Axel o Milei

Actualidad26 de octubre de 2024
ARCHI_1264249

La soberbia es un abismo

donde suele desaparecer

hasta el mérito verdadero

Juan María Montalvo

 
Al cumplirse un año de la elección presidencial que depositó a Javier Milei en la segunda vuelta y luego en la Casa Rosada, resulta necesario hacer una revisión de las características y debilidades del sistema político argentino, que permitió con su insolvencia que un personaje de estas características llegara a la presidencia de la República Argentina.

Entre las características centrales del sistema político argentino, a diferencia de las de muchos otros países, incluso algunos vecinos, la vocación de liderazgo sectorial o partidario, en casi todos los casos, se pretende vitalicia.

El grueso de la dirigencia se ve a sí misma irreemplazable y cuando es abandonada por la pérdida de adhesión popular, suele dedicar sus últimos años a obturar y evitar cualquier tipo de renovación, para permanecer dañando de manera consistente a las instituciones y las estructuras a las que pertenecen, deteriorándolas en muchos casos de manera terminal.

Reflexiones de estas características suelen tener una crítica generalizada, en tanto “las vacas sagradas” de la dirigencia de nuestro país y sus menguados adherentes, reproducen todo tipo de insultos y adjetivos descalificadores ante lo que suelen considerar “operaciones” vinculadas a conspiraciones nunca demostradas.

La comparación con el actual sistema mexicano resulta muy ilustrativa en este debate. Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos, después de muchos años de lucha y habiendo sido víctima de dos fraudes electorales que ya casi nadie niega, organizó de modo extraordinario la sucesión de su gran Presidencia y Liderazgo para pasar el “Bastón de Mariscal” a Claudia Sheinbaum Pardo entendiendo, a diferencia de lo que sucede en nuestro país, que PRIMERO LA PATRIA es una consigna colectiva y democrática y no una obsesión mesiánica personal individual. AMLO admitió su retiro político para no opacar su sucesión en beneficio del futuro del pueblo mexicano.

La situación de Gerry Adams en Irlanda es aún más ilustrativa. Adams, junto a Martin Mc Guinness, lideraron por años el movimiento republicano irlandés y su brazo político, el Sinn Féin. Adams anunció su abandono de la presidencia del Sinn Féin en un inolvidable discurso en Dublín en 2017, ante el congreso de su partido, al que había liderado desde 1983. Entonces Adams señaló: “el liderazgo significa saber cuándo es el momento del cambio, y ese momento es ahora, es tiempo del relevo generacional en beneficio de nuestro pueblo y de la lucha por una Irlanda unificada. Yo seré un adherente más”

Los casos en Argentina son bien distintos. La pretensión de perpetuidad de líderes que incluso ya han sido desestimados como tales por el propio pueblo que alguna vez los encumbró, no se detiene. Tras el desastroso final de su Presidencia, con claroscuros de todo tipo, Raúl Alfonsín le produjo, aún de modo involuntario, un costo enorme a su partido, la Unión Cívica Radical.

Desde entonces su obsesión por mantener un liderazgo que ya había fracasado, arrastró a su partido a una crisis sin final que inclusive se agravó con el muy mal Gobierno de Fernando de la Rúa, con el que Raúl Alfonsín nunca colaboro demasiado, tratando de evitar el “reemplazo definitivo” de su deteriorado liderazgo partidario y político.

Mas acá en el tiempo, el caso de Mauricio Macri y Cristina Fernández no es muy disímil. El egoísmo de Macri y su vocación de perpetuidad, lo hizo conspirar abiertamente para que Horacio Rodríguez Larreta no obtuviera la candidatura presidencial en 2023. El resultado final nos muestra hoy que el PRO ya no existirá en el futuro, absorbido o destruido, según el destino del gobierno, por Javier Milei. Si a Milei le va bien el PRO será la UCD de Menem y si le va mal será el FREPASO de De la Rúa.

