El deseo argentino por el dólar barato
“Esto ya lo vi”, pueden decir aquellos con mayor edad, que recuerdan distintas épocas de Argentina donde un gobierno lograba mantener el dólar barato durante un tiempo suficiente como para que la clase media llegara a poder consumir productos importados y hacer turismo en el exterior, y se generara una cadena de felicidad que permitiera éxito electoral o apoyo cívico a un gobierno militar monstruoso. El “ya lo vi” también conoce el desenlace: que terminaron en derrumbe una vez que resultó insostenible ese dólar barato ya sea por una crisis de balanza externa, de deuda o social cuando el desempleo creció a niveles alarmantes, como en 2001/2002.
Eso en los casos de mayor éxito en el tiempo, cuando el dólar barato duró seis años con el primer ministro de Economía de la última dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, y nueve años con Carlos Menem. Pero están los casos de dólar barato que no alcanzan a durar lo suficiente para beneficiar a nadie, como el de los primeros dos años de Mauricio Macri justo hasta después de la elección de medio término de 2017, que, al no lograr sostenerse en 2018, desembocó en el derrumbe anticipado y la derrota electoral en 2019.
Cuál será la duración esta vez y su consecuente efecto electoral (¿2025?, ¿2027?)nadie lo sabe porque, como suelen decir los economistas, pueden pronosticar qué va a suceder pero no cuándo sucederá. Lo que sí pueden predecir es qué sucedería en un país con dólar barato y qué sucedería el día que no pudiese seguir siendo barato.
El dólar barato casi todo lo puede. Por ahora Milei va logrando que los dólares no oficiales perforen la barrera de los 1.200 pesos con el dólar MEP en 1.198 pesos.
Primero analicemos la sustentabilidad de un dólar barato, recordemos que a Mauricio Macri sus economistas le habían pronosticado en 2016 que “lloverían dólares” pero fue una lluvia pasajera, y que la durabilidad del dólar barato que pudo tener Carlos Menem se sostuvo gracias a la inyección de los recursos externos extras, provenientes de la venta de las empresas públicas, además de la posibilidad cíclicamente presente de endeudamiento.
El papel en la generación de dólares que en los 90 jugaron las privatizaciones podría complementarse ahora con las exportaciones mineras y energéticas de Vaca Muerta. Pero para algunos economistas clásicos podría haber otra fuente de dólares mucho más poderosa que las privatizaciones, que es la confianza de propios y extranjeros, como aquella con la que contó Argentina cuando, a principios de siglo pasado, se la consideraba un promesa de desarrollo comparable con Canadá y Australia y convergían al país inmigrantes (el segundo destino preferido después de Estados Unidos) e inversiones que llevaron a que hace cien años tuviéramos el 7º producto bruto per cápita.
Vale la salvedad de que los países europeos que hoy ocupan los primeros 15 puestos estaban en guerra, aunque corrigiendo el efecto guerras tendríamos algo así como el 20º producto, pero hoy estamos en el lugar 106 y, corrigiendo nuevamente el hecho de que en los últimos cien años se independizaron decenas de países e islas, comparándolo con aquel de mediados de los años 20 del siglo pasado, se podría simplificar figurando que pasamos del 20º al 50º (hoy, sacando las islas y ciudades Estado: Australia es el 10º y Canadá el 18º, nosotros podríamos ser el 20º, siempre a nivel per cápita y no de producto bruto total, donde la cantidad de habitantes cambia todo).
Y el dólar promedio de hace un siglo actualizado a valores presentes sería la mitad del dólar barato de la convertibilidad de los 90 con el mismo cálculo, por lo que si se recrearan las condiciones de confianza en la Argentina de hace un siglo podría volver a haber el dólar barato más sostenible de lo últimos cincuenta años.
Pero más allá de lo difícil que resulta que Argentina vuelva a ser meca de las inversiones mundiales (la Roma, dijo Milei) teniendo el antecedente defaulteador y de crónicos desórdenes económicos, y aun si se lograra el derrame de una economía basada en la exportación de aquello con los que contamos ventajas competitivas: el sector agroexportador, energía y minería, todos recursos naturales con algún grado mínimo de elaboración, el derrame que esa riqueza produciría sobre los servicios, la industria y la construcción, la demanda agregada, no lograría alcanzar a beneficiar a los 50 millones de argentinos: hay un libro reciente titulado Con exportar más no alcanza, de Francisco Cantamutto, Martín Schorr y Andrés Wainer, donde sostienen que “las exportaciones nunca serán suficientes si en paralelo no se trabaja contra otros problemas (...) la falta de instrumentos de ahorro en moneda local y la escasa reinversión de lo que se gana”.
Aquellos que “apostaron al dólar” en los últimos dos meses perdieron, y los que apostaron por el peso ganaron 20%. ¡Volvió el carry trade!, decían algunos.
Pero podrían alcanzar para derramar sobre una parte de la sociedad: Canadá tiene 10 millones de habitantes menos y Australia 20 millones menos, además de más recursos naturales que Argentina. Los aspiracionales de consumo y viajes de la clase media se podrían satisfacer mucho mejor con un dólar barato, para lo cual Javier Milei debería cambiar su base de sustentación política, que hoy tiene proporciones significativas de clase baja. La semana pasada, cuando Cristina Kirchner recibió a los recientemente electos presidentes de centros de estudiantes de universidades públicas, en su mayoría mujeres e ideológicamente afines a su campo político, se preguntaba dónde están los jóvenes que votaron mayoritariamente a Milei si en las universidades son una pequeña minoría. Claramente están en los obreros e hijos de obreros que votaban al peronismo como en 1989 votaron a Carlos Menem, que en lugar de dolarización les prometió “salariazo”.
Menem, como quizás ahora Milei, ganó su primera elección presidencial con los sectores de menores recursos económicos pero luego reconfiguró su base de sustentación conquistando progresivamente a la clase media con su “un dólar, un peso” (otra forma de dolarización) y perdiendo también progresivamente a los sectores más bajos de la sociedad, que se iban empobreciendo.
¿Será esa la estrategia de Javier Milei para La Libertad Avanza, cooptar más definitivamente a los votantes de clase media del PRO y los menos progresistas de sus exaliados panradicales, sumando a los peronistas más conservadores del interior, recreando una base de sustentación electoral como la de Menem a mediados de los 90?
El dólar barato casi todo lo puede, faltará ver si lo logra. Por ahora va logrando que los dólares no oficiales perforen la barrera de los 1.200 pesos con el dólar MEP en 1.198 pesos, haciendo que aquellos que “apostaron al dólar” en los últimos dos meses perdieran y los que apostaran al peso ganaran un 20% en dólares en nueve semanas: ¡Volvió el carry trade! exclamaban en los circuitos financieros.
Un clásico del cine de Buñel fue Ese oscuro objeto del deseo; en el caso de una parte de los argentinos, la mayor cuota de placer la produce el dólar barato. Y el deseo de los presidentes es ser apoyados por una suficiente cantidad de gente. Ahora que Milei se identifica con Menem hasta en la elección de su objeto de amor, vale recordar que Menem tenía en Anillaco un chamán que hacía entrar el espíritu del Chacho Peñaloza en su cuerpo para que fuera su reencarnación. Quizá Milei, con sus inclinaciones metafísicas, también sienta entrar el espíritu de Menem en su cuerpo.
Delicias de la historia: la figura del Chacho Peñaloza ilustra la cuasimoneda de La Rioja creada para paliar el ajuste fiscal de Javier Milei a las provincias.
Por Jorge Fontevecchia / Perfil