Sisifo o de una revolución constructiva
El fascismo es un monstruo mitológico de dos rostros: un doble poder en cuyo seno se anudan dos tendencias. La unidad que lo inerva, que activa el fascismo, paradójicamente, es una unidad dual. De ahí que Verbitsky, por ejemplo, insista en la idea “del gobierno de los hermanos Milei”. Una unidad dual. El fascismo -en su vertiente arqueológica o contemporánea- es un fenómeno histórico-político complejo: por su inherente dualidad, que además borra su historia (hecho que explica la resistencia que encuentra la palabra).
En su vertiente arqueológica dos movimientos diferentes de la vida política italiana concurrían en el fascismo. Mussolini oficiaba de mediador entre esos dos movimientos y su confluencia le imprimía un carácter ambiguo a esa experiencia política. Un socialista liberal como Norberto Bobbio define esos dos movimientos como “fascismo conservador” y “fascismo extremista”. Según Bobbio, el fascismo conservador quería un orden y el fascismo extremista quería un orden nuevo. Uno buscaba organizar un Estado autoritario y el otro deseaba que el fascismo fuera una especie de revolución y que, como tal, creara un Estado nuevo. De este empalme contradictorio surge la idea del fascismo como revolución reaccionaria. “Pero la revolución de los primeros [del fascismo extremista] era sólo una veleidad, la restauración de los segundos [del fascismo conservador] fue una cosa seria” (N. Bobbio, Ensayos sobre el fascismo, Universidad Nacional de Quilmes, 2006, p. 81).
Entre nosotrxs también podemos identificar dos vertientes e identificarlas con Bullrich/Pettovello y Milei. Bullrich y Pettovello son sujetos inspirados y guiados por la idea de orden (sin progreso); o sea, sujetos inspirados y guiados por la violencia. En las figuras de estos ministros se cifra la aspiración autoritaria y una concepción del poder aristocrático-colonial. Declinaciones que podemos identificar en la represión en la Plaza de los dos Congresos y en la interrupción de la entrega de alimentos a los comedores comunitarios. Estas modalidades represivas muestran los intereses de clase que cuida el gobierno: las ganancias de las clases poseedoras globales. Pues bien, si los ministros pueden ser considerados políticos realistas, el presidente Milei -en cambio- es un político idealista, un agitador, que encarna una idea, degradada, de la revolución. Cuando se autodefinió como Terminator dijo que quería destruir el Estado. En este sentido, el poder fascista viene a re-formar lo que según su interpretación ha sido de-formado. Viene a dar una nueva forma a las cosas antiguas, que son los modos históricos del vivir en común (sintetizados en el Estado). El Terminator -como el fascismo, porque finalmente es una metáfora fascista- es nietzscheano pues Nietzsche se creía destinado a invertir todos los valores “tradicionales” de su época.
Revolución degradada
La idea de revolución de Milei es una idea degradada porque el presidente carece de una ideología constructiva: la crisis social es evidente y hasta el FMI parecería actuar de moderador de las políticas libertarianas. La idea de revolución es degradada porque esa gran idea, en el caso del presidente Milei, se reduce al aspecto Terminator, a la idea destructora del viejo orden. Y la idea de revolución como destrucción, como violencia, religa la figura del presidente con la violencia represiva de Bullrich. La idea de Terminator presenta una metafórica interesante: la de la violencia en sí misma. Lo cual alude a la incapacidad de construir un nuevo Estado. La operatividad del poder fascista dice y hace siempre dos cosas a la vez, dos cosas que entre ellas se excluyen. En efecto, el antistatalismo declarado del presidente Milei, cuyo objetivo es desmontar lo público, disolver las mediaciones públicas, tiene un aspecto correlativo e inverso, que implica fortalecer ese “mismo Estado”, reemplazando las mediaciones públicas por mediaciones privadas (la ley Bases tiene ese propósito específico).
