La heroína que salvó la vida de dos personas y fue violada y asesinada por un monstruo con secretos macabros

Historia 13 de febrero de 2024
WOFL-Carol-Ann-Barrett

“La paciencia todo lo alcanza…”. Esta frase popular de Santa Teresa de Ávila nos repetían, hasta el cansancio, en el colegio católico al que asistía. Era una virtud que las adolescentes poco entendíamos, pero que debíamos cultivar. Lo cierto es que hoy es esa la palabra precisa que viene a mi mente al indagar en este caso policial. Después del horror, después de décadas de impotente espera, después de ausencia de pistas, después de repetidas libertades condicionales a un monstruo, después de la resignación de muchos, fue esa virtud llamada paciencia encarnada por algunos pocos, la que consiguió cerrar el trágico misterio de lo ocurrido con Carol Ann Barrett en 1980.

A 44 años del horror
El próximo 23 de marzo se cumplirán 44 años de la noche en que fue secuestrada esta norteamericana de 18 años.

Era la madrugada del domingo y Carol estaba con ocho amigos más del secundario, en un hotel de playa, disfrutando del Spring Break, el típico receso de primavera en los Estados Unidos.

El grupo de jóvenes había viajado desde Zanesville, Ohio, a las costas de Daytona Beach, en el estado de Florida, el viernes 21 para comenzar una semana de vacaciones. Con Carol estaban Billi Dolen (18), Autumn Page (18), Andy Cox (19), Carter Robb (20), Jo Short (18), Chris Cover (19), Pam Queen (17) y Steve Grubs (20). Se registraron en el motel Treasure Island Inn, en dos habitaciones: los varones en la 521 del quinto piso y las mujeres en la 617 del sexto. Ambas tenían cómodos balcones con vista al Océano Atlántico.

El primer día usaron la pileta del lugar y Carol se compró, en un negocio de enfrente del hotel, una remera escote en v blanca donde se leía “Spring Break 80″.

La noche del sábado 22 eligieron la habitación de las chicas, que era más grande y estaba más prolija, para reunirse. Charlaban, se reían de pavadas, tomaban cerveza y gaseosas cuando Carol y Steve decidieron ir a dar una vuelta. Chris es el único que está en el balcón, se quedó dormido.

Paseo inoportuno
Es la una de la madrugada del domingo 23 cuando Carol y Steve dejan la habitación 617 y caminan hacia el ascensor del edificio. Un tipo joven y barbudo aparece de improviso y les bloquea la puerta del elevador. Los apunta con un arma.

Desconocido: -Volvamos al cuarto

Steve: -No podemos. No tenemos la llave.

Desconocido, apuntando a la cara de Steve: -No me vengas con eso, vamos.

Los adolescentes dan la vuelta sobre sus pasos hacia el cuarto 617 seguidos por el hombre armado. Golpean la puerta y uno de sus amigos abre. El desconocido empuja a Carol y a Steve adentro. Los chicos, al ver el arma, se quedan desconcertados y en silencio… ¿Qué está pasando?

Desconocido: -Quiero su dinero.

En esa habitación hay ocho jóvenes. Chris sigue en el balcón, quizá ya se despertó y disimula seguir dormido. El agresor nunca lo llegará a ver. Los amenaza con que si intentan escapar o hacer algo matará inmediatamente a cualquiera de ellos. Va vestido íntegramente de marrón, tiene una barba recortada, bigote fino, su pelo rojizo se abre sobre su cabeza en una raya al medio, tiene un lunar en su cachete izquierdo y la nariz larga sobresale debajo de unos anteojos con marco metálico dorado. Los obliga a desnudarse mientras hace girar nerviosamente el tambor de su revólver calibre 22.

Los chicos van dejando su ropa en una pila contra la pared y entregando el dinero que tienen. Están en completo shock.

El delincuente recoge los 200 dólares (hoy serían unos 750 dólares) y les advierte que se llevará a uno del grupo para asegurarse de que no llamarán a la policía cuando él se marche. Elige a la menor de todos: Pam Queen.

