicación, así como el mensajero de los dioses y el guía de las almas al inframundo.
Mercurio es famoso por su rapidez, con alas en los pies y un sombrero alado, y por portar el caduceo, un bastón con dos serpientes que simboliza la paz y la diplomacia. Sus otros atributos incluyen una bolsa para el dinero y la protección de mercaderes, viajeros y ladrones.
En lunfardo argentino, por su inicio similar, se usa la palabra miércoles para reemplazar “mierda”. Se utiliza la palabra "miércoles" como eufemismo para evitar pronunciar la palabra "mierda" y así no blasfemar, especialmente en presencia de niños, de forma similar a otros términos que pueden tener connotaciones vulgares en el habla cotidiana.
El karma del gobierno de Milei con los miércoles parece darle una dimensión extra a este uso coloquial de la palabra y a la expresión: ¡Que día de miércoles!
Todas las semanas, los jubilados y jubiladas argentinas se movilizan frente al Congreso reclamando jubilaciones dignas, medicamentos, servicios de salud accesibles y un freno al ajuste que los afecta profundamente. Estas protestas se repiten con constancia, pese a la represión y las dificultades físicas que conlleva para personas mayores salir a la calle.
Esta movilización recuerda a otra de día fijo histórica en la Argentina: las rondas de de las madres de Plaza de Mayo de los jueves, que comenzaron un puñado de madres de víctimas del terrorismo de Estado durante la propia dictadura y fue el germen de que luego el movimiento de derechos humanos se volviera una reivindicación apoyada por la amplias mayoría.
Las marchas de día fijo condensan algo más que la protesta puntual: representan un acto de dignidad. En cada repetición semanal hay una afirmación de existencia y de derechos, como si la sola persistencia ya fuera un modo de resistir al olvido y a la indiferencia del poder político. Un “seguimos acá” incluso cuando el Estado parece darles la espalda.
Ese carácter ritual de volver, siempre en el mismo día y en el mismo lugar, convierte la marcha en un símbolo moral. La insistencia no se mide en multitudes ocasionales, porque lo que hoy es pequeño mañana se puede convertir en una gran movilización. La constancia acumula legitimidad. Así, tanto las rondas de los jueves de las Madres como los miércoles de los jubilados trascienden lo inmediato: son una pedagogía de la perseverancia, una lección de ciudadanía que interpela a generaciones enteras sobre la importancia de no abandonar las causas justas.
Pero, además, este miércoles confluyen otras reivindicaciones. Ya que también está convocada la Marcha Federal Universitaria contra los recortes a las universidades, y al mismo tiempo la oposición intentará revertir en el Congreso los vetos a las leyes de Financiamiento Universitario y Emergencia en Pediatría.
La convocatoria frente al Congreso reunirá a dos sectores que representan extremos generacionales: los jubilados, castigados por años de ajuste, y los jóvenes estudiantes y docentes universitarios, asfixiados por presupuestos que no alcanzan para sostener el dictado de clases. Esta confluencia de edades nos hace pensar en la transversalidad del reclamo. En un inicio, se decía que la juventud era el sector que más sólidamente apoyaba a Milei. Sin embargo, la contundencia del movimiento universitario comienza a ponerlo en duda.
Respecto a la sesión especial convocada por la oposición en Diputados, el oficialismo ya sabe que los números en el Senado le serán adversos y que en Diputados el margen está abierto. Por eso, la Casa Rosada jugó sus últimas cartas: giros de fondos a cuatro provincias (Misiones, Entre Ríos, Santa Fe y Chaco) destinados a emergencias específicas en cada jurisdicción, y hubo promesas de un presupuesto 2026 que dice poner la salud, educación y jubilaciones como “prioridad”.
Pero a pesar de las afirmaciones del Presidente respecto al presupuesto que enviará al Parlamento, muchos analistas han puesto la lupa en los números y afirman que no es todo color de rosas.
Los rectores universitarios advirtieron que los 4,8 billones de pesos previstos por Milei apenas alcanzan para replicar lo ejecutado en 2025. Calculan que el sistema necesita 7,3 billones para funcionar sin parálisis. La Confederación de Trabajadores de la Educación (CTERA) denunció que el gasto en educación, medido sobre el PBI, caerá del 1,48% en 2023 al 0,75% en 2026. Una reducción significativa.
Ayer, durante su discurso en el Foro de Emprendedores Industriales del Paraguay, Javier Milei apuntó contra el movimiento universitario que enfrenta los recortes. El Presidente negó que vaya a cerrar las universidades. "Ya pasaron 20 meses desde que estamos en el poder y no lo hicimos. Estamos al día con las universidades y algunas no quieren ser auditadas", dijo.
