Trump y la chispa que encendió a un gigante

Actualidad - Internacional31/05/2025
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Un tribunal federal acaba de tumbar la pretensión de Donald Trump de aplicar aranceles generalizados amparándose en la ley de poderes de emergencia, otro revés que desmonta el núcleo de su estrategia económica y, de paso, exhibe las costuras jurídicas de su populismo comercial.

Mientras el presidente anuncia recursos y busca nuevas vías para golpear al adversario chino, y un tribunal de apelación ofrece un alivio temporal a la medida, el mercado empieza a descontar que los aranceles «totales» han quedado tocados, aunque se mantienen los de acero y aluminio bajo la conocida Sección 232, y que el episodio refuerza la narrativa de un Trump cada vez más aislado incluso en los tribunales.

Pasamos de los aranceles a la guerra tecnológica: privado con casi total seguridad de la «patada arancelaria total», Trump redobla la presión donde cree que más le duele a la industria china, en la cadena de suministro de semiconductores y software de diseño. La orden del Departamento de Comercio que obliga a Synopsys, Cadence o Siemens EDA a cortar ventas a empresas chinas, nada menos que un 80% del mercado local de esas herramientas, es la versión 2025 de la guerra de chips. Y el veto a componentes de motor para COMAC, que deja en el limbo los LEAP-1C del C919, abre un nuevo frente en la aviación civil.

Obviamente, Beijing no va a esperar sentada. En abril impuso licencias de exportación a siete elementos de tierras raras, y el efecto se hizo sentir en cuestión de días: contratos declarados force majeure, cargamentos retenidos en puerto y plazos de entrega de sesenta días «si todo va bien». Ningún cargamento puede salir sin licencias… que todavía no existen. El resultado es un embargo de facto que ya golpea a proveedores de Tesla o Lockheed Martin. El mensaje es transparente: si Washington cierra el grifo de la tecnología avanzada, China puede cerrar el de los minerales sin los cuales Occidente no fabrica turbinas, vehículos eléctricos ni misiles.

Pero lejos de hundir la ambición tecnológica china, las restricciones funcionan como un acelerador de la combustión. El ejemplo más reciente es DeepSeek-R1-0528, un modelo completamente de código abierto con pesos incluidos, bajo licencia MIT para que cualquiera lo use y mejore, cuyo rendimiento roza el de OpenAI o3 y Gemini 2.5 Pro, con menor tasa de alucinaciones y capacidad de razonamiento matemático avanzada… y con un coste irrisorio.

No es casual que el CEO de Nvidia, Jensen Huang, reconociera esta semana que los rivales chinos «ya no van por detrás de nadie». Ese ecosistema ya no va a remolque, y sus cifras hablan claro: las nuevas trabas de Trump le han costado a Nvidia 2,500 millones de dólares de ventas y pueden restarle otros 8,000 en el próximo trimestre.

Todo apunta a una escalada simétrica en los próximos días: más controles de exportación estadounidenses, esta vez intentando afinar y apuntar a empresas concretas, y, del otro lado, licencias chinas todavía más selectivas que conviertan cada kilo de disprosio o cada línea de código en moneda de cambio geopolítica. Europa empieza a mirar a sus reservas estratégicas, la India ruega por imanes para su automoción y el Sudeste Asiático se frota las manos como zona gris de tránsito; cada país descubre, de repente, cuánta dependencia llevaba años negando.

Trump ha logrado que medio planeta despierte a su dependencia de una potencia que produce el 90% de los imanes de tierras raras y domina el pipeline de litio, cobalto y grafito. Cada nuevo control de exportaciones que impone acelera claramente la sustitución doméstica (las compañías chinas Empyrean, Primarius y Semitronix se dispararon más de un 10% en Shanghai tras el veto de Trump al EDA). Además, socializa la narrativa del desacoplamiento (Europa empieza a debatir el establecimiento de reservas estratégicas de determinados materiales y licitaciones «China-free», algo impensable hace un lustro), y reduce el umbral de riesgo para que otros actores como India, Brasil o África austral vayan diversificando sus alianzas sin pedir ningún tipo de permiso a Washington.

Y aquí se revela la paradoja suprema del idiot-in-chief: al pretender «hacer América grande» a base de jugadas arancelarias y vetos improvisados, un Donald Trump totalmente primario ha regalado a China la excusa perfecta para acelerar su autonomía tecnológica y, de paso, ha enseñado al resto del mundo dónde está el verdadero cuello de botella. Al intentar contener a China, la ha empujado a desplegar con más rapidez su propia red de innovación, financiación y diplomacia de los recursos críticos. Despertó al dragón, sí, pero sobre todo, dejó al descubierto que el emperador iba desnudo.

Como toda paradoja histórica, lo más irónico es que la lección no era nueva: nunca subestimes la capacidad de un gigante para aprender, sobre todo si eres tú quien le da la clase magistral.

Nota: https://www.enriquedans.com/

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