


Tres síntomas, la misma crisis: la inflación vuelve a subir, el consumo no reacciona y se derrumba el mercado interno
Economía10/11/2025


La inflación vuelve a presionar sobre los bolsillos en un país donde el consumo no da tregua. Este miércoles se conocerá el dato oficial del Índice de Precios (IPC-INDEC) de octubre y las consultoras anticipan una nueva aceleración, por encima del 2% mensual. Detrás de esa suba se combinan varios factores: el incremento de bienes de la canasta básica, la creciente volatilidad financiera y una mayor demanda de cobertura con alza del tipo de cambio, las semanas previas a las elecciones del pasado 27 de octubre. Sin embargo, analistas advirtieron que el traslado a precios de la devaluación no fue completo. El llamado pass through se vio atenuado por el retroceso del consumo, que ya arrastra meses de caída y refleja el agotamiento del poder adquisitivo de los hogares y la crisis persistente del mercado interno que -anticipan- difícilmente encuentre señales de reactivación en el corto plazo.
No se trata de datos aislados, las familias lo sienten en cada compra: se venden menos productos, crece el uso del crédito para financiar alimentos y aumenta la morosidad (+147%). En el rubro de mayor peso -Alimentos y bebidas sin alcohol- las subas mensuales oscilaron entre el 5% y el 7%, con lácteos, carnes y aceites entre los productos que más empujaron al alza. La crisis del consumo cotidiano agrava, al mismo tiempo, el golpe directo a uno de los principales motores de la economía, el comercio.
Crisis interna y modelo agotado
Las consecuencias del modelo económico actual son más que palpables en el día a día de la población: cae el poder de compra de los ingresos, aumenta el desempleo, pero también la búsqueda de más fuentes de ingreso –pluriempleo- en una coyuntura donde el gasto fijo en servicios esenciales se disparó y se lleva una porción más grande de esos salarios, que cada vez alcanzan menos para comprar bienes de subsistencia.
Todo esto tiene como escenario un nivel de actividad que ya lleva medio año en retroceso y que, en septiembre, habría registrado una caída desestacionalizada de 0,8% respecto al mes previo, con lo cual cerró el tercer trimestre del año con un retroceso de 0,3%, consolidándose una recesión técnica (dos trimestres de caída consecutivos), según anticipó la consultora privada Orlando J. Ferreres. De hecho, las actividades más importantes siguen en crisis: industria, construcción y comercio principales actividades en materia de empresas y empleo se encuentran, en promedio, 10 puntos por debajo de los años previos.
El deterioro de la demanda interna se agrava en el tiempo, en sintonía con el magro derrotero del consumo de los hogares. “La caída en las ventas de mayoristas y supermercados, junto con el aumento del uso del crédito para financiar gastos básicos y el incremento de la morosidad, reflejan el agotamiento de la capacidad de compra de las familias y la debilidad del mercado interno”, señaló un informe presentado por el Centro de Estudios para la Recuperación Económica (Centro RA) de la UBA. De esta manera, la debilidad del consumo impacta directamente sobre uno de los principales sectores productivos de la economía -el comercio- y sobre los hogares.
Si se pone la lupa en la dinámica del mercado interno se observa una profundización de la caída en la medida en que las ventas continúan muy por detrás del inicio de la gestión de Javier Milei: en el caso de los autoservicios mayoristas, desde el inicio del actual gobierno se registra una contracción acumulada del 20,8%, mientras que las ventas de los supermercados acumulan una caída de aproximadamente 9,7%, detallaron los especialistas de la UBA.
Al mirar lo sucedido solo en octubre, mes atravesado con la incertidumbre electoral potenciada por las propias decisiones de política económica del Gobierno, se aprecia que para la actividad comercial se trató de “el peor mes del año en ventas minoristas, con una caída del 9,5% interanual en volumen”, de acuerdo con un relevamiento del Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas (IETSE). En el acumulado enero - octubre se registró un retroceso del 22,4%, explicado por “el crecimiento sostenido de los precios por encima de los salarios”.
De esta manera, la inflación, que difícilmente vuelva a perforar el piso del 2% mensual en lo que resta del año si se tienen en cuenta los aumentos previstos en tarifas de servicios públicos, prepagas y combustibles, vuelve cuando menos difícil esperar un cambio próximo de tendencia.
