La verdad sobre las pastillas de la inteligencia: ¿te convierten en un genio o son un mito?
Las llamadas “pastillas de la inteligencia” se apoderaron del imaginario colectivo en 2011, a partir del estreno de la película “Sin límites”. El protagonista, encarnado por Bradley Cooper, atraviesa una crisis personal y profesional hasta que un amigo le da a conocer NZT, una droga experimental que le proporciona una mejora radical de sus funciones mentales, le permite aprovechar todo su potencial cognitivo y lo lleva a la cima de Wall Street.
Desde entonces, el uso de fármacos para potenciar la concentración, liberar la creatividad y soportar horas y horas de trabajo se ha normalizado en entornos de mucho estrés, en campus universitarios o en el mundo laboral, en startups o grandes corporaciones. Algunas personas sanas consumen pastillas inteligentes en circunstancias especiales, como el jetlag, la preparación de exámenes o presentaciones en el trabajo, mientras que otras recurren a estas drogas de forma habitual e incluso a diario, según los expertos.
Las estadísticas sobre el consumo entre los estudiantes estadounidenses se suelen generar a partir de encuestas informales que después se publican en los periódicos estudiantiles. Las cifras de jóvenes que consumen drogas inteligentes oscila entre el 10 y el 20 por ciento, de acuerdo a estos reportes.
“La escalada y la aceptación del uso de estimulantes recetados con fines de mejora cognitiva han aumentado en los campus universitarios durante la última década”, advierte un estudio que observó que el uso no médico de un medicamento para mejorar la capacidad intelectual es mayor entre estudiantes universitarios de EEUU (9,9%) que entre los jóvenes de la misma edad que no están matriculados en una universidad (6,2%).
El término de “drogas inteligentes” se refiere a sustancias, a menudo conocidas como nootrópicos, que están destinadas a mejorar las funciones cognitivas: la memoria, la creatividad y el cambio de tareas, por ejemplo. Sin embargo, la etiqueta “drogas inteligentes” es algo engañosa porque la cognición abarca varios dominios y todos ellos necesitarían de enfoques particulares para su mejora.
“Los fármacos más comunes que se utilizan para mejorar la atención son los estimulantes que se recetan a menudo en la práctica clínica para personas con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Estos fármacos suelen actuar aumentando los niveles de neurotransmisores como la dopamina y la noradrenalina, que se cree que mejoran la atención, la concentración y ayudan a controlar los impulsos”, explicó Anjan Chatterjee, profesor de Neurología de la Universidad de Pensilvania y director del Centro Penn de Neuroestética, en diálogo con Infobae.
Las pastillas inteligentes apuntan a efectos a corto plazo, a mejorar la atención para una tarea laboral demandante, a absorber conocimientos para un examen difícil, pero su efectividad en personas sanas no está del todo comprobada. La evidencia al respecto varía e incluso uno de los últimos estudios que realizó la Universidad de Melbourne en 2023 arrojó que, incluso, puede disminuir la “calidad de los esfuerzos” y, por lo tanto, reducir la productividad.
La oferta de estas pastillas es variada. Algunas de las más comunes son el Modafinilo, el Ritalin, o Adderall. La profesora Barbara Sahakian, del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Cambridge, midió el impacto del modafinilo en la cognición de personas sanas y sugirió que el fármaco aumenta la motivación relacionada con el trabajo.
“Existe una fuerte asociación entre la memoria de trabajo y la inteligencia, por lo que podría ser que el metilfenidato o el modafinilo puedan tener efectos sobre la inteligencia al potenciar la memoria de trabajo. Hemos demostrado en nuestros estudios que aumenta la motivación para el rendimiento en pruebas cognitivas”, aseguró Sahakian ante la consulta de este medio.
Según Eric Racine, director de la Unidad de Investigación de Ética en Salud con sede en el Instituto de Investigación Clínica de Montreal, distintos segmentos de la población recurren a sustancias con la esperanza de mejorar su inteligencia, de tener un rendimiento cognitivo superior. Muchos de ellos lo hacen sin ninguna supervisión médica y sin conocer los efectos que pueden tener. “El estado de la evidencia sobre la capacidad de los productos y sustancias para mejorar la inteligencia es bastante heterogéneo”, advirtió.
Si bien hay investigaciones que demostraron efectos positivos en la cognición, también hay otros que descartan esas mejoras. “Actualmente no hay medicamentos disponibles comercialmente que mejoren el rendimiento cognitivo máximo”, consideró Gary Lynch, profesor de Psiquiatría y Neurobiología en la Universidad de California en Irvine.
La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), el ente encargado de la regulación en EEUU, aún no aprobó ningún agente como tratamiento para el deterioro de la capacidad mental y mucho menos como medio para mejorar el rendimiento intelectual de las personas sanas. En general, las pastillas inteligentes suponen un efecto agudo en las horas posteriores a su consumo, un impulso artificial de energía y concentración para concretar una tarea intelectualmente demandante; algo que el café puede suplir en cierta medida. Pero cuando se habla de inteligencia, en realidad se habla de un concepto más amplio.
¿Inteligencia única o múltiple?
Desde principios del siglo XX, la psicología discute sobre la inteligencia. Los expertos intentan definir y llegar a una noción común de inteligencia. ¿Hay una inteligencia única o una inteligencia múltiple? ¿Cómo se debería medir? Los test de coeficiente intelectual solo arrojan un parámetro vinculado, en general, con la resolución de problemas de lógica, pero… ¿con ese indicador basta?
