Qué es el Cinturón de Fuego, la zona más riesgosa e inestable del planeta, origen del masivo terremoto en Rusia

Actualidad - Internacional31/07/2025
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La península rusa de Kamchatka fue sacudida en las últimas horas por uno de los terremotos más potentes registrados en la historia moderna. Con una magnitud de 8,8 grados en la escala Richter, el sismo no solo provocó el temor inmediato por posibles víctimas y daños materiales en Petropávlovsk-Kamchatski, la única ciudad relevante de la región, sino que reavivó el interés científico en uno de los sistemas tectónicos más complejos y peligrosos del planeta: el Cinturón de Fuego del Pacífico. 

En las últimas horas, el interés por el “Cinturón de Fuego del Pacífico” también registró un fuerte aumento en las búsquedas web en Argentina, especialmente a partir del miércoles por la noche. Según datos de Google Trends, los picos de consultas estuvieron vinculados a temáticas como “tsunami”, “terremoto en Rusia”, “península de Kamchatka” o “anillo de fuego mapa”, lo que sugiere que el sismo recientemente registrado con epicentro en Kamchatka activó el interés por comprender este fenómeno geológico. Por otro lado, las provincias con mayor nivel de búsquedas fueron Mendoza, San Juan y Neuquén, zonas del país con actividad sísmica frecuente, lo que indica una preocupación local ante la posibilidad de eventos similares, aunque también hubo consultas en Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires, CABA y Entre Ríos.

A pesar de que el impacto superficial del sismo resultó menor de lo esperado, la energía liberada por el terremoto fue colosal. Los tsunamis derivados del evento alcanzaron zonas costeras de Rusia y Japón, con olas de hasta tres metros, y cruzaron el Pacífico con velocidad de avión a reacción, golpeando también regiones del oeste de Estados Unidos y Hawái.

El reciente terremoto se posiciona, según estimaciones preliminares, entre los seis más fuertes que se registraron desde que existen instrumentos modernos de medición, y podría ser reclasificado como aún mayor conforme se procesen nuevos datos.

El Cinturón de Fuego del Pacífico: la región más activa del planeta
 
Kamchatka, junto con todo el Lejano Oriente ruso, forma parte del llamado Anillo o Cinturón de Fuego del Pacífico, una vasta franja tectónica de más de 40.000 kilómetros de longitud con forma de herradura que bordea el océano Pacífico y concentra el 90 % de toda la actividad sísmica mundial.

En ella convergen varias placas tectónicas —la del Pacífico, la de América del Norte, la de Filipinas, la de Nazca, entre otras— que se empujan, se hunden o se friccionan entre sí constantemente. Esa tensión acumulada se libera periódicamente a través de terremotos y erupciones volcánicas.

No es casualidad que este cinturón albergue más de 450 volcanes activos y algunas de las fosas oceánicas más profundas del mundo, como la de las Marianas, la de Java o la de las Aleutianas.

Este gigantesco sistema tectónico que impacta a decenas de países, pone a prueba su capacidad de adaptación, prevención y respuesta ante fenómenos extremos. En este recorrido se ubican más de tres cuartos de los volcanes activos del mundo y se concentra cerca del 90 por ciento de los terremotos más destructivos registrados por la ciencia moderna.

El origen de esta hiperactividad geológica está en el movimiento de las placas tectónicas. En la zona convergen varias de las principales placas de la corteza terrestre —como la del Pacífico, la de Nazca, la norteamericana y la Indoaustraliana—, que se empujan, se hunden o se deslizan unas sobre otras en un proceso continuo de fricción y liberación de energía.

Uno de los mecanismos más comunes es la subducción, que ocurre cuando una placa oceánica se hunde bajo otra continental, generando acumulación de tensión que puede liberarse violentamente a través de sismos o erupciones.

Los efectos de esta actividad van mucho más allá del plano geológico. Millones de personas viven en zonas de riesgo sísmico o volcánico a lo largo del Cinturón de Fuego.

Las consecuencias de estos fenómenos incluyen la pérdida de vidas humanas, la destrucción de viviendas e infraestructura, la interrupción de servicios básicos y un alto impacto económico. Sin embargo, no todo es amenaza: en algunas regiones, la actividad volcánica también genera suelos altamente fértiles que resultan fundamentales para la agricultura local.

Países situados bajo el anillo de fuego
En Asia, la franja tectónica cruza países como Japón, Filipinas, Indonesia, Papúa Nueva Guinea y el este de Rusia, particularmente la península de Kamchatka. Estos territorios se ven afectados por la convergencia de múltiples placas que generan tanto terremotos devastadores como una actividad volcánica constante. En Oceanía, Nueva Zelanda también forma parte de este corredor, con una geografía marcada por la presencia de fallas activas y volcanes imponentes.

En América, el cinturón atraviesa desde el extremo sur de Chile hasta Canadá. En su trayecto incluye a Perú, Ecuador, Colombia, Centroamérica, México y buena parte de la costa oeste estadounidense. Todos estos países experimentan terremotos con regularidad y deben enfrentarse al desafío permanente de proteger a su población. El desarrollo de códigos de edificación antisísmica, sistemas de alerta temprana y programas de educación comunitaria son algunas de las estrategias que adoptaron para convivir con la amenaza geológica.

Vivir en el Cinturón de Fuego implica un equilibrio delicado entre el riesgo y la resiliencia. Cada país involucrado debe prepararse no solo para resistir los embates de la naturaleza, sino también para aprender de cada evento y mejorar su capacidad de respuesta. En un planeta dinámico, donde la Tierra sigue moldeándose desde sus entrañas, este cinturón recuerda a diario que la estabilidad geológica es una ilusión pasajera.