Bobbio identificaba esta condición degrada de la revolución en el fascismo arqueológico: “La revolución era veleidosa porque no estaba inspirada y guiada por una ideología constructiva, por una doctrina o un programa: el nacionalismo, que era la única ideología de los extremistas, no era tanto un programa de política interna, sino de política internacional, y más que un programa de cosas para hacer, era una excitación de los sentimientos” (Bobbio, p. 81). Podría parecer que el nacionalismo del fascismo arqueológico se deshizo con el fascismo del XXI. Nada menos cierto. El nacionalismo de antaño devino en sacralización de la propiedad privada (que también puede ser considerada como una excitación de los sentimientos). Esa sacralización, sin embargo, es interferida por el propio presidente Milei cada vez que apela a Panic show de la Renga sin el consentimiento de la banda. Para un sector de la sociedad argentina los caminos que conducen -por ejemplo- a Lago Escondido -belleza natural nacional- en la provincia de Río Negro son propiedad privada y puesto que esta está sacralizada es “comprensible” -justificable- que un grupo de hombres a caballo constituidos en estructura criminal militar golpeen a lxs militantes que cada año denuncian la apropiación indebida de un territorio soberano de parte del magnate inglés Joe Lewis.
Si Mussolini era el mediador entre el “fascismo conservador” y “fascismo extremista”, entre nosotrxs se puede conjeturar que el mediador -en la sombra- entre la vertiente autoritaria de Bullrich y la vertiente terminator de Milei es Macri. Esa mediación es previsible en función de la reactivación del mecanismo del lawfare, esta vez contra la militancia popular luego de la represión en la Plaza de los dos Congresos con motivo de la protesta contra la ley Base. Y en la última entrevista (16/6/2024) del presidente Milei con el operador Jony Viale, el primer mandatario señaló que “es muy valioso lo que hizo Macri […] Creo que es una persona que ha tenido un rol muy importante cuando fue presidente. Sin su experiencia previa, el caso nuestro no hubiera aparecido”. Explicita, así, un vínculo entre antecesor y sucesor.
Cuartel general del Partido Fascista en Roma. Imagen de Dominio Público.
Odio por la democracia
La violencia autoritaria del ministro de Seguridad y la violencia destructiva del Terminator comparten el odio por la democracia. Ese odio, además, se magnifica a través de esa vena radicalmente antidemocrática que había permanecido más o menos subterránea en estos cuarenta años de vida democrática -aunque visible por momentos- que ahora muestra su hinchazón impetuosa bajo la capa sutil de piel de las instituciones representativas. Me refiero al entramado de poder que se sintetiza alrededor del vicepresidente. Esto demuestra que el fascismo es “el canal colector de todas las corrientes antidemocráticas” (Bobbio, p. 81) y el caballo de Troya del Estado plebeyo emancipador latinoamericano, cuya experiencia entre nosotrxs se tendió entre 2003 y 2015. Para anular ese tipo de Estado -o ponerlo en crisis- se precisó ir más allá del golpe o de la tecnología de derrocamiento. Ese tipo de Estado fue atacado (y lo sigue siendo en Venezuela o Colombia, por ejemplo) para detener el proceso de democratización nuestrocontinental, para quebrar la representación popular con la tentativa de un magnifemicidio y una permanente campaña moral de destrucción, para poner al borde del abismo a las clases trabajadoras. Mientras el Estado latinoamericano no se convirtió en plebeyo, mientras no excitó las esperanzas de las grandes mayorías, fue bueno, respetable, sostenible: por las fuerzas reaccionarias, conservadoras, menemistas y de derecha. Pero, puesto que el Estado latinoamericano se volvió plebeyo, se hizo necesario cambiar de rumbo, para frustrar las esperanzas populares y extinguir esa excitación encendida por la emancipación continental, que supo llamarse Patria Grande. En el corazón de la crisis pandémica, en la Argentina, las fuerzas reaccionarias prendieron la chispa del fascismo.