Recordemos que la movilización por la universidad pública fue la primera manifestación que rebalsó la Plaza de Mayo contra la motosierra de Milei. En ese entonces, el Gobierno se mantuvo firme, pero su imagen positiva era muy superior a la actual. Contaba con crédito social para aplicar el ajuste, algo que hoy se ve mucho más comprometido.
El artículo 30 del Presupuesto, que elimina los pisos históricos de financiamiento en educación, ciencia y defensa, es otra bomba de tiempo. Significa borrar de un plumazo garantías construidas durante décadas. La comunidad científica y universitaria lo denuncia como un plan de destrucción del futuro.
En el marco de la convocatoria a la movilización federal universitaria, la Universidad de La Matanza realizó un video donde muestran un “apagón simbólico”.
Una pata innegable de la estrategia del Gobierno ha sido la “batalla cultural”. En reiteradas ocasiones ideólogos del movimiento como Agustín Laje han acusado a las universidades de ser lugares donde se infiltra la ideología marxista o se adoctrina a los adolescentes.
Pero por fuera del discurso académico de Laje, hay también espacios donde se expresan los pensamientos más reaccionarios y nefastos de la militancia libertaria. Nos referimos, por ejemplo, al canal de streaming Carajo, un espacio que tiene el privilegio de recibir cada pocas semanas al Presidente, al ministro de Economía y a diversos funcionarios mientras nos niegan entrevistas a los periodistas que no pensamos como ellos.
Durante una transmisión de un programa en ese streaming, un influencer libertario llamado "Gordo Leyes" dijo que, si el oficialismo gana en octubre, meterían presos a opositores y cerrarían la universidad de Buenos Aires. “Si LLA gana en octubre, cerramos la UBA. Esa es la agenda que se viene y por eso los 'kukas' están desesperados”, aseguró. No somos nosotros quienes le damos entidad a estos personajes, sino el Gobierno asistiendo y legitimando sus programas.
En salud, la situación es igualmente crítica a educación. El 17% de aumento que promete el presupuesto no compensa los recortes de los dos años previos. Los hospitales nacionales recibieron hasta un 38% menos de fondos, el Instituto Nacional del Cáncer perdió más de la mitad de su presupuesto y la Superintendencia de Servicios de Salud sufrió un derrumbe del 56%.
Este panorama explica la centralidad simbólica de este miércoles, donde también concluye un paro de estatales convocado por ATE. El Congreso debatirá los vetos del Gobierno, la calle se llenará de jubilados y estudiantes, y el gobierno volverá a enfrentar un “día de miércoles”.
El oficialismo ya viene de dos derrotas electorales resonantes: la caída en la provincia de Buenos Aires y una serie de traspiés en el interior. El eslogan que intenta instalar Milei, “lo peor ya pasó”, suena hueco frente a la realidad de una inflación que se proyecta en 24,5%, pero podría dispararse si se descontrola el dólar, como pareciera estar ocurriendo durante los últimos días y como pronostican la mayoría de los economistas serios para después de las elecciones.
La oposición percibe la fragilidad. En Diputados se cuentan votos con la expectativa de que al menos la ley del Garrahan logre la ratificación. En el Senado, el jueves, lo espera otra derrota segura: la insistencia con la ley que obliga a coparticipar los Aportes del Tesoro Nacional, un reclamo muy sentido por todos los gobernadores, y que explica el fracaso de lo que fue la convocatoria a la “mesa federal”, un refrito del Pacto de Mayo intentado en julio de 2024.
Mientras tanto, el ministro del Interior, Lisandro Catalán, y el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, negocian con las provincias a contrarreloj, ofreciendo fondos y promesas de obras. Pero la desconfianza con los gobernadores es profunda. Después de meses de incumplimientos y maltratos, pocos se arriesgan a darle un salvavidas político a Milei.
La movilización popular se monta sobre esta debilidad institucional. No es solo una protesta sectorial. Es la expresión de un frente amplio que une a jubilados y estudiantes, médicos y docentes, trabajadores y científicos, en un reclamo común contra un ajuste que castiga a sectores amplios. La motosierra no ha parado de sumarle adversarios al Gobierno.
El miércoles será también un espejo del futuro. Porque si el oficialismo no logra recomponer su relación con el Congreso ni con la sociedad y no logra recuperar la iniciativa, el horizonte se empieza a nublar. El lunes, durante su cadena nacional, Milei pronunció lo que muchos consideraron un giro en su estrategia comunicacional en un momento de extrema debilidad política y económica. Se mostró con disposición al diálogo, a pesar de que el presupuesto presentado está repleto de consistencias.
Aunque proyecta superávit financiero y recomposiciones sociales, el presupuesto presentado se basa en supuestos macroeconómicos muy optimistas, sin resolver problemas estructurales como el tipo de cambio desalineado, la deuda insostenible y la fragilidad fiscal. Además, se evidencian recortes en partidas críticas este año y falta de reglas fiscales explícitas, mientras que las recomposiciones anunciadas solo compensan parcialmente la pérdida real de ingresos de jubilados, educación y discapacidad. En síntesis, si no hay un cambio de vientos, el Gobierno está condenado a tener “un futuro de miércoles”.
