Evolución y causas de la inflación: medidas, impacto, sustentabilidad y perspectivas

Economía22/06/2025
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Uno de los logros de los que se jacta el Gobierno es el proceso de desaceleración de la inflación en el último año. Es necesario analizar tanto los aspectos cuantitativos y cualitativos del proceso inflacionario como sus implicancias y perspectiva.

El rebrote inflacionario lleva casi 20 años, pero se agravó en la última década, la inflación terminó en un 25% anual en 2015, en un 47% en 2019 y tras tocar un 94,8% en 2022 cerró en 211,4% en 2023, el valor más alto desde 1991.

Así la suba de la inflación constituyó uno de los principales factores económicos que causaron la derrota del Frente de Todos en 2023. En términos mensuales los precios aumentaron 3,49% en 2021, levemente inferior al 3,66% del último año de Macri (2019) acelerando a un 5,72% en 2022 y a un 8,64% en los primeros 11 meses de 2023.

Sin dudas en tal dinámica impactó la suba de la inflación mundial tras la guerra de Rusia y Ucrania por fuera de los problemas políticos que incidieron en los errores e insuficiencias de la gestión económica del gobierno de Alberto Fernández, agravados por la sequía de 2022/ 2023.

Una elevada inflación genera serios problemas de retroalimentación de expectativas negativas, distorsión en los precios relativos, diversos comportamientos especulativos y una incertidumbre que afecta a los procesos de inversión y a la población como un todo. Por eso suele ocurrir como pasó en 2023, que, aunque los salarios sigan a la inflación y haya bajo desempleo, la gente demande estabilidad de precios.

En mayo de 2022 señalé en una entrevista1 que la experiencia histórica de nuestro país reflejaba que no se podía ganar las elecciones con una inflación superior al 30% anual y que era necesario un Plan de Estabilización integral que empalme con una estrategia de desarrollo. No fue posible en esa coyuntura y la historia y su desenlace son conocidos.

Luego del salto devaluatorio de fines de 2023, la inflación mensual traspasó otro record (14,95%) en los primeros tres meses de 2024, para luego descender a un 4,2% promedio entre mayo y septiembre de 2024, y posteriormente caer sostenidamente con la excepción de abril de 2025.

Entonces hay dos realidades. La primera es que la inflación descendió el último año, luego de subir fuertemente en la gestión Milei, en parte por temas de arrastre y fundamentalmente por decisiones tomadas por el nuevo Gobierno (devaluación, tarifazos, eliminación de ciertas regulaciones de precios). La segunda es que aún está en niveles elevados y que hay precios retrasados o reprimidos que auguran una mayor inflación futura.

Así a pesar del “logro” del bajo índice del mes de mayo (1,5%), el menor nivel en cinco años, la inflación se encuentra en niveles aún altos para los estándares que se pregona como “exitosos”. Más precisamente, la tasa promedio mensual de la inflación en 2025 es del 2,52%, por encima del promedio del 2017, que había sido del 1,9%, año previo a la crisis cambiaria de abril de 2018. En mayo la tasa interanual es de 43,5% perforando a la baja el 47% de 2019, pero dificilmente logre bajar a un dígito anual sin una fuerte recesión.

Para lograr tal descenso el Gobierno llevó a cabo una estrategia que incluyó elementos ortodoxos como la citada maxi devaluación de diciembre de 2023, suba de tarifas y un fuerte ajuste del gasto público, pero también componentes “heterodoxos” que predominan luego del fuerte ajuste ortodoxo inicial, incluyendo el control de los principales precios de la economía, especialmente reforzando tres anclas:

1) ancla cambiaria interviniendo los diferentes tipos de cambio mediante el crawling-peg de enero de 2024 a abril de 2025 y las bandas cambiarias desde abril), además del control de las tasas de interés que fueron negativas en términos reales por 16 meses, 2) un ancla tarifaria que se profundiza desde abril de 2024, 3) ancla salarial con mínimas subas del salario mínimo (SMVyM) y en forma especial en 2025 la no homologación de paritarias por encima del valor pre determinado por el Gobierno ( en torno al 1% mensual), luego de la fuerte caída del primer semestre de 2024 y la recuperación parcial del segundo semestre en el salario real.

Las anclas cambiarias y tarifarias y otras medidas que limitan precios, provocan una inflación reprimida que era de 14 puntos porcentuales anuales en abril de 2024 y ya alcanza los 31,8 puntos, que en algún momento alimentarán la inflación futura.