Sobre ello, la dinámica al interior de los hogares muestra que la demanda de bienes agudizó su caída configurando un estancamiento crítico de los indicadores sociales y un agravamiento de la inseguridad alimentaria. Según los resultados de las Encuestas de Hogares que realizó el IETSE, en el décimo mes de este año casi 6 de cada 10 hogares no logró cubrir de manera satisfactoria la Canasta Básica Alimentaria (CBA), evidenciando consumos por debajo de los parámetros nutricionales mínimos. Entre quienes sí lograron hacerlo, el 70% dependió de asistencia estatal y en la mitad al menos un integrante debió eliminar alguna comida diaria, principalmente la cena. “Estos datos revelan una profundización del deterioro social, donde el acceso a los alimentos se sostiene cada vez más sobre asistencia estatal y mecanismos de deuda”, analizaron.
Sobre esto último, otro aspecto relevante vinculado a las ventas es el creciente uso del crédito para financiar el consumo en supermercados: entre diciembre de 2023 -inicio de la gestión de Milei- y mediados de este año su participación en las compras aumentó de manera significativa del 39% al 45% del total. Este avance del crédito se dio en paralelo a una disminución del uso de otros medios de pago (las tarjetas de débito retrocedieron del 34% al 26%, mientras que el efectivo pasó del 20% al 16%). En contraste, el uso de billeteras virtuales se expandió en 6 puntos porcentuales, al pasar del 7% al 13% del total de las operaciones.
Esta dinámica sugiere que una proporción creciente de los hogares estaría recurriendo al endeudamiento para afrontar consumos básicos mensuales. Así lo señaló un documento del Centro RA –UBA desde donde estacaron también “la rotación de mayor parte de los ingresos al pago de servicios ya que los salarios, en el promedio agregado de los sectores se encuentran apenas por encima de la inflación”.
Dos hechos sostienen dicha interpretación: por un lado si bien las promociones asociadas a compras con tarjeta de crédito ya existían antes del inicio de la administración libertaria (supermercados de los más conocidos ofrecían a comienzos de 2023 descuentos del 20% al 25% en pagos con tarjeta de crédito durante varios días de la semana), actualmente “los pagos con tarjeta de débito ofrecen beneficios similares o incluso mayores, pero muchas familias optan por utilizar crédito y endeudarse para poder realizar sus compras cotidianas”.
En segundo lugar, se observa un fuerte incremento de la morosidad en el crédito al consumo. Desde el inicio de la gestión de Milei, el indicador aumentó 147%, al pasar del 2,5% al 6,2% del total del crédito al consumo en julio pasado. En otras palabras, “no solo crece el uso del crédito para financiar el consumo, sino también las dificultades de las familias para afrontar los pagos correspondientes”, alertaron.
Pocas señales de recuperación a la vista
El programa económico actual se sustenta no solo en la recesión de la economía argentina sino en una profunda redistribución regresiva del ingreso ya que, desde la mega devaluación de hace un año atrás, sumado al fuerte ajuste y la política cambiaria, se desencadenó una redefinición de precios relativos con un importante traslado de ingresos en favor de los grupos económicos más concentrados. Entre las consecuencias concretas sobre la actividad, la nueva estructura de precios juega en contra del empleo y los ingresos.
En esta coyuntura, las expectativas para los próximos meses están lejos de ser promisorias: “a pesar de la moderación de algunos indicadores nominales, la pérdida de poder adquisitivo y la falta de señales de recuperación de la demanda sugieren que el consumo continuará deprimido en los próximos meses, en un contexto de alta incertidumbre macroeconómica y escasa confianza en el rumbo económico del gobierno”, señalaron desde el Centro RA-UBA. Al entender de los economistas existe una “baja probabilidad de recuperación de la demanda” e incluso advirtieron por una “profundización de la retracción del consumo, especialmente entre los revendedores”.
Por su lado, desde el IETSE sostuvieron que “la contracción del consumo, el endeudamiento familiar y creciente dependencia de la asistencia pública dibuja un dificultoso mapa social y confirman un cuadro de fragilidad estructural” y consideraron que, tras el respaldo electoral, “la sociedad que ha hecho un esfuerzo significativo - incluso a costa de su propio bienestar - espera respuestas de racionalidad económica y principalmente, sensibilidad social”.
De este modo, el Gobierno llega al tramo final del año sin señales de reactivación. La contracción del consumo, el endeudamiento de los hogares y la caída de la actividad confirman que el actual programa económico no es solo un ajuste coyuntural, sino que busca una reestructuración social regresiva. En nombre de la promesa de equilibrio fiscal y la estabilidad se consolida un esquema que concentra ingresos, debilita el mercado interno y profundiza la exclusión.
Por Eugenia Rodríguez / El Destape
























