"Invasión": cuando Borges se acercó al mundo de "El Eternauta"





Una invasión que se cierne sobre Buenos Aires y el intento de un grupo de personas por organizar la resistencia es el tema de El Eternauta, un relato que se convirtió en un éxito global a partir de la adaptación de la historieta de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López a la pantalla chica. Pero también es el tema de una película argentina que se convirtió en una obra de culto. Invasión, de Hugo Santiago, se estrenó en 1969, es considerada una de las cumbres de la filmografía nacional y, además, marcó la presencia más fuerte de Jorge Luis Borges en una película. El autor de El Aleph escribió el guión con Santiago.
Años más tarde, Borges volvió a colaborar con Santiago en el argumento de Los otros, película francesa estrenada en 1974. Para entonces, había cedido los derechos del cuento “El muerto” para la película de Héctor Olivera. Y más atrás en el tiempo había escrito dos guiones con Adolfo Bioy Casares, Los orilleros y El paraíso de los creyentes. El primero fue filmado por Ricardo Luna en 1975. En años anteriores se habían filmado Hombre de la esquina rosada y Días de odio (adaptación de “Emma Zunz”), a cargo de René Mujica y Leopoldo Torre Nilsson. Sin embargo, la presencia más marcada de Borges en el cine fue con Invasión, que tiene varios puntos de contacto con El Eternauta.
"Para mayores de 178 años solamente"
La invasión y la resistencia que se organiza es el elemento en común. No se habla de manera explícita del héroe colectivo como en el caso de Oesterheld, pero esa idea recorre la película. Y así como Francisco Solano López le puso imágenes a una batalla con el estadio de River como telón de fondo, el momento culminante de Invasión transcurre en la cancha de Boca.
El año de Invasión coincidió con el proyecto de la versión de El Eternauta con dibujos de Alberto Breccia. La revista Gente comenzó a publicarla en forma seriada pero la interrumpió. La primera entrega fue en el número del 29 de mayo de 1969, el día del Cordobazo. Oesterheld hizo algunos pequeños cambios, con alusiones a la dominación sobre América del Sur, pero no fue ese giro ideológico el que interrumpió la publicación, sino el vanguardismo del dibujo de Breccia, criticado en cartas de lectores, como cuentan Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami en Los Oesterheld. La revista justificó de esa manera su abrupto fin. Para ese entonces, el semanario de Editorial Atlántida reseñó de manera presuntamente ingeniosa la película de Santiago: “No nos gustó. La aconsejamos para mayores de 178 años solamente”.
La Buenos Aires de Oesterheld es, en el film de Santiago, la sitiada Aquilea. Aunque el paisaje es fácilmente reconocible, el director y Borges se propusieron anclar el relato en una analogía con la guerra de Troya al aludir a Aquiles. La vida cotidiana continúa como si nada mientras los enemigos avanzan sobre la ciudad y se organiza la manera de resistirlos. El jefe de los resistentes es un anciano, Don Porfirio, cuyo aspecto es similar al de una figura mítica que fue cercana a Borges: Macedonio Fernández. En la película, lo interpretó el compositor Juan Carlos Paz. Adolfo Bioy Casares (que aparece en los títulos como responsable del argumento junto con Borges) negó que Macedonio fuera la inspiración de Don Porfirio y siempre sostuvo que, como está en los créditos, el guión fue obra de Santiago y Borges, y que su colaboración fue mínima.
El Juan Salvo de Invasión se llama Julián Herrera y lo personificó uno de los nombres determinantes de la historia del cine argentino: Lautaro Murúa. Herrera está al frente de un grupo y hay algo del compañerismo de Salvo y sus amigos con los que juega al truco al comienzo de la nevada mortal de El Eternauta. Santiago plasmó esa idea de la amistad entre hombres en la escena en la que Roberto Villanueva entona la “Milonga de Manuel Flores” de Borges, musicalizada por Aníbal Troilo. Como el Salvo oesterheldiano, Herrera tiene su compañera, que es Irene (Olga Zubarry). El elenco también contó con, entre otros, Lito Cruz, Martín Adjemián y Juan Carlos Galván.
