


Europa no se vende: el chantaje de Trump y la hora de la dignidad digital
Actualidad - Internacional02/12/2025




Desde Bruselas, Teresa Ribera, vice-presidenta de la Comisión Europea y responsable de Competencia, ha señalado con dureza lo que muchos en el viejo continente comenzaban a temer: la nueva ofensiva de amenazas de Donald Trump no es sólo un arrebato proteccionista o un golpe partidista. Es todo un intento deliberado de convertir las reglas digitales europeas, el entramado normativo construido durante años para proteger los mercados, la competencia, los derechos de los ciudadanos y la diversidad tecnológica, en moneda de cambio para rebajar aranceles al acero y aluminio. «Es un chantaje«, dijo Ribera.
Que la Administración estadounidense, representada en Bruselas por Howard Lutnick, el billonario amiguete de Trump que ejerce como secretario de Comercio, ofrezca moderar sus sanciones arancelarias a cambio de que la Unión Europea flexibilice sus leyes digitales, no es una petición más de una negociación comercial. Es una declaración de intenciones: la de colocar a Europa frente a la disyuntiva de ceder su soberanía regulatoria o pagar con pérdidas económicas inmediatas. Muchos esperaban un debate sobre aranceles, comercio o déficit comercial, pero lo que se ha abierto es un pulso sobre quién controla el futuro digital del mundo.
La afirmación de Ribera supone desenmascarar a la administración Trump: «Nuestro reglamento digital no está en venta«, afirmó con rotundidad. No es un juego táctico, ni una oferta retórica. Es una advertencia: no convertirán la protección de los derechos, la competencia justa y la libertad de los mercados digitales en un cheque en blanco para beneficiar a las big tech de los amiguetes de Trump en Silicon Valley.
Estoy completamente con Teresa Ribera: Europa no puede y no debe doblegarse ante presiones tan burdas y tan peligrosas. No hablamos de una negociación técnica sobre acero o aluminio: hablamos de quién manda en la arquitectura digital del siglo XXI. Si cedemos ahora, aceptamos que la privacidad, la competencia, la soberanía tecnológica y la democracia digital sean definidas por empresas con base en otro continente. Renunciamos a nuestra voz colectiva y a los principios más fundamentales de nuestra regulación.
Este chantaje no es casual. Es parte de una estrategia sistemática de la administración Trump: primero aranceles, luego amenazas, luego incentivos. Y ahora quieren reordenar el tablero regulatorio global. Su objetivo no es negociar, es someter. Europa debe responder con leyes aplicables, con sanciones firmes y con autonomía normativa, no con concesiones.
Es un auténtico momento de dignidad. La Unión Europea tiene ante sí algo más que un pacto comercial: tiene la oportunidad de afirmarse como un bloque soberano, capaz de definir su propio ecosistema tecnológico bajo su propio marco de valores, no bajo los intereses de la administración corrupta de un país o de las corporaciones globales que se han dedicado a comprar sus favores.
Si algo nos distingue como europeos es la idea de que los derechos, la competencia y la protección del ciudadano no están en venta. Que no dependen de presupuestos al alza, ni de beneficiar a tal o cual industria, ni de amenazas, ni de incentivos de última hora. Que son parte de nuestra identidad colectiva.
Y si la Unión Europea se rinde ante este tipo de chantaje no perderá sólo un pulso: perderá su dignidad. Pero si aguanta, puede establecer un estándar global distinto, una alternativa real a la lógica mercantil sin freno, y una apuesta por la tecnología democrática, responsable y regulada.
Hoy, más que nunca, conviene reafirmar que el mercado digital no es un tablero de intercambio donde todo se negocia. Es un espacio público, de derechos, responsabilidad y futuro compartido. Y Europa tienen la obligación de defenderlo.
Nota:https://www.enriquedans.com/
