Las personas sanas que buscan un “boost” de inteligencia usan los nootrópicos para satisfacer necesidades cognitivas puntuales en lugar de pretender una mejora general de la inteligencia. Quieren reforzar su memoria, retener y recordar más información, o ayudar a la creatividad, a lograr ideas originales o mantener el foco durante largas horas de trabajo.
“Hemos aprendido muchísimo en los últimos 30 años sobre los mecanismos sinápticos utilizados para codificar la memoria en los animales. Hay muchas razones para pensar que los mecanismos subyacentes son los mismos que utilizamos los humanos. El trabajo más reciente con animales extiende este trabajo al tipo de memoria utilizada para el pensamiento ordenado y la imaginación de las personas”, remarcó Lynch.
El especialista en neurobiología colaboró en el desarrollo de una nueva clase de medicamentos, denominados “ampakinas”, que promueven los mecanismos neuronales, pero aún no se encuentran disponibles ni son completamente seguros. “Creo que es razonable decir que la ciencia sabe cómo mejorar la memoria, pero aún no ha convertido esta información en un producto”, aclaró.
La evidencia en torno a la eficacia de las pastillas para la inteligencia es heterogénea y no concluyente
El cerebro es el órgano humano más complejo y, si bien la comprensión científica de sus comportamientos avanzó en los últimos años, todavía su entendimiento es incompleto. Una de las cuestiones pendientes es comprender realmente los fundamentos neurocientíficos de un concepto tan multifacético como la inteligencia. Definirla y entender cómo se puede potenciar.
En 1983, el psicólogo Howard Gardner postuló la teoría de las inteligencias múltiples y desafío la visión tradicional, que la consideraba una capacidad única y medible a través de pruebas estandarizadas. Gardner sugirió que existen múltiples formas de inteligencia y que cada una representa diferentes maneras de procesar información y resolver problemas. Esas múltiples formas incluyen, entre otras, la inteligencia lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, kinestésica, interpersonal e intrapersonal.
“La inteligencia también está determinada social y culturalmente, de modo que la relevancia de ciertos pensamientos y comportamientos varía de acuerdo a contextos sociales e históricos. Las primeras investigaciones sobre la inteligencia estaban bastante sesgadas al considerar la inteligencia siguiendo los estándares de la sociedad occidental dominante. Este tipo de sesgos y usos incorrectos de la investigación sobre la inteligencia siempre están al acecho”, señaló Racine.
Se supone que las píldoras de la inteligencia pueden potenciar temporalmente algunas capacidades intelectuales específicas, como la concentración o la memoria. Pero, según Roberto Colom, profesor de Psicología diferencial en la Universidad Autónoma de Madrid, no se conoce ninguna sustancia que pueda promover a largo plazo la capacidad general que coordina al resto de las capacidades intelectuales, es decir, la inteligencia general. “Lo verdaderamente relevante es lograr potenciar esa capacidad general porque es la que orquesta a las demás capacidades de nuestro intelecto”, explicó el especialista en inteligencia.
La posibilidad de volverse dependiente
Así como su efectividad no está del todo probada, tampoco hay certezas en torno a sus posibles efectos secundarios. Los riesgos de tomar pastillas inteligentes varían según muchos factores, entre ellos la fisiología de la persona, la edad, el contexto y la recurrencia con la que consume los fármacos.
De acuerdo a Chatterjee, algunos efectos secundarios que se ven habitualmente en personas sanas que toman nootrópicos son la pérdida de apetito y consecuencias sobre el sistema cardiovascular (mayor frecuencia cardíaca y presión arterial). También pueden afectar el sueño y, en algunas personas, provocar ansiedad.
Hasta el momento, no existen estudios a largo plazo en personas sanas, que evalúen el impacto causado por estos medicamentos que suelen tomar los pacientes con TDAH como parte de su tratamiento. Por ende, no se puede garantizar ni su seguridad ni su eficacia durante largos períodos de tiempo.
“Uno de los principales riesgos es que muchas personas compran estos medicamentos por Internet, lo que es una forma muy insegura de obtener medicamentos que solo se venden con receta médica. No está claro qué es lo que realmente les enviaron”, comentó Sahakian.
La profesora de Cambridge agregó que muchos estudiantes usan pastillas para potenciar la inteligencia mientras sus cerebros aún se encuentran en desarrollo. Hasta finales de la adolescencia o principios de la adultez temprana, alrededor de los 24 o 25 años, el cerebro está en proceso de construcción. “No sabemos cuáles son los efectos de tomar estos medicamentos en un cerebro sano en desarrollo”, planteó.
El riesgo mayor que señalan los especialistas es la posibilidad de generar una dependencia y, por lo tanto, una adicción. ¿Alguien que logra una memoria superadora, que puede trabajar o estudiar durante horas y horas sin distracciones, estaría dispuesto a dejar de tomar estas pastillas y volver a su vida normal? ¿Podría volverse uno “adicto” a una vida intelectual más rica?
“Mi análisis, ajenos a potenciales conflictos de intereses, me lleva a sugerir que no deberían consumirse alegremente porque, como cualquier sustancia que introducimos en nuestro organismo, tienen efectos colaterales e interactúan con el sistema natural del cerebro de modos prácticamente imposibles de pronosticar a nivel individual. Al igual que sucede con los fármacos en general, las predisposiciones genéticas del individuo pueden hacerle especialmente vulnerable a efectos adversos”, remarcó Colom.
El psicólogo español cree que cuantos menos fármacos se consuman, mejor. La investigación recién comienza. Debe avanzar todavía mucho para que personas sanas depositen su confianza en las llamadas pastillas inteligentes. “Si quieres mejorar tus capacidades cognitivas, usa tu mente y plantéale retos intelectuales de modo sistemático. Las prisas no son recomendables”, sugirió.
Nota:infobae.com