







Si las Islas Malvinas son un barómetro del dolor popular argentino, también lo es la preocupación ambiental y la creciente incertidumbre pesquera, devenidas hoy en prácticas de piratas contemporáneos que desde la apropiación británica imponen un carnaval de barcos depredando nuestros mares las 24 horas de cada día.
Como informa a esta columna el especialista e inigualable conocedor de la riqueza marítima argentina, el Dr. César Lerena, Presidente del Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana (CESPEL), a pesar de que las capturas del calamar Loligo (Doryteuthis gahi) han disminuido sensiblemente en los últimos años en las Malvinas, ahora se sabe que 16 grandes buques congeladores provenientes de Vigo y Marín partieron a la búsqueda de este apreciado recurso que abastece a España y gran parte de la Unión Europea.
Sin embargo –subraya también Lerena, con toda autoridad– si bien la pesca ilegal suele ser realizada por los buques nacionales en cualquier zona exclusiva, “en su gran mayoría se trata de operatorias ilegales de buques que pescan a distancia fuera de sus jurisdicciones”. Y ejemplifica con que el 85% de la pesca a distancia en alta mar la realizan sólo cinco países: China, España, Taiwán, Japón y Corea. Quinteto que del total mundial de 37 millones de horas de pesca ocupan 25 millones, motivo por el cual es evidente que el mayor daño no lo ocasionan los 216 países restantes, sino solo esos cinco, según el informe “Estado Mundial de la Pesca y la Acuicultura” de 2020.
Es claro que también hay incertidumbre entre los armadores, no solo por los altos costos de las licencias en las islas, sino “por el costo que significa trasladarse y operar en aguas de las Malvinas, donde, de no capturarse un cierto volumen de la mencionada especie se producirá un gran quebranto empresario, agravado por el incumplimiento de los acuerdos comerciales relativos a la provisión de este producto”.
La preocupación encuentra sustento, además, porque en los últimos años las capturas de esta especie se han reducido en un 50 por ciento, como muestran las estadísticas del “Falklands Islands Government”. Por lo que el temor, entre pescadores y piratas, es creciente porque no se tienen precisiones sobre el origen de semejante reducción, y –como explica Lerena– “los biólogos y expertos trabajan sobre hipótesis que van desde atribuir la disminución de las capturas a la sobreexplotación del recurso por parte de cada vez más buques que son cada vez más grandes, hasta el aumento sostenido de la temperatura del océano en la región, y también a los efectos negativos que podrían estar provocando los bombardeos sísmicos aplicados a las exploraciones offshore de hidrocarburos”.
Frente a semejante escenario de incertidumbre, el medio especializado Seafood Media Group-FIS publicó un artículo el 8 de julio pasado en el que se hace eco de la observación de capturas erráticas de la flota pesquera española en las islas Malvinas. Y donde llamó mucho la atención un comentario surgido en los propios medios de prensa gallegos, que vinculaban la merma del calamar Loligo con las prospecciones de hidrocarburos y gas, tanto en aguas meridionales del Atlántico Sur, en Malvinas, como en aguas continentales de la República Argentina.
Con la idea de esclarecer estas afirmaciones, esta columna consultó al autor del artículo referido, a quien la gente de mar identifica como un severo y competente experto en Atlántico Sur, quien a través de la “Fundación Agustina Lerena” y el CESPEL conduce desde hace años un grupo de expertos dedicados a la investigación de todas las cuestiones relativas a los recursos naturales y el medio ambiente marítimo.
Es interesante señalar, además, que los medios periodísticos gallegos vienen relacionando la disminución del calamar Loligo con las prospecciones hidrocarburíferas y gasíferas en el Atlántico Sudoccidental.
Por eso, y teniendo en cuenta su experiencia, Lerena ilustró a esta columna respecto del impacto negativo de las exploraciones sísmicas, que dependiendo de las especies y sus distintos estadíos biológicos, son analizadas por organizaciones y expertos de todo el mundo. El Dr. Lerena tiene valiosos textos escritos respecto del efecto que sobre el ecosistema argentino ocasiona la pesca en Malvinas, así como también suele aludir a informes publicados de los que se desprende que no se han reducido las capturas de las especies en general en las aguas del archipiélago, salvo el de la especie Loligo, que es la más popular. En este caso la temporada 2024 estuvo marcada “por la particular decisión de no abrir la segunda temporada de este calamar en Malvinas debido a la baja biomasa”. Y así fue que en ese año solo se capturaron 48.888 toneladas, o sea el más bajo volumen registrado desde 2016, contrastante con las capturas de todas las otras especies.
