Una nueva polarización

Actualidad16 de octubre de 2024
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Nombrar lo otro, definir el mapa, encontrar las palabras con las que identificar al adversario son algunas de las tareas fundamentales de la actividad política. Las ciencias sociales, por razones diferentes, también asignan suma importancia a encontrar la categoría adecuada para describir y explicar los hechos observados.  

Desde la mitad del gobierno de Cambiemos se incrementaron las publicaciones sobre las mutaciones en el campo de la derecha argentina. Frente a la emergencia de otra nueva derecha que primero se presentaba como superadora de las ideologías y enfocada en la gestión, pero que luego se recostó sobre su componente antiperonista y profundizó su deriva represiva, el sociólogo argentino Daniel Feierstein alertaba en 2019 sobre el crecimiento de prácticas sociales fascistas alimentado por sectores del oficialismo de esos años pero también por sectores peronistas, liberales y reaccionarios. Aún cuando abunden diferencias con los antecedentes históricos, Feierstein asignaba a las semejanzas un peso mayor, resaltando que la historia no se repite de modos iguales. 

Es posible poner en duda la utilidad práctica o estratégica de esta categoría. No tanto porque Feierstein se equivoque en que no debemos esperar a ver un bigote particular y esvásticas, sino por su incapacidad de interpelación en el presente. Algunos años después de la publicación de su libro, el autor insiste en utilizar esta palabra, ahora agregando el prefijo “neo”. Posfascismo, nacional-populismo u extremas derechas 2.0 son otras denominaciones recopiladas por Pablo Stefanoni en La rebeldía se volvió de derecha. Pablo Semán, por su parte, señala que la referencia al fascismo desenfoca en vez de ayudar a comprender lo específico del fenómeno libertario en el presente argentino. El fantasma del anticomunismo es también, de alguna manera, el reverso paródico de tantas acusaciones equívocas de fascismo. 

Hace unas semanas, la agenda de los medios y las redes fue acaparada por la polémica en torno a un video publicado en las redes del presidente Milei. Este video presenta la narrativa de una ciudad en ruinas y repleta de zombies, que habrían sido infectados por el virus “ku-k12”. “Muchas gracias a los que han despertado” decía la voz del presidente acompañando el video. La metáfora de la red pill apropiada de Matrix por las “derechas alternativas”, vistas a sí mismas como portadoras de verdades y saberes inalcanzables para sus detractores, es combinada aquí con la típica deshumanización de los opositores propia de los fascismos clásicos. 

La escasa atención que presta una sociedad cansada del circo decadente no le resta gravedad a que un líder político difunda este tipo de contenidos, aún más siendo presidente de todos los argentinos. Sus seguidores lo celebraron como parte de una relación con la política que se pretende lejos de la solemnidad y la corrección política. De acuerdo con Valeria Di Croce en El Arca de Milei, Santiago Oría, cineasta de Milei desde antes de la campaña de 2023 (hoy publicista del gobierno), reconocía un traslado de la iconografía del entretenimiento al líder cultural que es Milei, entendiendo que la relación con su líder “forma parte de un juego”. Atacar como fascistas y defenderse como partícipes de un juego que no toman en serio (o no se triggerean), un método efectivo para los seguidores de un liderazgo lúdico o una política gamificada.

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Imagen: el referente teórico libertario Agustín Laje.

 
Simplificar el mundo

”Tenemos que simplificar el mundo para explicarlo en términos de dos categorías de uso frecuente y amplio en la sociedad, para poder comprender al menos aproximadamente, la oferta de ideologías políticas”. La indicación táctica corresponde al politólogo cordobés Agustín Laje. Esta tuvo lugar, recuerda Di Croce, durante la presentación de su libro La batalla cultural en la Feria Internacional del Libro en mayo de 2022, junto a Nicolás Márquez y el por entonces diputado nacional Javier Milei. Que, en la actualidad, prácticamente todo lo que no acompañe la nueva derecha encarnada en el actual presidente sea calificado de “socialismo” no corresponde a la ignorancia de sus partidarios: es parte de una batalla desplegada por un aparato contracultural que lleva años operando en el suelo argentino, alertada por pocos y al que la política le prestó atención demasiado tarde. 

