Todo vuelve a empezar

Actualidad11/06/2025
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Hoy es imposible vaticinar qué podría gestarse a partir de la decisión de esta Corte abyecta, apurada por su venganza de clase porque, entendámonos: de eso se trata antes de cualquier otro factor.

El pueblo dirá o no dirá. El pueblo y la dirigencia que convoca a la representación de sus mayorías sufrientes, desde minorías intensas que ahora tienen la enorme y obligatoria responsabilidad de apartar toda diferencia.

 

Quizás ocurra que los sectores dominantes comprobarán haberse disparado a los pies, por aquello de despertar al gigante dormido. Cristina proscripta es una invitación al fervor popular porque es mucha la gente que la adora. Esa pasión es capaz de ser contagiosa cuando, además y aunque la coyuntura parezca sugerir lo contrario, este modelo salvaje se encamina tarde o temprano hacia su ocaso irreversible. No hay espacio en Argentina para eso que se llama “peruanizar”. O no, al menos, sin una resistencia creciente de este país que de eso sabe mucho.

Pero ahora no es momento de calcular la deriva de esta circunstancia histórica. En todo caso, sí lo es para que el sentimiento inmediato comience a generarla.

Un sentimiento de asco profundo por todo lo que rodea a esta aberración que el propio ministro de Justicia, el actual, Mariano Cúneo Libarona, definió prácticamente como tal.

Asco profundo por la maquinaria comunicacional que fue adelantando el fallo de los tres monigotes. El patrón iba cantándoles cada paso de lo que sucedería.

Asco por ese deleite que muestran en sus rostros draculianos y en sus oraciones atropelladas, incapaces siquiera de disimular a través de mínimos rasgos de “independencia” analítica. Hablan de la cantidad de jueces por los que pasó la causa y se guardan a pura desvergüenza que, justamente, eso es lo que aumenta el bochorno de un proceso desbordante de irregularidades escandalosas.

Las obras no están. Sí, las obras están. Hubo sobreprecios. No, no se comprobó. Las pericias no pudieron establecerlo. Como Sergio Moro, juzgaron por “íntima convicción”. Nada originales, entonces. Igual de miserables. Ella no podía no saberlo. Ese es el fundamento, para oprobio de cualquier conciencia con sustrato moral, ético, jurídico.

Asco porque sus mandantes, sus financistas, sus gorilas, desde el fondo más profundo del odio clasista, están celebrando. Este aspecto, que semeja obvio, es fundamental. Ver quiénes están festejando es la prueba irrefutable para saber en qué lado ubicarse.

Asco porque arrecian vomitando contra la chorra los que siguen choreándose el país. Y los que se suman desde la resta de vivir peor que cuando mejor estuvieron, cuando más plata ganaron, cuando nadie los jodió salvo por repartir con algún equilibrio chiquito pero estimable.

Es emocionante la entereza con que Cristina volvió a manifestarse.

No llamó a pudrir nada. Dijo que no es hora de lágrimas, sino de organización. De militancia. De prepararse, porque los que se van a pudrir son ellos.

Cabría suponer que, en sus términos prospectivos, se acabó la interna peronista. O la interna a secas.

No podrá ser candidata, pero su lugar domiciliario de cárcel será un lugar de procesión y tiene a quien la suceda. En ese orden, estrictamente. Para reiterar, sin embargo: lo segundo sobrevendrá de manera inevitable y lo primero le demostrará al gorilaje que, a pesar de todo, no nos han vencido.

Escribo estas últimas líneas en un plural personalizado porque me sale así. Porque estoy tan conmovido como cualquiera de ustedes. Porque lo previsible del impacto no aminora su potencia.

Y porque estoy convencido de que, en vez de haberse terminado todo, recién empieza.

Por Eduardo Aliverti / P12

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