OpenAI y el complicado camino hacia convertirse en Big Tech… o no

Recursos Humanos06/11/2025
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Mi columna de esta semana en Invertia se titula «Con OpenAI repetimos la historia de las Big Tech… con todos sus errores», y trata sobre cómo lo que hoy parece una empresa emergente e innovadora no es solo un actor más en la revolución de la inteligencia artificial, sino un posible nuevo monopolio en ciernes que reproduce dinámicas que ya conocemos: acumulación de capital, centralización de poder, dependencia sistémica, etc. con el agravante de involucrar infraestructura crítica, datos masivos y algoritmos que, para muchos usuarios, configuran la realidad.

OpenAI ha anunciado públicamente que dispone de un plan a cinco años para transformar sus ingresos actuales estimados en 13,000 millones de dólares en una facturación de un billón de dólares, y al mismo tiempo ha comprometido más de un billón de dólares en gastos de infraestructura para cumplirlo. Pero lo que llama poderosamente la atención es que ese gasto no se apoya aún en un modelo de negocio claramente definido, sino en la promesa de que serán capaces de convertir la escala en una ventaja competitiva. En entrevistas recientes, su CEO ha reaccionado de forma brusca y cortante ante quienes cuestionan cómo una empresa con esos ingresos sostiene un compromiso de gasto a largo plazo tan enorme, y ha dicho a los críticos que si quieren que les encuentre compradores para sus acciones, que está seguro de que no tendrá problema en hacerlo.

Estas dinámicas no son nuevas: las Big Tech del pasado funcionaron en gran parte con la lógica del crecimiento infinito, de la acumulación de poder como plataforma y de la creación de dependencias. Donde antes era el navegador, la publicidad y el teléfono inteligente, hoy es el modelo de inteligencia artificial, los chips, la nube y el dato. El problema se replica: cuando una empresa se vuelve inevitable, su fallo deja de ser su problema, pasa a ser un riesgo para todo el ecosistema. Porque si OpenAI no logra monetizar ese gasto elevado o diluye la competencia, el riesgo no será solo que pierda valor, sino que altere la naturaleza de la industria tecnológica durante décadas.

El modelo que proporciona OpenAI está basado en alianzas estratégicas con gigantes como Microsoft, Nvidia, Oracle y otros, en un compromiso de consumo de miles de megavatios de energía y en una arquitectura comercial que aspira a convertirse en infraestructura estándar de inteligencia artificial. En tal esquema, la empresa no compite únicamente por mercado: compite por influencia, por protocolo, por convertirse en la norma de hecho. Y eso es lo que hace que la hoja de ruta sea paradigmática y, al mismo tiempo, inquietante.

Que la inteligencia artificial sea estratégica no justifica que debamos caer en los mismos errores del pasado. Cuando la acumulación de capital se posiciona por delante de la rentabilidad, cuando la dependencia de una sola empresa marca la dinámica de todo un sector, cuando la escala es el objetivo y no el medio, lo que antes fue monopolio de plataforma puede convertirse en monopolio de infraestructura. Y con ello, la competencia se estrecha, la innovación se ralentiza y el control se concentra.

Europa, en ese contexto, tiene que actuar distinto: no solo regular, sino ofrecer alternativas tecnológicas, arquitecturas de inteligencia artificial diversificadas, políticas públicas que fomenten competencia real, investigación independiente y modelos de negocio distintos. Porque cuando el escenario es «quien controla el modelo, controla todo», no basta con que haya una empresa grande, sino que deben existir muchas maneras de innovar, desplegar modelos y ofrecer servicios sin quedar sujetos a un único nodo.

Mi columna habla de esas tensiones: la admiración por el fenómeno OpenAI, una empresa que parece convencida de estar construyendo el futuro, y el reconocimiento de que ese futuro entusiasma y asusta a partes iguales. El entorno de la inteligencia artificial ha cambiado y la apuesta por la innovación no deja de ser real, pero los síntomas del viejo guión están presentes. La escalada de deuda, la urgencia por alcanzar un dominio, la concentración de talento y capital, el impulso por generar dependencias. Que esos síntomas vengan ahora envueltos en la inteligencia artificial no los convierte en inocuos.

Por eso el mensaje de mi columna pretende ser doble: primero, que celebremos la innovación, el salto tecnológico y el cambio de paradigma. Pero segundo, que mantengamos la vigilancia: que no aceptemos que «ser el siguiente gigante» sea la única forma de ganar, que «crecer de forma responsable» no sea sinónimo de «dominar», que «hacerse grande» no signifique que todo dependa de ti. Porque si OpenAI alcanza una escala que hoy nos parece innovadora y mañana imprescindible, estaremos ante otro tipo de riesgo: el de una dependencia tecnológica global.

Porque la pregunta no es si hay o no una burbuja en la inteligencia artificial: sí, la hay, pero los cadáveres que yacerán en el suelo cuando explote no son solo los de las compañías de inteligencia artificial que mueran, sino sobre todo, los de las empresas de todos los sectores que crean que, como hay una burbuja, pueden ignorar la inteligencia artificial. Que haya una burbuja es algo prácticamente connatural al capitalismo cuando se enfrenta a innovaciones de propósito general. Pero que la existencia de esa burbuja quiera decir que podemos permitirnos no tener en cuenta o no incorporar en nuestras compañías la inteligencia artificial es, simplemente, una estupidez y una imprudencia.

Al fin y al cabo, no se trata solo de quién lidera la inteligencia artificial, sino de cómo se lidera, de quiénes participan y con qué reglas. El futuro no puede estar en manos de un único y gigantesco competidor hegemónico. Y en la medida en que hoy se construya un ecosistema plural, abierto y diverso, más probable será que la inteligencia artificial cumpla su promesa, y no termine siendo el reflejo ampliado de los errores que cometimos permitiendo que las grandes tecnológicas del pasado nos llevasen a donde estamos hoy.

Nota: https://www.enriquedans.com/

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