







El gran giro de la situación mundial en 1814 es el regreso de Fernando VII al trono español, apoyado por la Santa Alianza (Rusia, Prusia y Austria) y su decisión de recuperar sus colonias americanas. En los siguientes años enviará más de 25 mil hombres en quince expediciones para lograrlo y estará bastante cerca de conseguirlo.


En 1813 había fracasado la rebelión centroamericana. En octubre de 1814 los ejércitos de Cabrera y O’Higgins son derrotados en Rancagua, cayendo Chile en manos del ejército peruano y en diciembre cae la Segunda República de Venezuela. En 1815 la rebelión de Morelos es derrotada en México y una expedición con 10.000 realistas reconquista Colombia (Bolívar se exilia en Jamaica).
Toda la rebelión americana ha sido aplastada, salvo en el Río de la Plata, no hay más lugar para “fernandear”. Posadas y Alvear intentarán buscar acuerdos para hacer un reino americano con Fernando al frente (hasta harán reunir a la Asamblea para que reconozca al rey, jurándole obediencia).
El fracaso de esos intentos sólo dejó el camino de la lucha por desterrar a los españoles de América. Y eso significaba tomar su bastión de Perú. Era eso o sucumbir ante la decisión de Fernando de volver a la América colonial. No había plan posible, no había proyecto si no se lograba la liberación del Continente. No había lugar para el sueño virreinal porteño ni para el intento localista de ningún caudillo.
De pronto, el dilema cobra una claridad antes ausente: o se derrota a los godos y se toma el Callao o se vuelve a la colonia. Eso lo entienden con absoluta claridad José de San Martín y Simón Bolívar y por eso son los dos grandes hombres de su época y los indiscutibles libertadores de América: tienen una visión correcta y apropiada y su propuesta es americanista, de conjunto. No hay posibilidad de una línea intermedia ni de abstraerse de esa batalla. Y así como San Martín y Bolívar destacan en esa coyuntura por su entendimiento de la dimensión histórica del momento, ni Paraguay ni Artigas lo comprenden y eso marca sus destinos.
En 1816 el peso de esa pelea está sobre las espaldas de los que se juntan en Tucumán para declarar la Independencia y del Ejército al servicio de esa nueva orientación política y militar. Cuando San Martín se dispone a cruzar los Andes, la única llama de la libertad americana flamea en el antiguo Virreinato del Río de la Plata, en sus ejércitos y en sus corsarios, como Brown y Bouchard. El resto del continente ya ha sido recuperado por las tropas reales. Eso explica por qué la mayor parte de los países centroamericanos tienen banderas parecidas a la argentina, ya que el paso de las naves de Bouchard y sus combates contra los españoles es lo que marca la única esperanza de los rebeldes.
En esas circunstancias y ante esa situación de extrema gravedad, se declara la Independencia en Tucumán. Con la derrota y el desbande del Ejército del Norte en Sipe-Sipe, con medio territorio en manos artiguistas y sumido en la guerra civil, con el gobierno en crisis tras el paso de Carlos de Alvear, con el resto de América en manos realistas, lo que queda del viejo territorio virreinal, bajo la batuta política y militar de San Martín, define una nueva política y cambia la estrategia militar.
San Martín necesita la declaración de la Independencia para que quede clara su intención de romper lanzas con el rey, darle a su ejército y a los pueblos americanos un sustento patriótico, una insignia diferenciada y un claro proyecto anticolonial.
Pasa del Plan de Operaciones (centrado en conservar el territorio del Virreinato) a la lucha continental por la independencia. Para hacerlo se basa, centralmente en tres puntales, San Martín (Gobernador de Cuyo y al mando del Ejército de los Andes), Güemes (Gobernador de Salta y al mando de la división Norte) y Pueyrredón (Director Supremo elegido en el Congreso).
Se impone la visión sanmartiniana de abandonar la recuperación del Alto Perú y priorizar la llegada a Perú a través de Chile, primer lugar a reconquistar. Contando con la valla de las guerrillas gauchas contra las invasiones que bajarán del Norte y con todo este andamiaje sostenido económicamente por Buenos Aires, algo que Pueyrredón garantiza al menos hasta Chacabuco, no sin estar en tensión permanente con la burguesía comercial porteña.
Jorge Luis Niebuhr *autor del libro “Los orígenes de la dependencia argentina” / Perfil