Es claro que fuera del plano discursivo donde Milei señala que la inflación es un fenómeno exclusivamente monetario, el Gobierno aplica un plan económico con numerosos instrumentos heterodoxos porque reconoce la importancia de tales factores.

Claramente emplear un ancla cambiaria es propia de todos los planes de estabilización tanto exitosos como fallidos, siendo empleada en todos los Gobiernos desde hace décadas, dado el carácter bimonetario de la economía nacional. Veamos en el siguiente gráfico la estrecha relación entre ambas variables, inflación y la tasa de devaluación.

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Para poder entender la estrategia del Gobierno, implicancias y sustentabilidad del proceso, analizaremos cuáles son los determinantes de la actual inflación en perspectiva histórica.

Para ello, usaremos el modelo realizado por Luis Trajtenberg, Sebastián Valdecantos y Daniel Vega en “Los determinantes de la inflación en América Latina: un estudio empírico del período 1990-2013” incluido en el documento de la CEPAL “Estructura productiva y política macroeconómica - Enfoques heterodoxos desde América Latina” del año 2015.

El trabajo realiza una estimación de las diversas fuentes de la inflación para los distintos países en base a un conjunto de variables construidas con distintas series macroeconómicas.

Dicho conjunto incluye además del componente cambiario de la inflación, el impacto de la puja distributiva (aumento o recuperación de los márgenes de ganancia y posterior recuperación total o parcial del poder adquisitivo del salario), exceso de demanda sobre la oferta midiendo la brecha de producto (PBI), el componente de inflación importada dado por los términos de intercambio (especialmente precios de alimentos y energía) y la inflación inercial (contratos y precios que se fijan por indexación pasada) para citar las más relevantes..

El modelo analiza así variables que contempla la ortodoxia (exceso de demanda) como la heterodoxia (el conjunto de variables especialmente factores de costo y fallas en la estructura económica).

Tanto el plan Austral como el Plan de Convertibilidad y el Plan 2002-2003 incluyeron medidas que intentaron minimizar todos los referidos componentes canales de propagación, con éxito en la reducción de la inflación, más allá de desvíos posteriores que alteren su resultado. Los posteriores gobiernos atendieron solo algunos factores, desatendiendo otros y no pudieron así quebrar la dinámica de inflación creciente.

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Como los diversos Gobiernos anclaron con mayor o menor éxito la política cambiaria, podemos ver en el cuadro anterior que, la aceleración de la inflación desde fines de 2021 se explica principalmente por la recomposición de márgenes y la puja distributiva, relegando al segundo al canal cambiario, quedando luego en orden de relevancia la inercia inflacionaria, la inflación importada y el exceso de demanda sobre lo producido.

Vemos así que como ha ocurrido históricamente, predominan los factores de costos (tipo de cambio, inflación importada, puja distributiva) sobre problemas de demanda en el problema inflacionario.

El Gobierno anterior pudo mantener relativamente un ancla tarifaria y cambiaria pero el crecimiento de las expectativas de devaluación de 2023 generó una recomposición de márgenes que profundizó la puja distributiva. Márgenes y salarios que aumentaban con una actividad económica creciente que convalidaba mayores márgenes de ganancia en un contexto de incertidumbre con una economía con una importante protección arancelaria.

Para una inflación registrada a principios de 2022 del 11,5% (variación % trimestral), la inflación por puja distributiva fue de 6,2 puntos porcentuales (p.p). mientras que la cambiaria aportó solo 1,7 p.p.

A partir de entonces, se observa que la inflación fue creciendo hasta llegar en el I-2024 (trimestre posterior de la fuerte devaluación cambiaria de comienzo de la gestión de Milei) al 49,0%, explicada principalmente por cerca de la mitad por la puja distributiva (+22,8 p.p.) seguido en importancia por la inflación cambiaria (+17,5 p.p.) y la inercia inflacionaria (+7,0 p.p.) mientras que el resto de factores aportó 1,8 p.p.

Posteriormente, como vimos se registra un descenso de la inflación en forma pronunciada desde el cuarto trimestre de 2024. En el primer trimestre de 2025 con una inflación del 7,6% trimestral promedio, la inflación por puja distributiva explicó la mayor parte (+5,6 p.p.) mientras que la inflación por exceso de demanda fue la segunda fuente en importancia con +2,4 p.p., seguidas por la inercia inflacionaria (+1,7 p.p.), la inflación cambiaria (+1,6 p.p.) con una inflación importada muy poco significativa (+0,2 p.p.), por la apertura a las importaciones en un contexto de desinflación global. El resto de las variables no aportó a la inflación.