La joven entra en pánico. Comienza a temblar y a llorar desconsoladamente. El atacante se pone visiblemente más nervioso y amenazante. Carol, preocupada por su amiga, se ofrece para ir ella en su lugar. Él acepta y ella le pide permiso para tomar su ropa de la pila del piso. Se pone el jean, su remera nueva blanca, su buzo también blanco y los zuecos de madera.

Voluntariamente Carol ha cambiado su destino.

El sujeto los hace entrar todos al balcón y los encierra desnudos. No sin antes decirles que deben quedarse allí hasta las 4 de la madrugada y prometerles que, si no llaman a la policía y hacen caso, liberará ilesa a su rehén. Cierra la puerta corrediza de vidrio, pone la traba desde dentro y se va con Carol empujándola por la espalda.

Desde que ingresó hasta que se fue con la joven han pasado 40 minutos. Nunca más sus amigos la volverían a ver con vida.

Unos minutos después, Chris Cover, quien está vestido porque ha quedado siempre fuera de la mirada del desconocido, salta del balcón del sexto piso al del quinto para poder pedir ayuda.

Veinte minutos más tarde varios oficiales de policía están en el lugar. El secuestrador les lleva media hora de ventaja y lo saben.

Las malas noticias viajan rápido
La encargada de dar la mala noticia a la familia de Carol Barrett fue la mismísima Pam Queen. A las siete de la mañana discó de memoria el número de línea de la casa de su amiga ubicada en el 542 de la calle McIntire, en Zanesville, Ohio. Atendió Wayne Barrett, el padre. Según él mismo contó a los medios Pam “me dijo con voz suave y tranquila que habían tenido un problema, que un hombre les había robado y, luego, vino lo peor, me dijo que se había llevado a Carol”.

El primero que se ofreció para volar al lugar de los hechos fue el padre de Autumn Page, William Page. Los adolescentes mientras tanto fueron interrogados por separado y describieron con detalle al hombre que los atacó. Los dibujantes de la policía hicieron el clásico sketch del sospechoso para que las fuerzas salieran a buscarlo y los vecinos pudieran reconocerlo.

Al día siguiente, el lunes 24 de marzo de 1980, el cadáver de Carol Barrett fue hallado por un caminante casual en una cuneta, al costado de la ruta interestatal 95, cerca del aeropuerto internacional de Jacksonville, Florida. Estaba a 160 kilómetros de donde había sido raptada. El cuerpo estaba desnudo de la cintura para arriba y tenía el buzo blanco subido hasta el cuello. El Dr Lipkovich, examinador forense, no encontró golpes ni marcas en el cuerpo, pero sí un pequeño agujero en la parte posterior de su cabeza: “Le dispararon por detrás, no tan cerca como para chamuscar su pelo”. Una bala directo a la nuca. Agregó que seguramente ella no se lo esperaba, porque no peleó por su vida. Su muerte había sido un homicidio con el estilo de una ejecución. La autopsia reveló algo más: antes de esa bala mortal ella había tenido relaciones sexuales. Si bien no había rastro de violencia sexual, se determinó que la joven había sido violada.

Sus amigos Billie y Steve fueron quienes se ofrecieron para identificar el cuerpo. Unos días después los ocho amigos volaron a sus casas acarreando las terribles consecuencias psicológicas de lo vivido. Las vacaciones habían terminado en una pesadilla que los perseguiría durante toda su vida.

El viernes 28 de marzo Carol fue enterrada en el cementerio Mr Olive y sus amigos estuvieron presentes.

Pasó el tiempo y la policía no pudo avanzar con la resolución del crimen. No aparecían sospechosos ni nadie semejante al identikit. El caso se enfrió con los años y la carpeta con el nombre “Carol Ann Barrett” se llenó de polvo.