"Tomamos una resolución heroica"
En su monumental Borges, Bioy sitúa la génesis del argumento en junio de 1967. En esas semanas había publicado con Borges Crónicas de Bustos Domecq, que fue tapado por un huracán llegado de México, firmado por Gabriel García Márquez y titulado Cien años de soledad. La escritura de Invasión se demoró por el casamiento de Borges con Elsa Astete Millán y un viaje a Estados Unidos. El 19 de junio, Bioy escribió en su diario: “Come en casa Borges. Acelerada invención de episodios y personajes para el film”. El 3 de julio decidieron entregar un resumen del film a cambio de no firmar un contrato que ya tenía estipulados sus honorarios. “Tomamos una resolución heroica”, escribió Bioy. Y añadió: “Los productores no comprenderán nuestra resistencia, nuestra poca disposición a firmar y cobrar”.
El 8 de julio, Santiago fue a almorzar con Borges a lo de Bioy. El autor de La invención de Morel tomó la palabra: “Tengo, para usted, una buena y una mala noticia. La buena es que hemos concluido el resumen del film y que se lo regalamos para que haga lo que quiera. La mala es que no haremos el libreto”. Santiago aceptó y se mostró complacido con el material que le pasaron. En ese encuentro, el director definió que la película se llamaría Invasión. Durante los días siguientes, Borges y Bioy trabajaron en nuevas escenas.
Para octubre de 1968, y tras el proyecto trunco de adaptar “La muerte y la brújula”, los escritores comenzaron a preparar el guión para lo que sería el siguiente film de Santiago, Los otros. Un año más tarde, el 16 de octubre de 1969, se estrenó Invasión. Bioy anotó en su diario que fue con su esposa y su hija al cine Hindú. Allí estaba Borges. En el estreno, Bioy constató que la película no tendría éxito: “El film no llega a los espectadores; éstos ríen en los momentos trágicos y largamente se aburren”. Alguien, al pasar, lo definió como “el bodrio del año”.
"Hombres como todos los hombres"
Sin embargo, la película (con una notable fotografía en blanco y negro a cargo de Ricardo Aronovich) daba cuenta de un nuevo rumbo en el cine argentino. Dos semanas antes se estrenó Tiro de gracia de Ricardo Becher. En junio se había visto The Players vs. Ángeles Caídos, un film con cinco directores: Becher, Alberto Fischerman, Raúl de la Torre, Néstor Paternostro y Juan José Stagnaro, tío de Bruno, el director de El Eternauta. Y el año se había inaugurado con El dependiente de Leonardo Favio.
Borges se mostró satisfecho con Invasión. Lo definió como “un film fantástico”, lejano a Bradbury y Wells. “Los invasores no llegan de otro mundo”, apuntó en una de las Siete conversaciones con Jorge Luis Borges de Fernando Sorrentino. Resaltó que los resistentes “son hombres como todos los hombres, no son especialmente valientes, ni, salvo uno, excepcionalmente fuertes. Son gente que trata simplemente de salvar su patria de ese peligro y que van muriendo o haciéndose matar sin mayor énfasis épico”. Casi una descripción del grupo de El Eternauta.
Film de culto y mítico con el correr de los años, Invasión sufrió los avatares de la última dictadura militar, en lo que significó el gran ensañamiento contra Borges en la represión cultural. Ocho bobinas de los negativos originales de la película fueron robados en 1978 por un grupo comando que ingresó a los laboratorios Alex. Santiago (fallecido en 2018) y Aronovich reconstruyeron la película en base a algunas copias que circulaban, y así hay una versión restaurada.
Los espectadores del presente pueden constatar algo que pasó desapercibido en 1969: Invasión es una película profundamente política, que se amoldó a su manera al clima de insurgencia que iba a envolver a la Argentina de los primeros años 70. Como también era político El Eternauta que conocieron sus primeros lectores en 1957. Borges y Oesterheld: dos maneras (o quizás la misma) de encarar la resistencia.
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