Dice que es posible atribuir culpas a las intensas exploraciones sísmicas que se realizan, tanto en el área de Malvinas (Norte/Centro Sea Lion) como en las cuencas austral marina (son 6 subáreas de 86.000 Km2), Malvinas Oeste (18 subáreas de 14.000 Km2) y Cuenca Norte (14 subáreas de 100.000 Km2) todas en el Atlántico Suroccidental.
Allí, si bien los estudios internacionales no son concluyentes, esas exploraciones pueden estar dañando significativamente los estadíos larvales y juveniles del mencionado calamar, afectando gravemente su ciclo biológico y forzando a tomar medidas precautorias ante una hipotética depredación o dispersión grave de la especie.
Esos estudios –en términos generales– implican generar y registrar ondas sísmicas para estudiar el subsuelo en el proceso anterior a la explotación de hidrocarburos. Ello requiere de investigar impacto ambiental previamente, informes que -según Lerena- no deberían ser encomendados por las empresas beneficiarias, a la vez que los organismos técnicos competentes del Estado deberían no solo evaluar procesos teóricos, sino diseñar y dirigir las operaciones para garantizar que no se produzcan efectos negativos a las especies alcanzadas en forma directa o indirecta por las operaciones petroleras.
Lo cual en la Argentina nunca se hizo, porque nunca se destinaron medios económicos suficientes al INIDEP (Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero) ni jamás se le otorgó la conducción a esa Institución, sino un mero papel de asesoramiento. En consecuencia –remata Lerena– “los estudios de Impacto Ambiental en el Atlántico Suroccidental no han pasado de la fase teórica, lo que resulta insuficiente para garantizar procesos seguros y sostenibles para las especies más sensibles de la región, como es el caso –entre otros- del calamar Loligo”.
La Fundación que preside Lerena, por cierto, viene observando exploraciones sísmicas y analiza los estudios de impacto ambiental realizados en distintos países, como Noruega, Sudáfrica, Brasil, México, Namibia y, por cierto en Argentina desde 2010 cuando la Cía. Rockhopper Exploration inició la prospección en la cuenca norte de Malvinas, descubriendo el yacimiento Sea Lion. Y a partir de 2018 cuando el gobierno argentino licitó la explotación de unos 225.000 Km2 para la explotación offshore de petróleo, adjudicando áreas a las empresas ExxonMobil, Total, Shell, Equinor e YPF.
Lerena advierte: “los estudios de Impacto Ambiental realizados para las empresas Shell y Equinor y observamos que no estarían dando las suficientes garantías para asegurar que las acciones sísmicas no afecten cuestiones relativas a la supervivencia o distribución del calamar Loligo. Con esos análisis pudimos verificar que no se tuvo en cuenta el impacto sobre el total de las especies pesqueras comerciales, en especial las migratorias, así como es evidente la ausencia de evaluación in situ de áreas y especies críticas. Y eso entre otras deficiencias metodológicas como falta de rigor científico; referencias desactualizadas, información insuficiente o errónea y carencia de medidas precautorias y de prevención y mitigación.
Lo que sí se ha podido verificar en estudios analizados es el impacto en especies sensibles como el citado calamar Loligo, cuyo declive en Malvinas causa gran inquietud ante la falta de certezas científicas. La inquietud que adquiere mayor significación cuando se trata de esta especie, que según estudios científicos in vivo sufre severas alteraciones en su comportamiento y desarrollo debido a las prospecciones sísmicas.
Una pregunta inevitable a Lerena es acerca de si se está cometiendo fraude ambiental. Por acción u omisión, y en especial si no se profundizan los estudios relativos a la sostenibilidad de las especies, ya que las puede haber gravísimas consecuencias desde el punto de vista ambiental y económico.
Y refiere finalmente Lerena: “Todos los estudios hay que optimizarlos; los que se implementen en el futuro y los vigentes, en los que se requerirá actuar con urgencia, porque las pérdidas biológicas y económicas pueden ser de magnitud y en algunos casos irreversibles”.
Y tampoco los estudios deben ser exclusivamente teóricos sino practicados en vivo y continuados. Porque además de todo, la actividad petrolera offshore podría llegar a ser muy positiva para la economía del país y la región. Pero deberá armonizarse con la actividad pesquera”. Y ser políticamente muy bien controlada.
Claro que eso sólo se verificará cuando nuestro país recupere la absoluta soberanía sobre las Islas Malvinas y todo el Mar Argentino. Entretanto, sostiene esta columna, todo es teoría. Y flacas esperanzas, a la luz de la lamentable realidad política nacional.
Por Mempo Giardinelli / P12






















