







El juez Alejandro Litvack resolverá al final de esta semana si se convoca a Cristian Graf a prestar declaración indagatoria, por ahora únicamente por el delito de encubrimiento del homicidio de Diego Fernández Díaz, sin que el fiscal Martín López Perrando sepa o manifieste quién fue el autor. Lo más probable es que Litvack le diga que sí al pedido del fiscal, pero la decisión es fina: ¿es suficiente para configurar el delito de encubrimiento que Graf le haya dicho a los albañiles que los 151 restos humanos encontrados en el fondo de su casa pertenecieron a alguien de una iglesia o que llegaron con tierra de relleno cuando se construyó una pileta? El abogado de Graf ya adelantó que dirá que no sabe nada, que no entiende cómo llegaron esos restos allí, pero los hechos parecen objetivos: no puede ser casualidad que justo aparezca enterrado el cuerpo de un compañero del colegio en el fondo de la casa de la avenida Congreso 3742.


Más allá de la resolución de Litvack, es fundamental echar una mirada sobre todo el caso, de la mano del escrito de López Perrando y, sobre todo, del análisis del profesor en criminalística Raúl Torre. Estos son los puntos claves:
1.- ¿Estamos ante el caso de un plan preciso y meditado de homicidio y luego borrado de los rastros?
“El homicidio fue un hecho imprevisto y sorpresivo”, escribió el fiscal. “Es un hecho espontáneo, una pelea que surgió en el momento” -sostiene Torre. La cuestión surge esencialmente porque el arma utilizada fue un cuchillo y no aparece un elemento más sofisticado, como podría ser un arma de fuego. Torre agrega que “todo indica que el asesinato fue cometido por un hombre y posiblemente una sola persona, aunque no se puede descartar del todo que haya habido alguien más”. El diagnóstico de que el autor fue un hombre tiene que ver con que, según describe el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAA), Fernández Lima tenía los músculos y la contextura de un deportista, por lo que se requería fuerza para doblegarlo. “En mi experiencia, en que vi muchísimos casos, es rarísimo que una mujer tenga la fuerza para matar a un hombre con un cuchillo”, redondea el criminalista. Como se sabe, a Cristian Graf le decía Jirafa porque era alto y fuerte.
2.- ¿Una única herida?
En el escrito del fiscal aparece como posibilidad que haya actuado una segunda persona porque dice, textualmente, “en cuanto a las lesiones perimortem, se constataron aquellos traumas cortopunzantes y cortantes que fueran señalados anteriormente, destacando que habrían sido producidos probablemente, por dos filos distintos”. Perimortem significa al momento de la muerte o enseguida después. De manera que los dos filos pueden referirse a un cuchillo con el que se cometió el crimen y otro con el que se intentó -y no se logró- descuartizar el cuerpo. López Perrando es categórico en que la herida clave es una sola: “En tercio esternal del cuerpo costal, sobre borde inferior, corte lineal; en cara externa, solución de continuidad de 9 mm; trauma cortopunzante, de dirección derecha a izquierda”. O sea, una única cuchillada, y después --todo parece indicar- se usó otro cuchillo para intentar descuartizar.
3.- ¿Qué indica la sepultura?
“Es todo precario y posiblemente a las apuradas”, diagnostica Torre. El criminalista, que fue jefe de la Policía Científica, afirma que cuando un homicida entierra un cuerpo en su propia vivienda, es porque no tiene cómo sacarlo. Por ejemplo, no cuenta con un vehículo o piensa que lo verán sacar el cadáver. Porque sucede que el cuerpo es una prueba demoledora y la lógica es que, por ejemplo, lo tire en un basural, donde será muy difícil hacer luego la vinculación con quien mató. Pero se ve que no pudo, intentó descuartizar el cadáver y efectivamente tirarlo, pero descuartizar no es fácil y no contó, aparentemente con la posibilidad de sacarlo. En esa situación, las sepulturas suelen ser a pocos centímetros de profundidad. “Los homicidas improvisados son personas comunes, no saben cómo desprenderse de un cuerpo ni cavar una sepultura. Las sepulturas de cuatro metros de profundidad para enterrar un cuerpo son de las películas de Hollywood, no de la vida real”, apunta Torre. En su dictamen, el fiscal dice: “la ubicación del enterramiento en un sector del fondo del predio, refuerza la hipótesis de que el hecho sucedió allí mismo y que el ocultamiento del cuerpo se materializó inmediatamente tras haberse consumado”.