Cristina Fernández, desde que Néstor Kirchner fuera Intendente de Rio Gallegos en aquel lejano 1987, nunca fue, hasta la ausencia de Néstor, encargada de la construcción política de su espacio, pero sí tuvo un destacado rol como candidata, vocera y presidenta del kirchnerismo. Como su nombre lo indica, el kirchnerismo fue concebido y conducido por Néstor Kirchner hasta su desaparición física. Visto desde nuestros días se puede afirmar que Cristina Fernández ha sido una buena presidenta, pero no una gran dirigente política.

Desde su pelea con la CGT en 2012, la fractura del peronismo bonaerense en 2013 que motivó su primera derrota como líder política de su espacio. La elección de Scioli en 2015, derrotado por Mauricio Macri. En 2017, luego de desechar al Partido Justicialista para no someterse a una interna por las candidaturas, constituiría una estructura incomprensible para el peronismo como Unidad Ciudadana, y sucedería su tercera derrota política consecutiva y la primera de carácter personal.

En 2019 su decisión de promover un presidente delegado como Alberto Fernández, inepto de total ineptitud, y al que se pretendía manejar como un empleado, determinó un gobierno muy malo y dos derrotas consecutivas tan insólitas como previsibles, en 2021 y 2023.

milei-y-macri-se-saludan-en-la-toma-de-posesion-LHXQG6SFBNCMTBDISUYSXTQIU4  
Los errores políticos que enhebraron derrotas y más derrotas del peronismo desde 2013 a estos días, no ha hecho mella en la autoestima de alguien que se sigue creyendo superior e imprescindible y que concibe la política como una empresa donde su liderazgo deviene de factores ajenos a la decisión popular, que justa o injustamente, ha dado ese viejo liderazgo por asunto juzgado.

El maniqueísmo de presentar un falso debate entre leales y traidores exhibe una impotencia palpable y la falta de comprensión de lo que sucede, y sobre todo de lo que sucedió, al punto tal de no entender aun lo que ese liderazgo desteñido y minoritario contribuyó a que el pueblo argentino prefiriera nada menos que a Javier Milei antes de seguir con el “modelo para la liberación”.

La insólita y descalificable idea de atacar a Axel Kicillof y pretender transformarlo en un nuevo Alberto Fernández, exhibe claramente una estrategia que no supera la pretensión de la primera persona del singular.

La patética agresión a Kicillof de editorialistas de vacunatorios vip, con dificultades para explicar fehacientemente su supervivencia a la dictadura cívico militar, no hace más que contribuir a una estrategia que no tiene muchas otras cosas que exhibir, además de un ego deshilachado por la realidad.

Las comparaciones con liderazgos más largos como los de Juan Domingo Perón o Vladimir Putin, no aplican de ninguna manera. Ni Putin ni Perón perdieron una elección, y mucho menos cinco de las últimas seis que disputaran. La derrota consuetudinaria de este liderazgo no hace mella, sin embargo, en la muchachada del PJ adicta a la pretensión de perpetuidad, sobre todo de su propia perpetuidad.

Nunca el peronismo tuvo menos gobernaciones a su cargo que ahora, nunca tuvo menos intendencias que ahora. Sin embargo, al parecer esta debacle gigantesca no tendría ninguna relación, según sus defensores, con una estrategia que transformó al peronismo en un rejunte inofensivo frente a una derecha global que quiere llevarse puestos al Estado, a la Política y a la Democracia.

Si el peronismo insiste en este delirio megalómano en sepia, Milei y sus dueños estarán agradecidos y nuestro país se parecerá cada día más a Perú y a su exclusión social obscena, pero con una “macroeconomía ordenada”.

El pasado merece ser reconocido y respetado en consecuencia, pero solo si no se presta a ser funcional hoy a un gobierno que explicita su vocación por la destrucción de lo que fuera nuestro país.

La política argentina difícilmente vuelva hacia atrás, y más allá de la obsesión, los liderazgos vitalicios no pueden aspirar a ser tales si solo acreditan derrotas, fracasos y justificaciones.

Si el peronismo no cierra filas en defensa del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y del liderazgo de Axel Kicillof, solo será un conjunto de cincuentones que se pretenden juveniles cantando consignas acordes a su recibo de sueldo, y siendo cada vez más minoría y cada vez menos intensa.

 

Por Marcelo Brignoni * Analista político / La Tecl@ Eñe

Te puede interesar