León: violencia y guerra
¿Qué conclusión podemos sacar de esto? Que la política para ellos es el reino de la fuerza: por eso la represión, la negativa a escuchar, el agravio. Y la dificultad para construir mayorías parlamentarias. La estampa del león y la idea degrada de libertad aluden a esta modalidad. Durante el fascismo arqueológico, la política como reino de la fuerza se expresaba así: “Meglio vivere un giorno da leone che cent’anni da pecora” (Preferible vivir un día siendo león que cien años siendo oveja). Hacer política como expresión de la fuerza quiere decir negar otro modo de la política: el que se sostiene sobre la idea del mayor número. Idea que expresa la democracia; tanto en su modo representativo como participativo.
Y hasta podemos sacar una conclusión más: que la filosofía a la que se confían es antirracional, antipositiva, antisocial y anticientífica. Su filosofía cree en las fuerzas irracionales de la historia. Entre esas fuerzas irracionales está la violencia (antipopular) y está también la máxima expresión de la violencia colectiva: la guerra. De hecho, hace un puñado de días el ministro de Defensa, Luis Petri, incorporó a la Argentina al Grupo Rammstein -parte de la OTAN-,integrado por distintos países que en el conflicto ruso-ucraniano revistan del lado de Ucrania. Adherirse al Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania (UDCG) quiere decir apoyar la guerra de Ucrania contra Rusia, descentrarla de sus fronteras y exponer a la Argentina a esa conflagración mundial. Una vez más, como para el fascismo arqueológico, para el contemporáneo: “La guerra, [è la] unica igiene del mondo” (La guerra es la única higiene del mundo). Esta oración de Marinetti, líder del Futurismo, expresa también una de las características del decadentismo europeo, que exaltaba la guerra en D’Annunzio. Ambos poetas encuentran la misma resonancia bélica en Nietzsche: “‘¡Debéis amar la paz como un medio para nuevas guerras, y la paz corta más que la larga!’ Nadie pronunció nunca palabras tan guerreras: ‘¿Qué es lo bueno? Ser bravos, eso es lo bueno. La buena guerra es la que santifica todas las causas.’ ¡Oh Zaratustra!, al oír estas palabras, la sangre de nuestros padres volvió a nuestros cuerpos: han sido como los ecos de la primavera a viejos toneles de vino. Cuando las espadas se cruzaban como serpientes manchadas de sangre, entonces nuestros padres se sentían entusiasmados con la vida; el sol de la paz les parecía flojo y tibio, y una larga paz les avergonzaba” (Así habló Zaratustra, 1883).
Foto tomada por Michael Probst el 20 de enero de 2023 (AP).
La revolución
Puesto que la del presidente Milei es una revolución degradada, debemos configurar una revolución constructiva. Como respuesta a este contexto económico altamente crítico. La base de la revolución de hecho se encuentra en el estado de la economía, en la crisis, y en la contradicción y el conflicto entre las fuerzas productivas y las relaciones de propiedad. De esto surge la contradicción entre la clase portadora del progreso económico y del crecimiento de las fuerzas productivas -trabajadores formales e informales- y la clase que defiende las formas de propiedad viejas y reaccionarias que sobreviven a sí mismas y que quieren mantener a la Argentina en su constante condición colonial. Los representantes de esa clase sostienen la monstruosa ley Bases.
Si se acepta que en el poder de gobierno concurren una vertiente autoritaria y otra Terminator -dispuestas a manera de poder dual- ese reconocimiento deberá estimularnos en la dirección de la constitución de un preciso antifascismo. Este deberá saber defender las libertades clásicas -libertad de criticar al gobierno, libertad de asociarse con otros, libertad de protesta…- afectadas por el fascismo conservador; a esta defensa deberían saber acudir las tradiciones políticas que se sienten interpeladas por el viejo y genuino liberalismo. Y la defensa de las libertades tradicionales deberá empalmarse con la defensa de la emancipación radical (propias de las tradiciones obreristas-laboristas), atacada por la reacción propia del fascismo extremista. Ese empalme de las dos vertientes del antifascismo deberá constituirse en una dialéctica para configurar un nuevo Estado plebeyo latinoamericano; más radical que el inmediatamente anterior. Esto es: reanudar el escarpado camino interrumpido en 2015.
Por el amigo y genial Rocco Carbone * CONICET. / La Tecl@ Eñe