China y los microprocesadores: nanómetro a nanómetro…

Actualidad - Internacional 08 de septiembre de 2023
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Mi columna de esta semana en Invertia se titula «Siete nanómetros y bajando…» y trata de ilustrar la situación que está viviendo China debido a las restricciones en materia de tecnología que han planteado los Estados Unidos, y que impiden a las compañías del gigante asiático importar muchos de los componentes indispensables, como los microprocesadores, que antes importaban de compañías occidentales.

La presentación de un nuevo modelo de smartphone de Huawei, el Mate P60 Pro, llevada a cabo de manera relativamente discreta y online pero coincidiendo con la visita a China de la Secretaria de Estado de Comercio, Gina Raimondo, está siendo presentada por los medios del país como la evidencia del triunfo de la industria de diseño y fabricación de chips chinas frente a las sanciones planteadas por los Estados Unidos. Los análisis del smartphone llevados a cabo por compañías como TechInsights prueban no solo que su chipset es diferente del esperado Kirin 9000s fabricado por HiSilicon, sino que está fabricado por SMIC, es algo más grande y, sobre todo, no utiliza la tecnología de 14nm que SMIC ya dominaba, sino una de 7nm que se creía completamente fuera de su alcance. Los 7nm son solo un avance, la taiwanesa TSMC está fabricando rutinariamente chips de 4nm y se acerca a los de 2nm, pero sin duda, es un salto cuantitativo importante.

En la base de la mejora tecnológica de un país cuya industria no era competitiva en la fabricación de chips avanzados, además de los ambiciosos programas de financiación del gobierno de Beijing, están compañías como Huawei y otras que ya han experimentado las consecuencias del bloqueo de los Estados Unidos, y que comprometen su prestigio y su avanzada ingeniería para lograr superarlo. El programa de incentivos para la industria de fabricación de chips por parte del gobierno alcanza en esta ocasión el equivalente de 41,000 millones de dólares, y contrariamente a lo que ocurrió con los anteriores en 2014 y 2019 de 19,000 millones y 27,000 millones de dólares respectivamente, parece estar alimentando bastante más a la industria y algo menos a la corrupción.

Cada vez más, todo parece indicar que las sanciones comerciales en el mundo actual no generan compartimentos estancos: una cosa es sancionar a Cuba y encontrarnos con que, varias décadas después, el país está lleno de automóviles vetustos sin acceso a piezas de recambio y que siguen circulando únicamente debido a la pericia de los mecánicos locales, y otra a un país como China, con una industria capaz de salvar todos los obstáculos posibles para plantearse una necesaria autosuficiencia tecnológica frente a los bloqueos.

La industria china parece, de hecho, más fuerte ahora que antes de comenzar la guerra comercial. En este momento, hablamos de un país que no solo parece ya capaz de fabricar chips de siete nanómetros y al que la europea ASML sigue suministrando alguna maquinaria alegando que las sanciones comienzan a final de año, sino que además, es líder en la fabricación de varias de las tecnologías implicadas en la mayor transición tecnológica de la historia, la descarbonización. China lidera con mucho la fabricación de paneles solares, de baterías y de vehículos eléctricos. Todos los datos indican que el peak oil, el momento en el que el consumo de combustibles fósiles alcanza su máxima cota antes de comenzar su declive irreversible, ya ha sido alcanzado en China ante la fuerte demanda de vehículos eléctricos, una situación que está aún lejos de producirse en los Estados Unidos o en Europa. La industria del automóvil china es otro de esos ejemplos que parece estar dejando a la norteamericana, a la alemana y a la japonesa a la altura del betún.

Sancionar comercialmente a un país, y encontrarse con que, tras esas sanciones, la industria de ese país no se ve limitada, sino que mejora. Esa es la tesitura ante la que se ven abocados, en este momento, los Estados Unidos. Veremos cómo salen de esta.

Nota: https://www.enriquedans.com/

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