Milei apuesta a octubre como tabla de salvación y confía en revertir en las urnas lo que pierde en el Parlamento y en las calles. Pero las encuestas ya muestran un derrumbe en las expectativas económicas: del 57% de optimismo en diciembre pasado se pasó a un 57% de pesimismo en septiembre. La magia del “estamos mal, pero vamos bien” se diluye.
Observemos estos datos de la consultora D'Alessio IROL - Berensztein, recientemente publicados en Clarín.
Los datos son fuertes. Cuando en diciembre 2024 le preguntaban a la gente cómo creía que estaría la situación económica en un año, el 57% respondía "mejor" y el 36%, "peor". Ahora la taba se dio vuelta: hay un 57% de pesimistas y un 40% de optimistas (en ambos casos, completan porcentajes marginales de "no sabe/no contesta").
La clase media baja, que no recibe subsidios ni quiere recibirlos, fue la más golpeada por el ajuste. Los sectores populares ven recortados sus ingresos y derechos básicos. Y hasta los sectores privilegiados por Milei empiezan a mirar con desconfianza la falta de resultados concretos y la insostenibilidad del plan.
En este contexto, los miércoles funcionan como catalizadores. Son el día en que la política institucional y la movilización social confluyen, generando un escenario de máxima tensión. Lo que se juega esta tarde no es solo el destino de dos leyes vetadas, sino la capacidad del gobierno de sostener su relato frente a una realidad que lo desmiente.
El jueves, además, llegará el turno del Senado y de nuevas votaciones adversas. Esta semana se abrirá el secreto de sumario en la causa por los audios de Diego Spagnuolo. Cada jornada acumula más presión sobre un Ejecutivo que parece naufragar entre vetos y movilizaciones.
Cómo desarrollamos al inicio de esta columna, el origen del nombre del tercer día de la semana se basa en el dios romano Mercurio, lo que nos remite a otra frase que se puso de moda últimamente y protagonizó memes y comentarios en redes sociales: “mercurio retrógrado”. Comúnmente en la astrología se usa la expresión para describir períodos en los que se cree que el planeta Mercurio aparenta moverse hacia atrás en su órbita desde la perspectiva de la Tierra.
Astrológicamente, este fenómeno se asocia con confusión, retrasos y problemas en la comunicación. Aunque el movimiento retrógrado es solo una ilusión óptica, la expresión se ha popularizado como una forma de explicar contratiempos cotidianos o situaciones complicadas en la vida personal y profesional.
En el lenguaje cotidiano, muchas personas usan la frase de manera informal para justificar pequeñas frustraciones o accidentes. Por ejemplo, si alguien pierde un vuelo, experimenta problemas con su computadora o discute con un colega, puede atribuirlo al hecho de que “Mercurio está retrógrado”. De esta manera, la expresión funciona como una especie de explicación mística que da sentido a eventos inesperados, aunque no haya evidencia científica que respalde la influencia del planeta en estas situaciones.
Además, “mercurio retrógrado” se ha convertido en un recurso cultural y mediático. Aparece en memes, publicaciones en redes sociales muchas veces con un tono humorístico o irónico. En este contexto, la frase se ha transformado en un símbolo popular para describir cualquier período de caos, desorganización o mala suerte, trascendiendo su origen estrictamente astrológico.
¿Superará el Gobierno su “mercurio retrógrado” y se alinearán los planetas nuevamente a su favor? La pregunta ya no es si “lo peor ya pasó”, sino cuánto más se puede deteriorar la relación entre el oficialismo y la sociedad. Porque, hasta ahora, cada semana trae una nueva derrota. Y en la política argentina, los símbolos pesan tanto como los números.
El miércoles se consolida como un espejo del presente político argentino: un día en el que la fragilidad institucionalidad de Milei y la movilización social se encuentran, mostrando las tensiones acumuladas por un gobierno que parece perder el control del relato y de la gestión. Las marchas semanales no son solo actos de protesta; son símbolos de resistencia y pedagogías de la perseverancia que enseñan la importancia de no abandonar las causas justas frente a un Estado que se muestra ausente y un Presidente que se ha jactado de ser “cruel”.
En la cultura romana, Mercurio es un dios que protege a mercaderes, viajeros y ladrones. Tres atributos que bien podrían ser atribuidos al Presidente o figuras de su entorno más cercano. Es paradójico que el día asociado con esta deidad sea el menos esperado de la semana para el Gobierno.
Producción de texto e imágenes: Facundo Maceira Por Jorge Fontevecchia / Perfil





