Otra vez la heterodoxia inviable

Economía05/06/2025
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Desde un sector de la oposición la crítica del presente suma la añoranza por los logros del pasado. Además, cuando el presente es horrible es fácil creer que todo tiempo pasado fue mejor. Sin embargo, en la economía existen los datos concretos. El primero es el estancamiento, e incluso una leve caída, del PIB per cápita desde 2011 y el segundo, el aumento del endeudamiento desde 2015. Las variaciones de la inflación desde entonces se relacionan directa o indirectamente con estos dos fenómenos. Pero el factor común en todos los períodos fue siempre el mismo: chocar contra la restricción externa que se retroalimenta con el tercer dato concreto, la falta de moneda, que la moneda propia no sea reserva de valor. Recapitulando, la película de los últimos 14 años muestra crecimiento estancado, endeudamiento en aumento, restricción externa, ausencia de moneda y soluciones heterodoxas.  

Un enfoque económico heterodoxo no remite solo al manejo y concepción del déficit fiscal, sino a la intervención estatal para controlar los precios básicos, es decir, evitar que estos precios sean determinados por las fuerzas del mercado. Contra la creencia vulgar, entonces, heterodoxia no es sinónimo de imprudencia fiscal. Durante “el tercer kirchnerismo”, por ejemplo, la expansión fiscal se utilizó, entre otros fines, para impulsar los salarios. Los trabajadores con más conciencia histórica recuerdan con afecto la etapa porque el kirchnerismo nunca fue neutral en la distribución del ingreso, siempre que pudo laudó en favor de los trabajadores, un sesgo redistributivo que hace a la esencia del peronismo.

Pero no todo es soplar y hacer botellas, darle a la demanda, en la economía existen las restricciones. A primera vista podría pensarse que aumentar salarios tiene como límite hasta dónde es posible reducir la tasa de ganancia del capital. Parece evidente que no se puede ir más allá de una ganancia media internacional más el riesgo local. Sin embargo, no fue esta restricción la que frenó al tercer kirchnerismo.

El capital puede enojarse por tener que pagar más salarios y en consecuencia mover sus fichas, pero esto representa un límite político, no económico. El límite económico fue la restricción externa, quedarse sin dólares. Sintetizando un fenómeno sobre explicado, la expansión de la demanda agregada, inducida por la expansión del gasto, llegó al límite de quedarse sin divisas, lo que se tradujo primero en el gasto de reservas internacionales acumuladas en las etapas anteriores y luego en inflación. La inflación es siempre un efecto antes que una causa, pero también es siempre una fuente de enojo social, lo que se traduce en perder las elecciones. La primera conclusión es que la heterodoxia “de izquierda”, la que redistribuye en favor del salario, fue insostenible porque durante el proceso no transformó la estructura productiva para alejar la restricción externa. Esta limitación fue la que le impidió alcanzar la estabilidad macro necesaria para iniciar el largo proceso de recuperación de la moneda. El resultado, luego de cuatro años de estancamiento, fue perder las elecciones.

Saltando al presente, algunos imaginan que el programa mileísta es una variante de la ortodoxia clásica, algo que podría haberse dicho, por ejemplo, de los últimos años del macrismo. Lejos de ello, antes que dejar que los precios básicos sean determinados por las fuerzas del mercado, el mileísmo interviene activamente en la fijación de todos y cada uno de ellos. Claramente el sesgo es en favor del capital y en contra el trabajo, por eso es una “heterodoxia de derecha”: ajustó contra salarios, de activos y pasivos, y redujo los impuestos que afectaban a los deciles de ingreso superiores.

Lo único verdaderamente “libertario” del oficialismo, además del nombre, es la búsqueda de la destrucción de todas las funciones del Estado, incluidas hasta las que la ortodoxia clásica considera básicas, como salud, educación e infraestructura.

Sin embargo, en el manejo de la macroeconomía el gobierno es absolutamente “dirigista”, intervencionista. El plan económico carece de cualquier sofisticación, solo se basa en clavar los dos principales precios relativos de la economía, el dólar y los salarios, para, por esta vía, bajar la inflación, su gran promesa y supuesto triunfo. Pero como planchar el dólar demanda dólares y los dólares no alcanzan, la contrapartida es la constante suba del endeudamiento, lo que involuntariamente lo hermana con el macrismo, con quien comparten al principal gestor en la materia, el candidato a récord Guinness de endeudamiento serial, Luis Caputo. Nótese, de paso, que no es el combate contra el déficit o la cantidad de dinero lo que hace tender a la baja a la inflación, sino como enseña la buena teoría, el control de los precios básicos.

Parece extraño, pero mientras la tarea esencial del cuarto kirchnerismo, el gobierno del Frente de Todos, fue renegociar la deuda dejada por el macrismo, la tarea esencial del mileísmo es sacar conejos de la galera para expandir el endeudamiento hasta el paroxismo. Lo que diferencia a uno y otro período es que los mercados financieros sostienen (y lo seguirán haciendo hasta donde puedan) a la heterodoxia “de derecha” y combaten a la “de izquierda”. Los mercados son siempre pragmáticos, entienden que lo que importa de un programa es su sesgo en favor del capital, si es ortodoxo o heterodoxo es apenas circunstancial.

Lo que viene es predecible, planchar salarios destruye la demanda agregada, planchar el dólar destruye la producción interna de transables. Sostener el precio del dólar a fuerza de deuda siempre tiene fin. Mantener la esperanza de la población en un futuro mejor necesita alguna luz al final del túnel. En economía, al menos durante un tiempo, se puede hacer cualquier cosa, lo que nunca se puede es evitar las consecuencias.

Por Claudio Scaletta / El Destape

Arte: Sebastián Angresano

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