Ahorros, novio y sueños inconclusos
Los Barrett eran una familia feliz con seis hijos: tres varones y tres mujeres. Dos años antes habían viajado a las playas de la Florida y, desde entonces, Carol soñaba con volver. En 1979, cuando se graduó, pretendió ir pero sus padres le dijeron que no, que esperara un año más y juntara dinero para hacerlo. Carol comenzó a trabajar en una de las hamburgueserías de la ciudad, Wendy ‘s, para ahorrar. Su empleador contó que ella renunció unos días antes de irse a su viaje a las playas de Daytona con sus ex compañeros del secundario. Carol estaba en un buen momento de su vida y soñaba con casarse algún día con su novio Tom Joseph, otro ex compañero del secundario. Tom había ingresado a la Marina y, cuando ocurrió la tragedia, estaba en un entrenamiento con submarinos en una base en Escocia.

Los sueños frustrados de su hija acosaban a la familia Barrett tanto como el hecho de que no hubiera novedades en el caso. Ese hombre peligroso y perverso seguía circulando por la sociedad sin ninguna consecuencia. Las pertenencias personales de Carol la policía las reservó en un sobre y no fueron entregadas a su familia: ni el collar ni los aros que llevaba puestos el cuerpo. Por las dudas algún día sirvieran de algo.

Su sobrina Claire Gilligan, quien tenía 3 años al momento del crimen, fue una de las que más abogó porque el caso no fuera archivado. Fue ella la que contó que Carol coleccionaba relojes, que cuando sonreía se le hacían dos hoyuelos en las mejillas y que era feliz con su novio: “Era como cualquier chica y, de pronto, había desaparecido de nuestras vidas”. Reveló también que durante mucho tiempo la familia había recibido llamadas, bromas macabras, donde les decían, “Vos sos la próxima”, y colgaban.

Claire contó que su propia madre y tía de la víctima, modificó mucho la conducta con sus hijos luego del homicidio: “Mi madre me sobreprotegió mucho del mundo y de los extraños. Igual que lo hago yo ahora con mis hijos. Una vez en California alguien intentó agarrarme y me acordé de mi tía Carol y corrí, corrí como enloquecida por mi vida. Su memoria siempre fue inspiradora para mí”. Desde la muerte de Carol, Claire creció pensando demasiado en la vida y en la muerte. Había sido un momento bisagra familiar para todos. Fue por ella, confesó, que decidió estudiar Justicia Criminal con la idea de impulsar el caso de Carol y resolver todos aquellos que no habían tenido cierre. Pero en un momento decidió dejar el tema porque pensó que el asesino podría ya estar muerto y porque, reconoció, “me enojaba mucho cuando veía un programa de crímenes donde encontraban al asesino. ¡Esa gente tenía el cierre que yo no tendría nunca!”.

La confesión tan esperada
Pero esa percepción de Claire cambiaría gracias a que un equipo de Project Cold Case (un team voluntario que se ocupa de casos sin resolver) reabrió la investigación, luego de que la familia Barrett les pidiera ayuda. En agosto de 2017 la unidad tomó aquella carpeta llena de tierra de Carol Ann Barrett. Aquel hotel del caso ya había sido demolido años atrás. Por ahí no había mucho para hacer. El equipo se dispuso a revisar las pruebas disponibles. Desempolvaron declaraciones de testigos y se detuvieron a observar otros crímenes similares y los detenidos de la época por agresiones sexuales y asesinatos. La unidad quedó impactada por el identikit tan detallado que se había hecho gracias a la descripción de los jóvenes. Sentían que tenían algo para comenzar.

El fundador y director de este proyecto, Ryan Backmann, dijo: “Desde que nos involucramos y nos conectamos con ellos nunca los olvidamos (...) La familia pensaba en ella todos los días”. Fue justamente a la sobrina de la víctima, Claire Gilligan, a quien llamaron primero en el año 2020 cuando supieron que tenían un firme sospechoso. Era un convicto condenado, en 1982, a cuatro prisiones perpetuas simultáneas. El sujeto era extremadamente violento, se llamaba William “Billy” Mansfield Jr y tenía 64 años en ese momento. Había sido condenado por los asesinatos de cinco mujeres ocurridos entre 1975 y 1980.

