Kurt Cobain, arder o desvanecerse a los 27

Historia 08 de abril de 2023
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Hay un par de fotos de Kurt Cobain caminando por un lugar parecido a un bosque junto a William S. Burroughs, también conocido como Old Bull Lee, autor de El Almuerzo Desnudo y Yonqui, con varios posgrados en adicciones a las drogas duras. El encuentro se produjo el 21 de octubre de 1993 y Burroughs, ya -muy- viejo zorro a esas alturas, declaró poco después de enterarse de la muerte de Cobain: “Lo que recuerdo es la expresión moribunda de sus mejillas. Él no tenía intención de suicidarse. Por lo que yo sé, ya estaba muerto”. El legendario integrante de la Generación Beat recién murió en agosto de 1997 cuando tenía 83 años. Llevó una vida llena de excesos y episodios tan extraños como violentos en una época donde la bohemia estadounidense se parecía bastante a un territorio fuera de la ley, pero no murió joven.

Reconocía en Cobain a un par: “Creo que el uso de la droga causa una alteración celular permanente. Una vez yonqui, siempre yonqui”, escribió en una de sus novelas. El músico dijo de su amigo mayor que solo deseaba “que le gusten mis letras, pero no puedo esperar que a alguien de una generación completamente distinta a la mía le guste el rock & roll. No creo que jamás haya confesado ser un amante del rock & roll”.
La imagen más icónica de Cobain es aquella del MTV Unplugged en Nueva York de 1993, publicado en el 94. A la luz de los acontecimientos, todo se pareció bastante a un funeral, como él mismo había pedido a la producción de la señal de videos. Rodeado de flores y velas, vestido con un cárdigan que tenía algunas marcas de agujeros de cigarrillos y un jean que había visto mejores días, el pelo sin lavar desde hacía varios días, encorvado sobre su silla con la guitarra, probablemente Burroughs tenía razón y Kurt ya estuviera muerto para aquel entonces, pero la música todavía era demasiado vital en su angustia, furia y tristeza como para considerarse algo hecho por un tipo que ya no estaba ahí. “Dame un más allá a lo Leonard Cohen”, cantaba en “Pennyroyal Tea”, pero no lo tuvo. Cohen, que nunca fue realmente un adicto a las sustancias duras, también fue otro depresivo crónico, pero tampoco murió joven. En una canción, el cantautor canadiense se preguntaba quién moriría por el fuego, quién por el agua, quién por su hambre, quién por un juicio común, quién en soledad, quién por sus propias manos. Cobain fue por todas esas.

Kurt Cobain decidió permanecer para siempre con 27, por lo que ya lleva más años muerto que los que estuvo con vida, su música y su figura, no obstante, mantienen una presencia indeleble asociada al rock and roll y la música popular. De hecho, es uno de los rockeros más citado por los raperos. Cobain era fan del rap, sobre todo de Public Enemy y a nadie le escapa que su austeridad podría chocar con al opulencia del hip-hop, sin embargo, es un icono que le ha resultado fascinante a muchos exponentes del género. Jay-Z, Lil’ Wayne, Tyler The Creator o Drake han hecho referencias a Cobain en sus letras, o leyendas como Dr. Dre se han declarado fans de la música de Nirvana.

Kurt, que siempre se declaró como un militante feminista, detestaba la parte misógina del género: “La mayoría es tan misógino que ni siquiera puedo lidiar con eso. Realmente no soy tan fanático. Lo respeto y me encanta porque es una de las únicas formas originales de hacer música”, y tampoco le gustaba lo que consideraba una “apropiación” de los blancos sumándose al mundo del rap: “El hombre blanco haciendo rap es como mirar bailar a un hombre blanco.”
Según cuenta la leyenda, el tiro del final se lo pegó mientras en su bandeja de vinilos sonaba Automatic for the People de R.E.M., banda de su amigo Michael Stipe, que había escrito ese himno anti suicidios que es “Everybody Hurts”. Cobain amaba con locura a Los Beatles y aseguraba que su preferido era John Lennon. En su carta de suicidio citó una frase de “Hey Hey My My”, una canción de Neil Young en los años 70: “It’s better to burn out than to fade away” -Es mejor arder que desvanecerse lentamente-. A Lennon no le gustaba: “Lo odio. Es mejor desvanecerse como un viejo soldado que quemarse. Si estaba hablando de quemarse como Sid Vicious, olvídalo. Hacer de Sid Vicious un héroe, de Jim Morrison, es todo basura para mí. ¿Qué te enseñan? Nada. Muerte. ¿Sid Vicious murió por qué? ¿Para que podamos rockear? Quiero decir, es basura. Si Neil Youngadmira tanto ese sentimiento, ¿por qué no lo hace? Porque seguro que se desvaneció y volvió muchas veces, como todos nosotros. No, gracias. Me quedo con los vivos y los sanos”.
Michael Stipe también se desvaneció pero continúa con vida, al igual que varios héroes de Cobain de la escena independiente de los 80 como los miembros de The Replacements, Black Flag o Sonic Youth, o compañeros de generación como Pearl Jam o Smashing Pumpkins. O el mismísimo Neil Young, que tampoco ardió, y sigue girando y grabando discos en pleno 2023.

Lennon tenía razón. No hay nada que romantizar ni en la autodestrucción, ni en la muerte ni en el suicidio. Aunque el rock and roll esté lleno de esas historias, también está plagado de leyendas con altos y bajos, que van y vienen, que se desvanecen y regresan. Por supuesto, son menos “vendibles”, menos mitificables, y, salvo algunas excepciones, no producen la misma maquinaria de negocios a su alrededor. Generan -mucho- dinero que otros gastan por ellos. Cobain fue el último gran icono del rock and roll, por personas como él existen los cambios generacionales. Probablemente no haya otro igual, por ahora, no lo ha habido.

Hoy, en la era de la reivindicación permanente de lo retro en todos los ámbitos, las transformaciones generacionales no pasan por la música, sino por el avance vertiginoso de las tecnologías. Hoy el rock volvió a ser algo más subterráneo, una contraseña de pertenencia a un mundo que ya no permea absolutamente todos los ámbitos de la cultura popular. Así son los ciclos de la industria. Seguramente en algún momento del futuro cercano la música de guitarras distorsionadas volverá a ganar centralidad y aparecerá algún “salvador”, no sólo con canciones incontestables -de estos hay bastantes- sino también con un carisma imposible de obviar y una capacidad de generar identificación millones de chicos y chicas.


¿Queremos que haya otro Kurt Cobain? ¿Lo necesitamos? ¿Realmente importa?

Oh well, whatever, nevermind.

Nota: infobae.com

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