





"Esto al PRO no lo va a afectar en nada". Ese fue el diagnóstico ante este diario de un altísimo dirigente del partido amarillo, que estuvo involucrado en la campaña bonaerense. Lo dio al día siguiente de la derrota de Javier Milei en la provincia de Buenos Aires (o, debería decirse: de la alianza LLA-PRO). Mauricio Macri no sintió que la derrota fuera propia y dejó que el Gobierno fuera el que corrigiera sus errores. Tres vetos más tarde (y tres rechazos del Congreso), el bloque del PRO en Diputados terminó astillado y con peleas en público por las diferencias sobre lo que está haciendo el Gobierno.
En privado, no obstante, hay menos diferencias de lo que parece. Un dirigente del PRO del ala acuerdista hacía un análisis del escenario ante Página/12 que parecía digno de un opositor: "No están ordenando nada. Viven permanentemente de interna en interna y agravan cada vez más la situación política. Espantaron a los gobernadores y se sorprenden con las derrotas". Quien dice esto, hay que decirlo, participa de más de una reunión con Karina Milei y compañía. Es decir, no es el diagnóstico de alguien que está en la vereda de enfrente, sino de alguien que ve que el barco va a naufragar y que el capitán no atienden razones, siguiendo a la ballena blanca.
Ahora, habrá quien pueda ironizar después de esta semana que el "viven de interna en interna" se le podría aplicar al PRO. Es cierto que el partido amarillo había entrado en una situación de impasse hasta después de octubre. En parte, eso tuvo que ver con que la derrota en mayo en Ciudad de Buenos Aires corrió a Macri de la conducción efectiva y dejó a los acuerdistas que hicieran su trabajo para fusionar al PRO dentro de boletas violetas donde ya ni aparece el nombre del partido. Los que no estaban de acuerdo se aguantaron la humillación con la idea de una victoria. Pero llegó septiembre y en lugar de esa victoria, hubo una derrota estrepitosa.
Esto le dio nuevas ínfulas al sector autonomista del PRO: comenzaron los comentarios en los grupos de WhatApps de que tanto entregar las banderas (y los lugares en las listas) fue para nada. Todo se puede resumir en un mensaje de Gisela Scaglia, vicegobernadora de Santa Fe y ferviente militante para que el PRO deje sus alianzas con LLA y se sume a Provincias Unidas: en un grupo con los jefes del partido provinciales dejó el planteo de que en noviembre se debían rediscutir las alianzas. Lo mismo dijo el secretario del PRO, Facundo Pérez Carletti --hombre de Macri-- cuando echaron al bullrichista Damián Arabia de la conducción. El planteo de Pérez Carletti fue que después de octubre había que volver a discutir todo.
Aceleración
En eso estaban cuando los errores (y horrores) del Gobierno parecieron adelantar esa discusión que estaban postergando hasta después de las elecciones. Fue tras los tres vetos de Milei (Garrahan, universidades, ATNs) que llevaron al Congreso a proporsionarle una derrota sobre la derrota que ya había sufrido en las urnas.
La discusión que se estaban guardando para más adelante apareció en la reunión del bloque del PRO del martes a la noche, es decir, previa a la sesión en la que Milei iba a ver sus vetos rechazados por mayorías muy amplias. En ese encuentro, quedó en claro que iban a votar divididos. Que diputadas cercanas a Macri como María Eugenia Vidal y Silvia Lospennato ya no se iban a seguir tragando todos los sapos y que iban a votar en contra del veto. También otros diputados y diputadas que responden a gobernadores del PRO. En total, seis votos. Cristian Ritondo podía retener una mayoría a favor del Gobierno, pero ya no todos.
La reunión fue in crescendo hasta que --según relataron testigos a este diario-- terminó con insultos. Nada de "libertad de acción" para que la sangre no llegue al río. Un choque de frente entre dos sectores que deja todo servido para futuras rupturas. Ya el tema no es si el bloque se va a romper, dicen algunos macristas, sino cuando. "'¿Llegamos a octubre?", es la pregunta que se repite.
La pelea
Y después vino lo que todos vieron en vivo. Los distintos sectores decidieron llevar esa discusión privada al recinto. El diputado Alejandro Finocchiaron cordialmente invitó a sus compañeras de bancada a irse al peronismo: "A la luz de algún discurso y algún voto que presiento, hoy sería magnifico que tuviésemos el sistema del Parlamento inglés (de gradas opuestas) en el Congreso argentino. Porque así algunos colegas podrían, sin pudor, cruzar hacia las gradas de enfrente donde habita la alegre banda populista que quiere tumbar a este Gobierno", afirmó, en abierta referencia a sus compañeros de bancada.
Lospennato levantó el guante y se cruzó: "A mi no me vas a decir kirchnerista". En un momento, Ritondo se dio vuelta y le dijo una serie de cosas con cara de pocos amigos. Según algunos, lo que le dijo fue: “Por lo menos, tené la dignidad de que si vas a votar distinto al bloque levante y andate o abstenete”. Otros, en cambio, le escucharon decirle algunas frases más fuertes. Esto en sí fue un problema: el jefe de bloque en vez de acercar posiciones, se sumó a uno de los dos grupos y con vehemencia.
“A mí no me gritas y no me vas a decir cómo tengo que votar”, fue, según estas versiones, la respuesta de Lospennato. Fernando Iglesias se metió para invitarla a cantar la marcha peronista, a lo que ella le dijo --según una versión--: “Ojalá la gente te haga ver lo prepotente que sos”. Y según la versión de Iglesias, lo que le dijo fue: "Sos un provocador y ojalá te lo hagan notar en la calle”. Más tarde, Iglesias se la pasaría trolleando periodistas para afirmar que el "cantá la marchita" no fue para Lospennato, sino para otros diputados de otras bancadas, lo que no explica por qué Lospennato siguió discutiendo con él.
La versión de Iglesias de lo ocurrido consta en una carta formal que le envió a Ritondo como presidente del bloque. Dice así: "Estas fueron las palabras de nuestra compañera de bloque, Silvia Lospennato, que considero una intimidación y una amenaza. La misma diputada ha sostenido siempre que la violencia verbal conduce a la violencia física. Se lo comunico para que usted tome las medidas que considere pertinentes". Una suerte de invitación a echar diputadas, que quizás no haga falta si siguen por este camino.
Grietas
La realidad es que hace ya mucho tiempo que el bloque del PRO está partido en tres tribus. Están los larretistas, como el diputado Álvaro González (que votó en contra de los vetos). Están los bullrichistas comandados por Damián Arabia, recientemente expulsado por Mauricio Macri de la cúpula del PRO. Ese sector, creen los amarillos paladar negro, tarde o temprano dejará de ser PRO y se pasará al bloque de La Libertad Avanza, como ya sucedió con los bullrichistas en el Congreso bonaerense y en la Legislatura porteña. Y, por último, están aquellos diputados sobre los que Mauricio Macri tiene todavía cierto ascendiente. Los macristas paladar negro, como Vidal.
Todos se preguntan: ¿cuánto más duran juntos? Lo cierto es que, contrario a lo que creían hace apenas una semana, la crisis política del Gobierno está también afectando al PRO y acelerando las grietas que ya existían hacia una división que hoy parece inexorable.
Por Werner Pertot / P12