Después de muchas entrevistas a lo largo de más de dos años, en septiembre de 2022, el sospechoso aceptó que el identikit del caso Barrett era muy parecido a cómo era él en esa época. Poco después, Mansfield quien hoy tiene casi 68 años, confesó ser el autor del crimen y dijo que tenía entonces 24 años. La oficina del fiscal anunció que no buscaría otro procesamiento por este caso, no hacía falta: el peligroso sujeto ya estaba tras las rejas.

Hace pocas semanas, el 25 de enero de este año y a dos meses de cumplirse el 44 aniversario del asesinato y violación de la joven, el Sheriff de Jacksonville anunció oficialmente la buena noticia: “El caso ha sido resuelto”. Y sobre la carátula de la carpeta se estampó en colorado el recuadro con la palabra Solved.

Heroína por partida doble
Claire Gilligan, es una de las que más festeja la resolución. Y aprovechó para contar algunas actitudes heroicas de su tía. No solo había salvado a su amiga Pam el día de su secuestro en marzo de 1980. Unos días antes, ese mismo mes, había salvado la suya propia. Estaban en una fiesta familiar, en una pool party, cuando Carol notó que su sobrina Claire, de solo 3 años, estaba hundida en la pileta. Se tiró de inmediato al agua para sacarla. La pequeña no respiraba. Carol, con 18 años, reaccionó con rapidez y le hizo RCP (resucitación cardiopulmonar) durante diez minutos hasta que llegó la ambulancia. Los paramédicos la felicitaron. Lo había logrado.

“Mi tía era una heroína. Carol era como una madre para mí, siempre estaba a mi lado. Yo incluso la llamaba mami, éramos muy cercanas”, explicó conmovida Claire. Una semana después de esa fiesta familiar que podría haber terminado en drama, Carol se fue con sus amigos a su viaje soñado y, antes de morir asesinada, le salvó la vida a su compañera del secundario.

Claire está de acuerdo con la decisión de la fiscalía de no volverlo a juzgar. El convicto ya tiene sentencias y Claire siente que se hizo justicia por su tía Carol.

Nacido para matar
Cuando mató a Carol, William “Billy”Mansfield tenía 24 años y ya venía envuelto en un espiral de crímenes y agresiones sexuales.

Nacido en 1956 en Grands Rapids, Michigan, era el mayor de cinco hermanos. Su padre era un pedófilo que había estado en prisión en varias oportunidades en ese estado y en Nevada.

Billy dejó el colegio a los 14 años. Lo primero que hizo fue falsificar su partida de nacimiento para entrar al ejército. Lo logró. En 1975 se casó con Phyllis Spielmaker y tuvieron juntos dos hijos. En 1979, se divorciaron. Como motivo ella sostuvo que cuando él se alcoholizaba se ponía extremadamente violento.

Fue enviado al Hospital de Veteranos de Tampa para tratar su adicción. Estamos hablando de 1979 y 1980.

Según su ex mujer, Billy era bisexual y muchas veces volvía de los bares con hombres y tenía sexo con ellos frente a ella. Un día de esos su esposa lo escuchó hablar con ellos de un crimen.

El último día del año de 1975, Elaine Louise Zeigler (15), desapareció de un campamento cerca de Brooksville. Llegaron desde Ohio con su familia para unas vacaciones. Su madre Betty y su padrastro Blaine ya se habían ido a dormir cuando por la noche se dirigió con su secador de pelo hacia la zona de duchas. No se dieron cuenta de que no había regresado hasta la mañana. Inicialmente creyeron que la adolescente había huído por su propia voluntad. Algunos dijeron que la habían visto hablando con un joven de unos veinte años cerca de las duchas y que se había ido con él en su auto, un Ford Fairlane azul claro, modelo 1966, con patente de Florida.