4.- ¿Es posible que el resto de la familia no supiera del homicidio?
“Difícil, pero no imposible. Si justo los hechos se produjeron cuando el resto de los habitantes de la casa fueron al cine, tal vez nadie se enteró, pero parece improbable”, redondea Torre. Sucede que descuartizar es dificultoso y obviamente hubo muchísima sangre en el lugar donde se produjo la muerte, donde se intentó descuartizar y en la ropa de la persona. Como se sabe, si los que se enteraron fueron integrantes de la familia y quien mató también, no hay encubrimiento en ese momento.
5.- Sin embargo, el fiscal imputa a Graf por encubrimiento. ¿Cómo puede ser?
El fiscal López Perrando afirma que el encubrimiento se produjo el 20 de mayo, cuando se encontraron los restos. “Norberto Cristian Graf intentó persuadir a los presentes de que esos huesos que se encontraban allí podían resultar de vieja data, indicando que en el lugar había funcionado una iglesia, haciendo alusión a una posible tumba. También refirió que en el lugar hubo un establo y por último que en ocasión de construirse una pileta en el fondo, se había pedido un camión de tierra que pudo eventualmente haber traído y depositado en el lugar los restos óseos. En ese contexto, las manifestaciones de Graf resultan no sólo inverosímiles, sino que denotan un claro conocimiento previo de la existencia de los restos en el lugar, así como una intención deliberada de desviar la atención y generar hipótesis falsas. Resulta inverosímil sostener que, habitando durante más de cuatro décadas en el mismo inmueble donde se encontraba enterrado el cadáver de su compañero de escuela, el imputado no hubiera tenido conocimiento de su existencia. Ese cuadro indiciario se agrava por el absoluto silencio que Graf mantuvo desde el día del hallazgo, el 20 de mayo, hasta la actualidad”.
6.- ¿Qué puede hacer el juez Litvack?
Tal vez lo más probable sea que el magistrado haga la convocatoria a la indagatoria con Graf como imputado por encubrimiento. De lo contrario el juez dejaría el caso en vía muerta, algo que parece ir en contra de una demanda social de saber al menos qué ocurrió. Es cierto que, desde el punto de vista del derecho, la cuestión no es para nada sencilla. Están quienes dicen que esas afirmaciones ante los albañiles no son suficientes para hablar de un encubrimiento. Otros consideran que el ocultamiento del cuerpo, el verdadero encubrimiento, se produjo en 1984. Y, los menos, cuestionan que se pueda encubrir un delito que no se sabe quién cometió. En este último terreno, la mayoría cree que sí se puede encubrir, aunque no se sepa el autor del delito. Como se ve, Litvack tiene que sortear distintos obstáculos.
7.- ¿Cómo incidirá la defensa de Graf en la situación?
Los dos abogados, Érica Nyczypor y Martín Díaz, se presentaron vía mail ante la fiscalía, que reenvió el correo al juez. En los medios, Díaz insistió una y otra vez en que Graf no sabe qué sucedió ni cómo llegó el cuerpo de su compañero del ENET 36 a su jardín. Todo es poco creíble. Pero en esa sintonía los letrados dirán que sus dichos ante los albañiles fueron espontáneos, que no trató de tapar nada y que la familia fue la que llamó al 911. Un detalle que tiene su relevancia: en verdad la llamada al 911 fue hecha por Ingrid Graf, hermana de Cristian, quien vive en Esquel y que casualmente estaba en la casa de avenida Congreso el 20 de mayo porque operaron a la madre. En principio, Ingrid ya no vivía en Congreso 3742 en 1984 y efectivamente podría ser ajena a todo. Frente a la defensa planteada por los abogados, que se traducirá en la indagatoria (si la hay), habrá que ver si hay elementos para procesar, aunque sólo por encubrimiento. Se podrá especular con que Graf o su padre cometieron el homicidio; que tal vez hubiera elementos de choque en la pasión por las motos o en alguna tentativa de abuso, y en el marco del conflicto -cualquiera que sea- se produjo una pelea y la cuchillada. Es una hipótesis razonable. Pero los 41 años transcurridos, la falta de pruebas sobre la autoría y la prescripción parecen plantear obstáculos que no serán fáciles de sortear. De todas maneras, nada está escrito de antemano. La pelota está en movimiento.
Por Raúl Kollmann / P12