Como la “puja distributiva” es el principal componenente de la inflación presente, el Gobierno plantea en este contexto, como refuerzo a la política anti inflacionaria el control de la puja distributiva disciplinando tanto los márgenes con una mayor apertura importadora y poniendo freno a las paritarias ante la legítima demanda de recuperar las pérdidas en el salario real. Este freno a márgenes y salarios se profundiza conteniendo el nivel de actividad para disciplinar aún más a la baja a los precios de bienes y servicios.

Así una suerte de “populismo antiinflacionario” acude a “soluciones” cortoplacistas, que generarán mayores distorsiones económicas y sociales a futuro, en lugar de buscar soluciones más justas y racionales.

Hablamos de un Pacto Social para ordenar la puja distributiva y recomponer precios atrasados a la par de fomentar una mayor productividad de la economía, evitando cristalizar tanto una situación social compleja como una regresividad creciente en la distribución del ingreso, además de analizar selectivamente el grado de protección arancelario en un contexto proteccionista global que puede amplificar el déficit externo y la desaparición de amplios sectores productivos.

Como el componente central en la inflación es de costos, si no se frenan los aumentos de los mismos, especialmente generados por precios oligopólicos y monopólicos que inciden sobre la inflación inercial, se debe profundizar más la caída de la demanda para lograr una inflación baja haciendo que el “sacrificio” de la mayor parte de la economía real sea así mayor.

Hay signos adelantados de desaceleración económica una caída real en mayo del IVA de 2,4%, de 7,2% en despachos de cemento, baja de 12,1% en el índice Construya y de 0,4% en el uso de energía en la producción industrial. Esto es consistente con un aumento del desempleo al 7,9% de la población activa en el primer trimestre de 2025. Por eso el Gobierno incentiva el endeudamiento de empresas y familias y un “pseudoblanqueo” para compensar la falta de pesos y de dólares y evitar una caída mayor de la actividad.

La historia enseña que temporalmente es factible un éxito antiinflacionario como pasó con la tablita de Martínez de Hoz o durante un plazo más prolongado en la convertibilidad, pero que los factores que contribuyen a la baja temporal, generan consecuencias serias a mediano plazo (apertura, retraso del tipo de cambio, ancla tarifaria, recesión, cepo salarial y menores márgenes empresarios) que no solo alimentan la inflación futura, sino que profundizan los desequilibrios macro.

Es evidente que no hay estabilización sustentable con precios retrasados. Un plan de estabilización exitoso requiere de precios alineados (tipo de cambio, tarifas, salarios) y como vimos de un conjunto de medidas sistemáticas que incluya todas las causas de la inflación en el tema fiscal, monetario, cambiario, comercio exterior, puja distributiva, medidas de aumento de la productividad, cambios en la estructura económica para lograr una mayor competencia, además de atacar la inflación inercial.

Lo cierto es que el horizonte de la política económica es octubre (fecha de las elecciones). La estrategia de bajar la inflación a cualquier costo se funda en que una mayoría del electorado muy probablemente valorará la baja de la inflación a pesar de las consecuencias en la economía real y más allá de la evidente falta de sustentabilidad del proceso. Para un análisis más detallado de este punto ver mi nota de hace dos semanas https://www.ambito.com/opiniones/sustentabilidad-politica-y-economica-estamos-1991-o-2017-n6149118.

Así el Gobierno puede llegar con una inflación más baja manteniendo el actual esquema hasta octubre, si no hay shock externo que afecte el tipo de cambio o los precios internacionales. Un riesgo es el conflicto en Medio Oriente y su incidencia en el precio del petróleo.

Resulta necesario entonces no solo explicitar lo endeble de la temporal baja de la inflación y las futuras consecuencias negativas de la estrategia del Gobierno, pero también es imprescindible que la principal oposición reconozca la importancia de mantener una inflación baja, además de formular un genuino y sustentable plan integral de estabilización que empalme con un plan de desarrollo, tanto para contener los daños en el presente como para evitar nuevas frustraciones a futuro.

(1):https://www.lapoliticaonline.com/entrevista/sin-heterodoxia-no-se-puede-pero-con-heterodoxia-no-alcanza/
TemasInflación

Por Alejandro Vanoli / Ámbito Financiero

Arte: Sebastián Arguesano

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