La familia hizo la denuncia y esperó una semana más a ver si había noticias y terminó volviendo a su casa sin su hija. No supieron nada más de ella.

El culpable de esa desaparición era Billy Mansfield, pero nadie lo sabía así que él siguió con su derrotero siniestro. El 31 de enero de 1977 tuvo que declararse culpable de conducta sexual inapropiada contra una baby sitter: recibió 6 meses de prisión y 36 de probation. Cumplido ese tiempo recibió la libertad condicional. Pero su naturaleza era violenta y depredadora, enseguida volvió a actuar. Agredió a dos adolescentes en una zona rural y retornó a la cárcel. Compartió celda con otro perverso, Albert Lee III, quien le contó que había asesinado a una chica de 11 años llamada Linda VanderVeen. La mente de Billy oscurecía. Aprovechó esa información para negociar con la autoridades y ser liberado. Se salió, una vez más, con la suya.

En febrero de 1980 salió en libertad condicional y pocas semanas después terminó secuestrando y matando a Carol Barrett. Era previsible que siguiera haciendo el mal, pero las autoridades no lo consideraron.

El camino del mal
Billy Mansfield volvió a vivir a su casa familiar, de dos hectáreas y media, en Weeki Wachee Acres, en Spring Hill, Florida. Tres meses después de terminar con la vida de Carol, sediento de sangre, volvió al juego.

El 19 de junio de 1980 forzó a Pamela Sherrel (18) a subirse a su van. La condujo a un tráiler que tenía alquilado donde procedió a golpearla, lastimarla y violarla. Sherrell tuvo suerte: sobrevivió. Relató lo ocurrido a la policía, pero cuando fueron a detenerlo Mansfield y el tráiler ya habían desaparecido.

El 23 de noviembre de 1980 Mansfield fue arrestado, pero liberado bajo palabra. Imparable y sintiendo una grandiosa impunidad, continuó con su raid letal.

El 7 de diciembre de 1980 se encontró el cuerpo de René Abbey Saling (una mujer de 29 años, madre de tres chicos) en un canal de drenaje en Watsonville, California. Tenía la blusa rasgada y los pantalones bajos a la altura de los tobillos. Su cuerpo estaba atravesado por balas y había muerto estrangulada. Por supuesto, había sido abusada sexualmente. La mujer había desaparecido de una taberna, la noche del 6 de diciembre, luego de salir del lugar con Billy Mansfield.

Sabían, ahora, a quién buscaban.

Tres días después Billy (24) y su hermano Gary Mansfield (23) fueron arrestados en Nevada e interrogados por el caso. Los dos mintieron con su nombre y respecto de sus edades, pero la descripción física coincidía con ellos. Los detuvieron. En las fotos de la época Billy Mansfield sale cubriéndose la cabeza con una bolsa de papel. Fueron extraditados al estado de California. El 22 de diciembre se declararon no culpables. Pero antes de que fueran a juicio pasaron muchas más cosas.

Un informante le advirtió a la policía que debían revisar debajo de los cimientos de la casa familiar de los Mansfield en Spring Hill, Florida, porque podría haber un cuerpo en esa propiedad.

El 16 de marzo de 1981 se informó que la justicia había decidido excavar la granja porque estaban buscando a una joven llamada Sandra Jean Graham (21) que había desaparecido el 26 de abril del año anterior.

Cavaron detrás de la casa y, en una tumba superficial, hallaron un cráneo fracturado y unos huesos en posición fetal envueltos en una manta. Alrededor del cuello tenía envuelto un pesado cable eléctrico. Un patólogo forense determinó que los huesos pertenecían a una mujer menor de veinte años. Todos pensaron en Elaine Zeigler, aquella chica desaparecida en 1975. A pesar de que la familia no pudo reconocer la bijouterie que acompañaba los huesos, la policía creía que era ella. Y así fue.

