







Querido lector, querida lectora: uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias, pero, como diría el Licenciado A. en un día discepoliano, debería saber que la lucha es cruel y es mucha, porque si no lo sabe, entonces uno no ha aprendido nada y sigue creyendo que tiene el corazón como el que tuvo ayer…, y no.


Uno sigue teniendo, por suerte, corazón, pero está buenísimo que la circulación pase también por la memoria, para no cometer los mismos errores. Y llegar a resultados similares, según nos demostró Einstein, que de esto algo sabía.
Sé que comparto con muchos de ustedes y con muchos más que no leen esta columna pero igual están, esa pregunta preguntona sin respuesta adecuada, o con una pregunta inadecuada que más o menos funcione: "¿Cómo llegamos a esto?". O sus versiones: “¿Cómo merda llegamos a esto?”; “¿Cómo carajo llegamos a esto?”; “¿Cómo [improperios varios y diversos] llegamos a esto?”. Y luego, quizás más tímidamente: “¿Cómo salimos de esto?" o, incluso, en tono de alguna manera litúrgico, casi a modo de plegaria: “Dios, Alá, Moisés, Jesús, Spinoza, Freud, Marx, Juandomingo, Vladimir Ilitch, Quantum, Batman, Chapulín…. ¡sácanos de aquííííííí!”.
Así de perplejos vamos por la avenida de la vida, y más de una vez les echamos la culpa a los jóvenes porque no aprendieron, a los viejos porque no enseñaron, a los de izquierda porque no votaron “lo que debían”, a los de derecha porque votaron "lo que no debían", al actual Autoritario Electo, Su Graciosa vice, su Patrífice de Seguridad, a la sociedad que los hizo posibles, a los medios que los fogonearon, a la oposición que no se opuso lo suficiente, al diablo, a China, a Rusia, a Medio Oriente, a Elon Trump y Donald Musk (dúo que jamás logrará superar a Laurel y Hardy, Buono-Striano, el agente 86 y la 99…).
Pero la verdad de la milanesa de soja (la otra está muy cara) es que la responsabilidad, aunque con grados muy diversos, es múltiple.
Solo por dar un ejemplo: conozco gente que por un lado se queja de que los jóvenes no tienen conciencia política (cosa que puede ser cierta en muchos caos, pero no lo es en otros), y al mismo tiempo insulta al Autoritario Electo en un nivel que por supuesto jamás igualará a la capacidad insultativa de don Jotageeme (¿será eso lo que le hizo ganar su cargo?), pero no por terminar, perdonen el improperio, “meando fuera del baño”.
Quiero decir, cuando insultan al mandatario tildándolo de basura y diciéndole que él es la dictadura, están, a mi gusto, cometiendo un grave error. O, creo yo, varios errores de gravedad diversa.
Primero porque, aunque no nos gusten nada, pero nada nada nada, el estilo, forma, ideología y demás minicomponentes del desgobierno actual, es necesario admitir que la dictadura era otra cosa. El sentir cotidiano, el miedo, el nivel de represión y, por supuesto, los 30.000 (o quizás más) desaparecidos; los expulsados, los exiliados, los perseguidos. Para hacerla corta: esta misma columna no era posible en aquellos tiempos. Y eso que –usted y yo lo sabemos, lector– no le estamos haciendo ni cosquillas a los poderosos.
Cualquiera que haya vivido la dictadura sabe la diferencia. Incluso el mero hecho de ir a votar, por triste y desganado que nos resulte últimamente. O hasta el no ir, que, por decisión propia y no ajena, es una marca. Cuando alguien dice “esto es como la dictadura”, el peligro mayor es que los jóvenes, o quienes simplemente no hayan vivido esos años nefastos, crean, por carácter transitivo, que “la dictadura es como esto”, y alguno se diga “ah, entonces tan mala no era”. Porque más allá de lo que usted o yo pensemos, querido lector, hay mucha gente que se las va arreglando para tener sus momentos felices (o que lo parezca) y con eso les alcanza.
“La dictadura era otra cosa” es una frase que todos los argentinos y argentinas deberíamos tener grabada, para que nunca más.
Y por supuesto, para que “esto" mejore, quizás, no sé, digo, se me ocurre, una oposición un poquiiiito más…, más…, ¡más! podría ayudar. Porque ya sabemos que a los opositores no los une el amor, pero, si ni siquiera los une el espanto, estamos al horno, o como se decía cuando yo era chico, ¡estamos fritos!
Sugiero acompañar esta columna con el video de Rudy-Sanz “Humor y autoritarismo”:
Por Marcelo Rudaeff (Rudy) / P12







