La Renta Básica en tiempos de emergencia climática y ambiental

Economía 30 de diciembre de 2022
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“Si la Renta Básica mejora la capacidad de las personas para tomar decisiones de forma libre y autónoma, también las habilita para orientarse hacia formas de vida medioambientalmente responsables”.

Vivimos en una acelerada degradación del medio ambiente que, día a día, se concreta en una ingente pérdida de diversidad -debida a la extinción masiva de especies- y un aumento de emisiones de gases de invernadero, incluidos el dióxido de carbono y el metano, que nos ha llevado a una situación de emergencia climática. Paralelamente, la pandemia de la Covid-19 y la guerra entre Ucrania y Rusia han golpeado la economía mundial, dirigiéndonos de forma aparentemente inexorable a una recesión profunda, caracterizada por una mayor incidencia de la desigualdad global y un aumento de los precios. Según la mirada experta, la Renta Básica se ha consolidado como una posible vía para abordar la crisis de la desigualdad, especialmente en un contexto en el que se espera un aumento del paro debido a los nuevos procesos de automatización y digitalización. ¿Pero cómo se relaciona una medida radical de redistribución de rentas con el objetivo de alcanzar urgentemente la sostenibilidad medioambiental?

Por ahora, después de décadas de investigación, existe una abundante y sólida bibliografía de estudios sobre la Renta Básica. Sin embargo, nuestro conocimiento sobre las consecuencias medioambientales de una Renta Básica universal es más bien poco. La Red Renta Básica define esta medida como un ingreso pagado por el estado a cada miembro de pleno derecho -o residente- de la sociedad, incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las demás posibles fuentes de renta, y sin importar con quien conviva.

Ciertas voces escépticas argumentan que la Renta Básica podría tener impactos medioambientales negativos. Por lo general, sabemos que los incrementos de ingresos suelen traducirse en crecimiento de consumo. Este efecto ha sido observado a nivel nacional, pero también a nivel de hogar o individual. Incluso en el hipotético caso de que la introducción de una Renta Básica no significara un aumento del ingreso per cápita de un país, y sólo se produjera una redistribución desde los deciles más ricos a los más pobres, el consumo podría crecer . Como es sabido, los sectores económicamente vulnerables tienen una mayor propensión marginal al consumo que los más privilegiados. Es decir, de cada euro extra ingresado, los hogares más pobres suelen dedicarle una proporción mayor al consumo. Siguiendo esta lógica, un alza de consumo empujado por la aplicación de una Renta Básica podría traducirse en más emisiones, contribuyendo así al empeoramiento del ecosistema.

Bien mirado, existen igualmente buenas razones para pensar que la Renta Básica podría convertirse en una herramienta provechosa para combatir la actual crisis climática. Con una Renta Básica, las personas con menores ingresos podrían acceder a productos de mayor calidad y durabilidad. Asimismo, varios estudios ponen de manifiesto que la Renta Básica genera cambios en los usos del tiempo que pueden ir en beneficio del medio ambiente. La experiencia muestra que una Renta Básica universal, incluso cuando se asigna de forma temporal y en pequeñas cantidades de dinero, incrementa el bienestar de las personas, su confianza y las hace más proclives en busca de nuevas formas de utilizar el tiempo. Así, una Renta Básica podría fomentar el trabajo voluntario, proyectos artísticos o productivos enfocados al cuidado de nuestro planeta y, en definitiva, abre espacios de oportunidad para la emergencia de nuevas formas de innovación social orientadas a la sostenibilidad.

La principal dificultad que tenemos para evaluar los posibles impactos medioambientales de una RB es que no disponemos de datos que nos permitan medir su relación con el consumo de productos sostenibles, con la adopción de tecnologías energéticas bajas en carbono o con aumento del reciclaje, entre otros comportamientos. Dado el carácter limitado de los proyectos piloto de Renta Básica que se han ido desarrollando, sólo podemos acercarnos teóricamente a este problema. Por eso, es crítico conseguir incorporar innovaciones metodológicas -ya sea en el plan piloto de Cataluña, ya sea en otras iniciativas futuras- que permitan calibrar los vínculos entre la RB y las actitudes proambientales, de una manera verificable y reproducible.

Los patrones de consumo de una sociedad nacen de agregados de comportamientos individuales que, a su vez, dependen de una serie de factores que no pueden ser abordados directamente por la Renta Básica. Las ciencias sociales han evidenciado que las normas sociales, el acceso a la información, la influencia de familiares y amigos o variables actitudinales como la autoeficacia percibida o el nivel de conciencia explican por qué unas personas orientan su consumo hacia productos ecológicos y tecnologías bajas en carbono y otras no. Por tanto, el éxito de la RB como elemento catalizador de un sistema de producción y un consumo que se mantenga dentro de los límites planetarios, dependerá de su oportuna combinación con un conjunto de medidas estructurales, normativas internacionales, estrategias de comunicación de riesgo e implicación ciudadana que pongan freno, de forma efectiva, a las emisiones de gases de efecto invernadero y la pérdida de biodiversidad.

Así como la renta básica, de por sí, no puede (ni pretende) acabar con el capitalismo o el patriarcado, tampoco es justo pedirle que sea la solución a la crisis ecológica que ha generado nuestra especie. Sin embargo, existe un elemento que parece poco cuestionable. Si la Renta Básica mejora la capacidad de las personas para tomar decisiones de forma libre y autónoma, también las habilita para orientarse hacia formas de vida medioambientalmente responsables. Y esto incluye el poder que la Renta Básica nos confiere para resistir frente a prácticas empresariales medioambientalmente insostenibles, ya sea negándonos a ser sus braceros, ya sea rehuyendo sus productos.

Por Alex Boso / Doctor en Sociología por la Universidad de Barcelona. Actualmente, es Investigador Doctor del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas * Revista Sin Permiso

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