¿Por qué no habría más cadáveres allí?, se preguntaron los detectives y siguieron excavando.

Pocos días después encontraron, debajo de la chimenea, un bolso con huesos humanos. Escandalizados, siguieron adelante y llegaron a las tuberías de agua y los caños de electricidad. Debajo de las instalaciones cañerías hallaron más esqueletos de mujeres jóvenes.

Habían descubierto en total a 4 personas y, en este orden:

1-Desconocida menor de 13 años que jamás pudo ser identificada.

2-Elaine Zeigler la chica de 15 que había desaparecido en el campamento. Su cráneo demostró una herida penetrante en el hueso de su cráneo.

3-Theresa Fillingim, una joven de 16 años que había desaparecido el 16 de mayo de 1980. Eso se supo mucho tiempo después porque recién fue identificada en el año 2022 luego de modernos estudios de ADN sobre los huesos.

4-Sandra Jean Graham, de 21 años, fue la última en ser hallada y la que había disparado la denuncia inicial del informante. Empleada de un colegio comunitario había sido vista por última vez en un bar llamado Pam ‘s, el 26 de abril de 1980. Se había ido de allí con un joven. Curiosamente había dejado sus cigarrillos, las llaves de su auto y sus anteojos en el mostrador del local. No parecía una partida voluntaria. Fue reconocida por sus registros dentales. Se pudo determinar que Billy Mansfield la ahorcó y luego la enterró en su propiedad.

Los documentos de entonces establecieron que las cuatro mujeres habían sido violadas por Billy Mansfield jr, por su hermano Gary y por su padre Billy Sr. Aunque el encargado de matarlas y desmembrarlas habría sido Billy, el hijo mayor del clan.

Los huesos lo mandaron a prisión, pero el jurado no pudo ponerse de acuerdo y Billy Manfield tuvo un nuevo juicio.

Maldad en fuga
Aunque parezca increíble por la gravedad y multiplicidad de sus crímenes, el 26 de octubre de 1981, Billy Mansfield logró fugarse de la prisión. Se trepó con la ayuda de otro preso a un techo y saltaron juntos hacia la libertad.

Una mujer los vio, pero pensó que eran runners vestidos de naranja. A las 23.45 de esa misma noche un vecino reportó a dos hombres sospechosos corriendo cerca de su casa. Luego de doce horas fueron recapturados en distintos lugares. Billy Mansfield fue hallado escondido, entre unos arbustos, con su uniforme de preso.

Hubo un segundo juicio contra Billy Mansfield que comenzó el 7 de febrero de 1982. Su propio hermano Gary testificó en su contra. Dos semanas después fue declarado culpable por la muerte de René Saling y recibió cadena perpetua. Terminó declarándose culpable de las cuatro muertes restantes para evitar la pena de muerte en el estado de Florida.

Recibió, en total, cuatro cadenas perpetuas.

Eran solo esas las víctimas o ¿podría haber más?

Se sospechó de él en varios casos más. Por ejemplo, en el de su vecina en St Petersburgh, Melinda Harde (21). Desapareció el 27 de julio de 1980 y nunca más se supo de ella. Teniendo a Billy tan cerca no es nada raro. Pero hasta acá nadie lo había ligado a Carol Barrett. Eso vino después, cuando los que reabrieron el caso comprobaron que ella había sido también su víctima mortal, la sexta del ya condenado, y él terminó por admitirlo. Fin.

Carol fue una víctima. Pero mejor que recordarla por eso es hacerlo por lo que fue capaz de hacer con vida, como la heroína que salvó a dos personas en el mismo mes en el que moriría asesinada. Pam Queen jamás olvidará a su amiga quien ocupó su lugar dando la vida por ella. Claire tampoco a su tía que le insufló aire a sus pulmones desfallecientes y logró que volviera a respirar.

La vida de Carol se multiplicó en ellas. Ahora sí, ya puede descansar.

Nota:infobae.com

Te puede interesar