La irrompible cultura argentina
Juan José Sebreli que en los años ’50 ese juvenil y presuntuoso trío que formaba con Masotta y Correas se nutría de libros recién publicados en Francia. Había en Buenos Aires librerías especializadas en francés e inglés. Cuenta que Les Temps Modernes les llegaba casi al mismo tiempo que en Francia y a menor precio. Recuerdo esta semblanza a partir de advertir un cambio en los últimos años en mi adquisición de libros. Apenas llegada a Italia era relativamente sencillo proveerme de libros en castellano a través de Internet. En los últimos tiempos no puedo acceder fácilmente a libros que particularmente me interesan porque son publicados en Argentina. No sólo de autores argentinos, sino también traducciones de interesantes autores extranjeros. Cuando las letras no pueden llegar en papel (que prefiero), las agradezco digitales. Pero estas editoriales pequeñas no suelen publicar en forma digital. Recordé a Sebreli porque lo leo como un viraje hacia una autonomía intelectual respecto de centros tradicionales de producción de la cultura, aún en tiempos difíciles para la edición de libros. No tengo estadísticas. Se trata de una reflexión a partir de hechos que me atañen. Pequeñas editoriales traducen notables libros antes que en España. La incesante y rica publicación de revistas, blogs y libros en Argentina refleja una realización artística, científica, literaria, poética, ensayística incesante, con espíritu crítico y original. En el psicoanálisis se destacan grupos que producen práctica clínica y de pensamiento más allá de referentes institucionales y que refuerza la idea de una Argentina como capital del psicoanálisis. ¿Podemos suponer que se están desmontando ciertas líneas verticales de autoridad, ya sea en relación a quién tiene la palabra o de dónde surgen los vientos que marcan una época? De alguna manera, se corrobora esa posición excéntrica que señala Jorge Alemán de lo argentino. Ni periferia ni centro. Quizás cierta inercia nos lleve a pensar que los ‘grandes pensadores’ han quedado atrás en nuestra historia. ¿Se estará tramando otra forma de transmitir la cultura, y no sólo a través de ‘grandes’ y ‘pensadores hombres’? ¿Lo excéntrico también estará del lado de un protagonismo de las mujeres? Una especie de ruptura con la asimetría que tejen los prestigios o lugares consolidados. Se entrevera de otra manera no sólo la práctica del pensamiento sino sus modos de transmisión.
Los argentinos estamos habituados -no resignados- a ciclos cortos de apogeo y debacle en la política económica. Pero ello no parece haber detenido una fina cultura teatral, psicoanalítica, poética, científica que creo no tiene par en otros horizontes, más allá de esos desgraciados vaivenes. Es digno de tener en cuenta en un momento de abatimiento y angustia provocados por un plan de destrucción generalizado de lo argentino. Porque intentan destruir lo que nos constituye, pero desconocen que hemos sobrevivido a similares propósitos en reiteradas oportunidades de nuestra historia. Cuando advierto la dificultad de comprar ciertos valiosos libros por la red global comercial del planeta porque sólo se producen en Argentina -el traste del mundo, dicen algunos-, no deja de ser una buena noticia. Estoy en Europa, pero me siento en los suburbios de cierta producción artística e intelectual que me interesa.
No solo no precisamos Les Temps Modernes sino que Francia ya no es un faro como lo fuera hace tiempo. Como dijo Borges, nuestra curiosidad ‘por todas las variedades de la geografía y de la historia, del espacio y del tiempo’ nos da derechos. Pero ahora no sólo miramos a Europa o Estados Unidos. Nos miramos, nos escuchamos, nos leemos.
Recuerdo los espacios subterráneos y humildes donde se cocinaba el baile del tango en los fatídicos ’80 y ’90, tango que daría luego la vuelta al mundo para retornar trayendo dólares -los que faltan ahora-. Pero no fue el dinero el que lo inventó y lo puso en marcha. Trabajo silencioso, a veces de catacumba. Si bien el apoyo de gobiernos nacionales y populares a nuestro sistema de educación y salud públicas y gratuita es responsable de parte de esa construcción, no sólo cuentan las políticas, también cuenta lo que la gente hace con ello. Quien venga a patear el hormiguero de la cultura argentina producirá corridas espantadas de las hormigas, pero ellas volverán a reunirse a labrar un nuevo refugio, porque lo que cuentan son ellas, las trabajadoras. Esta trama artística, ensayística, crítica, en géneros y disciplinas revueltos posee la suficiente autonomía como para producir una usina cultural que desbanca o ignora centros hegemónicos.
Las transformaciones subjetivas no sólo se producen como efecto de una expropiación impúdica e infame de los cinco fondos de inversión que pretenden dominar el mundo. Ellos pueden producir pobreza a pasos agigantados, y en eso la crueldad y sadismo de sus empleaduchos argentinos, puede no tener límite. Hay que luchar contra eso. Pero no pueden apropiarse de las almas en las que perviven los legados de una historia de la que estos recién llegados ni tienen noticia. Los argentinos seguiremos pensando, estudiando, sosteniendo esa cultura vivaz, irreverente, a veces pretenciosa, pero que inventa labrando nuevos senderos. A veces ayudados por gobiernos populares; en otros momentos, bombardeados por gobiernos cipayos y entreguistas.
Ningún manifiesto ni declaración de principios construye como lo hace el trabajo de subsuelo que entrama a los sujetos en lazos perdurables e intensos. Como tampoco ningún advenedizo amparado en poderes foráneos, pero en verdad muy flojo de papeles y efímero por intruso, podrá destruir una trama cultural enlazada con tiempo y trabajo.
CODA: Ante la posible acusación de optimismo de mis reflexiones no voy a repetir la frase de Gramsci ‘Pesimismo de la inteligencia y optimismo de la voluntad’. Digo: ¿No nos tendremos que retirar un poco de esa superficie donde implantan narraciones para detenernos en nuestro obrar, para deprimirnos? ¿No fueron catacumbas las que refugiaron a los primeros cristianos cuando estaban en tren de cambiar un mundo? ¿Por qué al tiempo que me encuentro con tanta gente valiosa que hace, produce colectivamente, las noticias son todas devastadoras y dominantes desde quienes vienen a destruir todo?
No estoy pensando en algún tipo de clandestinidad o en el refugio en el silencio de la dictadura, sino en la solidaridad de las prácticas cotidianas, las que ya existen. Abstenerse de las polémicas mediáticas que nos inoculan para desesperarnos. Sostenernos a pesar de los bombardeos que pretenden destruirnos. Preservarnos en lo que sí sabemos hacer, en nuestro modo de hacer solidario. Obviamente, construcción política para desactivar la destrucción. En fin, será una expresión de deseo. Pero no es sólo mía.
Por Lidia Ferrari * Psicoanalista, escritora y ensayista. / La Tecl@ Eñe