De acuerdo con Ezequiel Saferstein, influencers y foros digitales (como Reddit o 4chan), presencia mediática y en plataformas, y también publicaciones editoriales (como las de Editorial Unión) constituyeron un dispositivo de distribución de ideas y artefactos culturales de mucho trabajo previo. Fue central la participación del propio Milei como panelista, conferencista y autor, pero también contó con importantes aportes como intelectuales de Agustín Laje o Nicolás Márquez, quienes enfatizaban la importancia de formarse para la batalla. Por supuesto, formarse consistía en leerlos a ellos, sus formadores y las interpretaciones que ellos hicieran del mundo. Que no tengan lugar en las disciplinas científicas sería consecuencia de “adoctrinamiento” antes que de la escasa rigurosidad de sus trabajos. 

El núcleo militante de esta nueva derecha, en los términos de Laje, estaría compuesto por “libertarios no progresistas, conservadores no inmovilistas y patriotas no estatistas”. Un conjunto de expresiones previamente marginales que lograron articularse a la cabeza de una nueva alianza entre las dos familias históricas de la derecha argentina: la liberal-conservadora y la nacional-reaccionaria. La acción política parece orientada por una estrategia de fusionismo, categoría mencionada en la compilación Están entre nosotros: más que una síntesis de todas las partes de este conjunto heterogéneo, lo importante es la búsqueda de un denominador común detrás del cual ordenarse. “Liberalismo” es este denominador común que hoy aglutina a un Milei con una Villarruel dentro de esta nueva derecha (otra de tantas). 

Esta definición de Laje se complementa, además, por aquello que deja afuera: del mismo modo que la alt-right norteamericana desprecia el ‘cuckservatism’, la rama criolla de la nueva derecha rechaza las expresiones de centroderecha que la precedieron. A sus ojos, le dieron demasiada importancia a las formas, además de no haber encarado la tan necesaria batalla cultural. Por más muestras de apoyo hacia el “cambio” que exhiban, representantes de bloques como el de la UCR o los peronistas federales continuarán siendo víctimas de ataques libertarios (y sobran políticos con miedo a los trolls) en la medida que su alineamiento no sea completo o pretendan moderar las pulsiones iliberales del oficialismo.

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Entre lo viejo y lo nuevo 

La centralidad dentro del sistema político que le otorga a Milei su rol como Presidente de la Nación, sumada a la táctica de simplificación mencionada, parecen llevarnos camino a una nueva polarización. Una distinta de la que configuró la cartografía política después del 2008. El intento por mantener viva la llama de la vieja polarización puede rendirle frutos al oficialismo en la medida que los efectos del ajuste todavía sean tolerados por la ya sobreajustada sociedad argentina.  

Pero la paciencia de la opinión pública no es infinita: mucho del apoyo al gobierno se sostiene sobre la esperanza de que el sacrificio valdrá la pena. Imágenes como las del asado en Olivos después del veto contra los jubilados o el viaje a Nueva York mientras se incendiaba Córdoba no maridan bien con la carencia de resultados en el poder adquisitivo. Que el desempleo vuelva a ser una preocupación para los argentinos en medio de una economía en recesión sólo empeora el panorama.  

Entre tanto, la principal oposición (el peronismo) atraviesa un proceso de discusiones con más diferencias sobre nombres y lugares que ideas. Dicen, de un lado, que las “nuevas melodías” las pretenden componer viejos intérpretes. En última instancia, la ausencia de una alternativa novedosa opera como respirador artificial para el gobierno. Es difícil imaginar que el deterioro de la crisis social derive automáticamente en el apoyo a la actual oposición. Tampoco la réplica de acciones en el plano de la comunicación digital, como la utilización de bots, el trolleo o la inyección de recursos económicos en streamings que no construyen audiencias orgánicas (es decir, silvestres y “espontáneas”) será suficiente. Medios aggiornados pero sin fines claros, un despilfarro de recursos políticos a gusto de los consultores de confianza. It’s politics, stupid. 

Que la política deje de hablarse a sí misma, vuelva a mirar a los ojos a la sociedad que pretende representar, escuche y ofrezca un futuro diferente son pasos elementales pero necesarios para ofrecer una alternativa real. Una propuesta que interprete la demanda política y construya una oferta superadora de un presente caótico. Luego llegará el momento de contemplar las posibles alianzas entre los amplios sectores de este nuevo mapa político en construcción. 

Curiosamente, reaparece el espectro de aquel viejo bipartidismo que soñaron Di Tella y tantos analistas con vocación de ingeniería política. La diferencia es que, esta vez, ocurre bajo la forma de una pesadilla: un polo de peronistas, progresistas, porciones de nacionalistas y conservadores junto a restos del “centrão” argentino, por ahora agotado anímicamente y con poca imaginación utópica, frente a un polo de derecha desinhibido y con la fortaleza de sentirse intérpretes del sentido de la Historia.

Por Tomás Albornoz / Revista Urbe

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