Antecedentes de grandes terremotos en el cinturón de fuego
El sismo reciente, aunque extraordinario por su magnitud, no sorprendió a los expertos. En 1952, un terremoto de magnitud 9 grados ya había golpeado esta misma región. Y antes del evento principal del miércoles, hubo señales premonitorias. Desde el 20 de julio, una serie de movimientos más leves —entre ellos uno de magnitud 7,4— funcionaron como advertencia de que algo más grande podía estar gestándose.

La magnitud por sí sola no define la destrucción que un terremoto puede provocar. En este caso, la profundidad del epicentro fue uno de los factores clave. El sismo ocurrió a solo 20 kilómetros de profundidad, lo que incrementó significativamente su capacidad destructiva en superficie.

“La profundidad es muy importante cuando hablamos de daños”, señaló Dee Ninis, del Centro de Investigación Sismológica de Melbourne. “Realmente no se puede hablar solo de la magnitud de un terremoto. También debemos incluir la profundidad para hablar del tipo de daño que podría producir en la superficie, porque, por supuesto, todo se reduce a la distancia, y la profundidad también es un tipo de distancia, por así decirlo, desde la superficie de la Tierra”, agregó.

El epicentro del sismo se ubicó cerca de una de las zonas más activas del planeta, donde la placa del Pacífico colisiona con la placa norteamericana. Esta interacción ocurre en un contexto geológico que los científicos conocen como zona de subducción, una región donde una placa se desliza bajo otra, acumulando durante años o décadas una tensión que, al liberarse, produce violentos deslizamientos. “Existe un punto óptimo que permite este tipo de adherencia y luego deslizamiento, lo que produce un terremoto”, explicó el geofísico Brandon Shuck.

El evento sísmico del miércoles fue tan intenso que pudo haber involucrado un deslizamiento de placas de hasta 300 millas de longitud. Esa magnitud de movimiento tectónico no es habitual. Terremotos de esta clase, con magnitudes iguales o superiores a 8 grados ocurren aproximadamente una vez por año, pero aquellos que alcanzan o superan el nivel registrado en Kamchatka son mucho más escasos. “Estamos presenciando un evento geológico extremadamente potente”, afirmó Shuck.

La directora del Servicio Geofísico de Kamchatka, Danila Chebrov, indicó que ciertas características del epicentro explican por qué el daño en superficie fue más contenido de lo que podría esperarse de una magnitud tan alta. “Debido a ciertas características del epicentro, la intensidad del temblor no fue tan alta como cabría esperar de tal magnitud”, sostuvo. Sin embargo, aclaró que las réplicas siguen en curso y conservan una intensidad significativa.

La región de Kamchatka, con sus 250.000 habitantes, es particularmente vulnerable a este tipo de eventos debido a su proximidad a múltiples puntos de subducción. Los datos preliminares indican que en Petropávlovsk-Kamchatski se alcanzó una intensidad de 8 sobre 12 en la Escala de Mercalli, lo que implica un grado de sacudida capaz de provocar daños estructurales notables. “Ahí es donde los edificios sufrirán daños considerables”, señaló Shuck.

Más allá del caso puntual en Rusia, el Anillo de Fuego sigue dejando una huella profunda en la historia sísmica global. En Chile, en 1960, un terremoto de magnitud 9,5 —el mayor registrado— provocó un tsunami que afectó a todo el Pacífico. En 2011, Japón vivió un desastre similar: un sismo de 9 grados generó un tsunami devastador que desencadenó la tragedia nuclear en Fukushima. Y en 2004, en el Océano Índico, un terremoto submarino de magnitud 9,3 generó uno de los tsunamis más letales de la historia reciente, con más de 230.000 víctimas fatales.

Todos estos eventos ocurrieron en zonas donde las placas tectónicas están en constante fricción, como sucede en Kamchatka. Allí, el violento empuje de las placas no solo produce terremotos, sino también eleva abruptamente el lecho marino, desplazando miles de millones de litros de agua y generando tsunamis que viajan a cientos de kilómetros por hora. “El tsunami viajaba a través del Océano Pacífico hacia Hawái y Estados Unidos continental a la velocidad de un avión a reacción”, explicó Lori Dengler, profesora emérita de geofísica.

Estos sismos no solo afectan a la infraestructura y la vida de las personas, también modelan culturas enteras. En los países que bordean el Pacífico, como Chile, Japón, Indonesia o México, la arquitectura incorpora normas antisísmicas estrictas, y las comunidades adoptan una fuerte cultura de la prevención y la resiliencia. Los terremotos, los tsunamis y las erupciones forman parte de la memoria colectiva.

Mientras tanto, fuera del Cinturón de Fuego, otras regiones del planeta también presentan riesgo sísmico elevado. El Cinturón Alpino, que va desde Indonesia hasta Europa, es la segunda zona con mayor actividad geológica, atravesando áreas tan críticas como el Himalaya o el Mediterráneo. Sin embargo, fue el Pacífico quien volvió a recordarnos que bajo nuestros pies la Tierra está viva, y que su furia puede liberarse sin previo aviso.

En última instancia, el terremoto de Kamchatka refuerza la urgencia de comprender mejor las señales premonitorias, perfeccionar los sistemas de alerta temprana y adaptar nuestras ciudades a la geología real del planeta. Porque si algo quedó claro esta semana, es que ningún territorio sobre el Anillo de Fuego puede permitirse bajar la guardia.

Nota:infobae.com

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