







No habrá sido seguramente el escenario imaginado por el gobierno de Milei y su equipo económico el que se le presenta este lunes. Es curioso, ya que no había actor económico o político de este país que no imaginara, al menos como posibilidad, una salida traumática al proceso de megaendeudamiento en pesos que se seguía inflando, o a las presiones sobre el dólar que apenas se pretendían contener con medidas cada vez menos eficaces y confiables. Pero el resultado electoral de este domingo aceleró los tiempos y "el escenario tan temido" quedará a la vista. ¿Tiene el gobierno un plan B para enfrentar la situación?


La mayor debilidad del plan económico que viene ejecutando el gobierno desde abril --cuando abrió parcialmente el "cepo" y estableció un sistema de bandas de flotación-- es la pérdida paulatina de confianza que fue sufriendo. El resultado electoral de este domingo le dio el golpe letal: inevitablemente para el gobierno, hubo un plebiscito hacia la política económica del gobierno. Y si el electorado del principal distrito del país le dio la espalda, la escasa cuota de confianza que le quedaba se le diluyó.
En economía, cuando la confianza tiende a cero, la incertidumbre es total. En los hechos, este se refleja en que todo actor económico con recursos, pocos o muchos (pequeños ahorristas, inversores medianos, fuertes capitales especulativos o empresas con excedentes financieros), buscarán en lo inmediato refugiarse en el dólar. A menos que, este mismo lunes, el gobierno y la conducción económica (¿será la misma?) tengan para ofrecerle una alternativa mejor.
La sentencia de operadores y analistas de mercado de este domingo, post elecciones, era coincidente: el Tesoro ya no tiene la batuta, es el mercado el que va a devaluar.
"El problema no es el riesgo kuka, es el riesgo argentino, son todos los argentinos los que han vivido situaciones de inestabilidad, de alta inflación, a lo largo de décadas y siempre se van a sentir más seguros huyendo al dólar", explicaba unos días atrás nada menos que Ricardo Arriazu, un veterano economista emblemático del neoliberalismo, de una vasta experiencia que va desde el acompañamiento a Martínez de Hoz durante la dictadura (se le atribuye ser el autor de la tablita cambiara de fines de los 70) a ser un buscado expositor en la actualidad en encuentros empresarios y de especialistas financieros.
A la política económica del gobierno de Milei, al menos a la vigente hasta ayer, no le quedan instrumentos válidos para manejar el descalabro que se le precipita a partir de este lunes. El esquema de bandas cambiarias de flotación ya venía con los días contados, pero este fin de semana se aceleró su caída. La capacidad de fuego para enfrentar una corrida es muy limitada, porque no hay dólares suficientes en el Tesoro y los del Banco Central, para ser utilizados, deberían requerir una autorización del FMI. Difícil creer que la otorgue en las actuales condiciones.
Para sumar inconsistencias, los especialistas explican que, de los 32 mil millones de dólares que aproximadamente existen en el sistema bancario como depósitos de particulares, se supone que unos 15 mil son el remanente del blanqueo del año 2024, con el compromiso de permanecer inmovilizados hasta el próximo 31 de diciembre para no pagar una multa o cargo del 5 por ciento, que se dijó para quienes lo retiraran. La pregunta a hacerse es: ante una perspectiva de devaluación fuerte si la presión cambiaria no encuentra contención, ¿no habrá titulares de fondos blanqueados dispuestos a retirarlos asumiendo el costo de la multa del 5 por ciento? Quizás, la mayoría. Al menos, no habría que descartarlo.
El otro instrumento con el que el equipo económico de Luis Caputo vino compitiendo para combatir que los pesos en la plaza financiera se fueran al dólar fue una brutal elevación de las tasas de interés de corto plazo. Así, incrementó la deuda del Tesoro en pesos una cifra difícil de entender: 230 billones de pesos, de los cuales 117 billones están en manos del sector privado. Sólo esta última es el equivalente a 85 mil milones de dólares (al tipo de cambio mayorista del viernes pasado): dos veces la deuda con el FMI. ¿Corre riesgo de explotar ese globo? Es decir, ¿podrían los acreedores privados (principalmente bancos) negarse a renovar el crédito, por más alta que sea la tasa ofrecida?
Esta misma semana el Tesoro estará sometido a prueba: el viernes vence deuda por 7 billones de pesos, y probablemente el miércoles licite para renovarla. ¿Cual será la propuesta a los acreedores? ¿Una tasa anual de más del 100 por ciento? ¿Esperar que le presten hasta después del 26 de octubre? Dicho de otro modo, ¿es hoy el Tesoro un deudor confiable para los bancos y otras entidades financieras?
Y si no resulta, como ya ocurrió en licitaciones anteriores, ¿podría la conducción económica insistir en subas de encajes para inmovilizar depósitos en poder de los bancos? La medida ya no solo suena descabellada sino que, además, es difícil de creer que haya fuerza política del oficialismo para aplicarla.
"Nada va a cambiar en lo económico. Ni en lo fiscal, ni en lo monetario, ni en lo cambiario. Un abrazo a todos", tuiteó Caputo en las redes a las 22:17. Para el ministro de Economía, no ha pasado nada que justifique cambiar políticas en las materias mencionadas. No dijo nada de cambio de funcionarios, simplemente mandó un abrazo.
Llo que inevitablemente cambiará este lunes, o esta semana, es la postura de ahorristas e inversores ante una situación incierta. Hay temor a un colapso inminente, precedido de un proceso de fuga que, ya iniciado, solo cabe esperar que se acelere. Pero a Caputo eso lo tiene sin cuidado.
Por Raúl Dellatorre / P12







