Italia, la energía nuclear y el populismo

Actualidad - Internacional18 de julio de 2024
Nuclear-Italy

Mi columna en Invertia de esta semana se titula «El populismo nuclear» y trata de explicar la vinculación entre gobiernos con ideologías populistas y una energía nuclear convertida ya en argumento para demostrar que «se hace algo» en lugar de simplemente aplicar la lógica e invertir en el sobredimensionamiento de las infraestructuras de energías renovables más almacenamiento.

El gobierno italiano de la ultraderechista Giorgia Meloni está reconsiderando volver a la energía nuclear con un plan de 35,000 millones de dólares para construir una red de mini-reactores nucleares que tardarían en torno a diez años en ser operativos desde el comienzo de su construcción si no hubiese ningún retraso, y que podrían llegar a suponer un total de un 11% de la generación total de electricidad en el año 2050.

La cuestión resulta como mínimo curiosa en un país que tuvo una experiencia con la energía nuclear completamente decepcionante, que la consideró un fracaso y que terminó cerrando sus reactores en el año 1988, tras haber llegado a cubrir únicamente un 4.6% del total de la demanda en el año 1986. Ahora, más de treinta y cinco años después del cierre de sus reactores, alguien le ha vendido a Meloni que los mini-reactores o SMR son el futuro, y la primera ministra, empeñada en ideologizar las tecnologías sostenibles y considerarlas «cosa de comunistas», pretende revivir la cuestión.

Pocas cosas hay más absurdas que, en un país con abundantes recursos de sol y de viento, dedicar recursos a embarcarse en construir unos mini-reactores que, cuando finalmente estén operativos, serán sin duda ya obsoletos. En el año 2050 podríamos tener desde nada menos que reactores de fusión, aunque su papel de cara al futuro es bastante dudoso, hasta, y eso sin ninguna duda, tecnologías solares mucho más baratas y eficientes. Invertir a estas alturas en el desarrollo de nuevas centrales nucleares, por pequeñas y modulares que sean, es del género idiota: ni compensan su coste en función de su pequeña capacidad de generación, ni tienen sentido desde un punto de vista medioambiental. Como bien dicen algunos medios italianos, «la única certeza es el fracaso«.

Aunque parezca que la energía nuclear está experimentando un cierto auge en su popularidad, con algunos gobiernos apostando por la construcción de nuevos reactores, la realidad es que la mayoría de esos países están optando por no poner en marcha proyectos de construcción a la espera de comprobar si el sobredimensionamiento de las energías renovables evita tener que meterse en proyectos faraónicos y absurdos que, además, obligan a mantener una producción rígida. La energía nuclear es, precisamente por esa rigidez, la peor opción para balancear el tejido de generación, y el hecho de que algunos hablen de ella como «energía limpia», cuando la gestión de los residuos es compleja y supone un legado envenenado para las generaciones futuras, es simplemente tendencioso.

Lo he dicho ya en muchas ocasiones: los únicos que ganan con la energía nuclear son los que la construyen, que se dedican a recibir importantes infusiones de dinero público que se comprometen, además, durante muchos años. En el caso de Italia, como en el de otros gobiernos populistas, se trata simplemente de demostrar que «el gobierno hace algo» para ir más allá de unas energías renovables que ideologizan absurdamente con argumentos a cada cual más estúpido, cuando el país cuenta con suficiente sol, viento y costa en la que instalar aerogeneradores como para asegurar su autosuficiencia.

Si Meloni consigue poner en marcha su plan, la gracia es que las pruebas del retraso de Italia en la generación renovable, la más barata de la historia, llegarán cuando Meloni ya no esté en el gobierno, cuando le traiga completamente sin cuidado. Son esas decisiones sin rigor tecnológico y tomadas a la ligera las que de verdad tienen que temer los ciudadanos de países con ese tipo de gobiernos. Hipotecarse en proyectos de construcción a diez años para terminar cubriendo únicamente un 11% de la demanda es una completa estupidez. Invirtamos en lo que tiene sentido invertir: tecnologías probadas, con un coste de instalación razonable, y capaces de producir a un coste mínimo y de manera limpia con muy poco mantenimiento durante varias décadas. Y dejémonos de ideologizar lo que nunca debió ser ideologizado.

Nota:https://www.enriquedans.com/

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