







"No podemos seguir oponiéndonos a todo. Hay que empezar a armar propuestas alternativas”. Recientes visitantes de San José 1111 coinciden en repetir casi textualmente el reposicionamiento conceptual que lanza Cristina Fernández de Kirchner desde su prisión domiciliaria, como parte del nuevo escenario que se abrió tras el triunfo electoral libertario de hace un mes.
La expresidenta insiste a quien la va a ver con que ya no hay más espacio para un “oposicionismo” férreo por parte del peronismo, en especial en el Congreso. “Trabajemos reformas por la positiva”, es otra de las frases que sale habitualmente estos días de su boca.
Aún ante la posibilidad de que este cambio de estrategia de CFK fuera pasajero, se puede entender desde diferentes dimensiones, según fuentes que la frecuentan y la conocen.
La más evidente, acaso, es tomar nota de que la táctica ofensiva activa del peronismo, y en especial del kirchnerismo, no dio los frutos imaginados en el test de las urnas de medio término.
Esa suerte de Operativo Desgaste contra el Gobierno tuvo su epicentro en el Congreso, en especial en el Senado, donde el PJ ejercía una amplia primera minoría a un par de votos del quórum propio.
Durante la campaña y luego de la amplia victoria peronista en los comicios bonaerenses de septiembre, la oposición a Javier Milei consiguió imponer desde Diputados y el Senado hasta leyes vetadas por el Poder Ejecutivo. Fue el caso de la emergencia pediátrica (Hospital Garrahan) y en discapacidad o el financiamiento universitario.
Cristina considera que esa táctica está agotada por el momento. “Hay que construir una opción programática hacia 2027”, señala. La expresidenta es muy pesimista respecto al panorama socioeconómico que afrontará la Argentina para la elección presidencial y a la capacidad del Estado para esa tarea de reconstrucción que vaticina.
En ese marco, incluyó un amplio intercambio con economistas sub-50 y sub-40 del peronismo, con quienes debatió sobre la posible actualización de propuestas económicas. La filtración, aparentemente equívoca, del contenido de ese encuentro motivó algunas desmentidas y tensiones posteriores. No es para menos: hubo quien deslizó que hubo consenso sobre la necesidad de sostener en el tiempo superávits gemelos (fiscal y comercial), mejorar la productividad y ser más amigables con los mercados. Vade retro, Satanás.
La búsqueda cristinista de redirigir las energías hacia más propuestas y menos obstrucciones tal vez también pretenda tener efectos de corto plazo. Cortísimo plazo.
Hay quienes creen que este cambio también intenta sacarle presión a los legisladores peronistas que se sienten tironeados por el Gobierno y amagan con dejar el bloque de UxP. En esa tarea viene trabajando diariamente el nuevo ministro del Interior, Diego Santilli, que trajina provincias y despachos para balcanizar al peronismo (que él tan bien conoce) y sumar apoyos legislativos. Milei trata de que se apruebe velozmente el Presupuesto 2026 (el primero de su gestión) y las reformas laborales y fiscales, entre otras medidas. Durante las sesiones extraordinarias de verano, si fuera posible.
Un grupo de gobernadores peronistas no kirchneristas son claves en esa lógica libertaria. El salteño Gustavo Sáenz, el misionero Hugo Passalacqua, el tucumano Osvaldo Jaldo y el catamarqueño Raúl Jalil tienen la llave para sumarse a los deseos legislativos oficialistas.
En todos los casos ya lo hicieron en ciertos proyectos. Pero hay dos curiosidades. CFK impuso en Tucumán que hubiera unidad peronista, pese a que “Jaldei” (como algunos renombran al gobernador en el Jardín de la República) incluso había impuesto su propio bloque en Diputados, Independencia. Ya anunció que un diputado que ingresa referenciado en Juan Grabois va a ese bloque y no al de UxP. Jaldo puede ser convincente cuando se lo propone.
Más delicado es el caso Jalil, porque sus diputados de Catamarca son los únicos que permanecen dentro del bloque del peronismo oficial, al revés de sus otros tres colegas. Todos ellos armarían un nuevo interbloque.
En el Gobierno y en Catamarca se da por hecho que Jalil romperá la bancada de UxP, que dejaría de ser así la primera minoría para cederle ese privilegio (con mayor injerencia en las comisiones) a LLA. El jueves por la tarde, Jalil estuvo reunido en Buenos Aires con Sáenz y Jaldo y luego fue a la Casa Rosada.
Al parecer, a Jalil lo convencerían del traspaso gracias a devolverle el manejo de Yacimiento Minero Aguas de Dionisio (YMAD), la empresa estatal que regula y controla toda la actividad minera privada en la provincia, clave para el desarrollo catamarqueño. Y multimillonaria en recursos. Tras asumir, Milei intervino el ente y desplazó a su titular, casualmente un hermano de Jalil.
CFK se muestra resignada ante la pérdida de alguna banca más, tanto en Diputados como en el Senado. Podría explicarse desde la nueva flexibilidad y positividad los rumores de que el tucumano Pablo Yedlin podría reemplazar al santafesino Germán Martínez al frente del bloque de UxP en la Cámara baja.
En lo que Cristina no cede es en sus críticas a Axel Kicillof, su exhijo político pródigo. Elige concentrarse en dos objeciones puntuales. Una, el remanido argumento de por qué desdobló la elección bonaerense de la nacional: “Despertamos al antiperonismo”, azuza.
Hay otro reproche menos difundido: de posicionamiento. “Axel no puede tener un discurso más a la izquierda que el mío. Ahí no hay más votos para crecer, debería estar a mi derecha”, sostiene CFK. Si tuviera razón, ¿la “derechización” de Kicillof no lo pondría en el mismo espacio que ya ocupa Sergio Massa en el peronismo? ¿Será exprofeso, para hacerlos competir?
La inquina cristinista contra el gobernador bonaerense no se detiene en conceptualizaciones abstractas o contrafácticas. Sospecha que también está detrás de su casi inevitable desplazamiento al frente del PJ, después de la condena en la causa Vialidad.
Tres afiliados se presentaron ante el Juzgado Federal Electoral de María Romilda Servini de Cubría para impugnar la continuidad de CFK como presidenta partidaria. Uno de ellos es un cercano colaborador del ministro de Trabajo kicillofista, Walter Correa.
La guerra entre Cristina y Kicillof implica una probable encerrona para el peronismo, si efectivamente aspira a convertirse en una opción de poder y no en una mera oposición testimonial. En ese clima es difícil alumbrar “nuevas canciones”: significa mucho más que una interna.
Cabe preguntarse cuánta incidencia en la resolución de esos recelos puede tener la causa de los Cuadernos de las Coimas. En el juicio oral y público que se acaba de iniciar vuelve a refrescarse el monumental armado de recaudación ilegal con la obra pública que montó el kirchnerismo desde 2003, ensayado anteriormente en Santa Cruz. Puesto en marcha por Néstor Kirchner y mantenido por su viuda, una de las acusadas de este proceso junto a otros altos funcionarios y connotados empresarios.
Reivindicador de Néstor y Cristina y militante de la bandera del lawfare anti-K, Kicillof no acumula una sola causa por corrupción. ¿Podrá igual escaparle a los efectos políticos de este escándalo? ¿Podrá hacerlo el peronismo, dominado por el kirchnerismo en los últimos veinte años, sin autocrítica ni renovación de figuras e ideas?
De las respuestas a estos interrogantes –y del éxito o fracaso de Milei– dependerá la reconfiguración política argentina. Que ya está en marcha. Nadie sabe hacia dónde.
Por Javier Calvo / Perfil






















