Bastó un vuelo para acelerar la reunificación de China

Actualidad - Internacional 05 de agosto de 2022
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La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, llegó el jueves a Tokio, después de haber partido el miércoles de Taiwán y pasado por Seúl. Previamente estuvo en Singapur y Kuala Lumpur, en un trayecto dirigido a “promover la democracia contra la autocracia china”. La Casa Blanca se desrresponsabilizó del pasaje de Nancy Pelosi por la isla rebelde. Por ahora, parece que la única consecuencia de la cachetada propinada a Xi Jinping y el Partido Comunista que él conduce es un aumento de la presión militar china en torno a la isla que los líderes occidentales prevén como no duradera. Sin embargo, no debieran desdeñar las declaraciones en las que muchos voceros de Pekín anuncian que tras la provocación de Pelosi se apresuró la marcha hacia la reincorporación de Taiwán a China. Si es así, la visita puso en marcha la reunificación territorial de la potencia asiática, desautorizó aún más el mandato del presidente Joe Biden y, al romper los acuerdos de medio siglo entre Estados Unidos y China, demostró que la potencia norteamericana es incapaz de cumplir su palabra.

La segunda mujer en la línea de sucesión presidencial estadounidense aterrizó el martes a la madrugada en el aeropuerto de Taipei. Hasta el último minuto mantuvo la incógnita sobre su visita a la región secesionista. Al hacerlo, repitió el gesto de su antecesor republicano Newt Gingrich, quien en 1997 también viajó a Taiwán, desatando una crisis diplomático-militar con China que, empero, se calmó a las pocas semanas. Los dirigentes estadounidenses esperan que ahora también las aguas vuelvan pronto a su cauce, pero no es probable que la crisis actual se tranquilice tan rápidamente.

Durante su reunión con la presidenta Tsai Ing-wen, Pelosi dijo que Estados Unidos no abandonaría su compromiso con Taiwán, porque “es parte de la lucha mundial entre democracia y autocracia”. Para cuando la representante demócrata por California terminó su día de reuniones y dejó Taiwán el miércoles, la marina de China ya había maniobrado en posición para grandes simulacros con fuego real que rodearán la isla, en principio, entre el jueves 4 y el domingo 7. Pero pueden tener continuidad…
Poco después de iniciada la visita, el Ministerio de Relaciones Exteriores de China, el Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional, la Oficina de Asuntos de Taiwán del Comité Central del Partido Comunista, el Comité de Asuntos Exteriores del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo y el Ministerio de Defensa Nacional emitieron sendas declaraciones condenando la presencia de la legisladora en la isla, que –dijeron- daña gravemente las relaciones entre China y Estados Unidos y envía un mensaje erróneo a las fuerzas de "independencia" de Taiwán.

Las contramedidas que China anunció como represalia son acciones de largo plazo y progresivas. Simultáneamente con el viaje la Fuerza Aérea del Ejército Popular de Liberación (EPL), que el miércoles celebró sus 95 años de existencia, envió 27 aviones de combate Su-35 a través del Estrecho de Taiwán. Al mismo tiempo, el Comando del Teatro del Este del EPL informó que llevaría a cabo operaciones militares conjuntas con ejercicios marítimos y aéreos conjuntos en el norte, suroeste y sureste de la isla, disparos de artillería de largo alcance en el Estrecho de Taiwán y disparos de prueba de misiles convencionales en las regiones marítimas al este de la isla a partir del martes por la noche.

Esto significa que la isla de Taiwán está rodeada por ejercicios del EPL en cinco direcciones. Durante los ejercicios ya se lanzaron desde la costa de la provincia de Fujian cohetes de alcance medio que sobrevolaron la isla y cayeron en aguas japonesas. Numerosos vuelos a y desde Taiwán debieron ser redireccionados, para eludir las zonas de maniobras chinas. Lo mismo ocurrió con varios barcos con gas licuado que desde el Golfo Pérsico se dirigen hacia Japón y Corea. La suma de estos cambios incidirá fuertemente en los costos de transporte en Asia Oriental.

También los dos portaaviones de la Marina china se acercaron a la zona, pero ya retornaron a sus bases. No así tres buques de asalto que irrumpieron en la que la provincia considera ser su área económica exclusiva.

Mucho se ha discutido (también en los medios chinos) sobre por qué la aviación del EPL no interceptó el avión intruso. A juicio del autor de esta columna, la mejor explicación la dio el editorial de Global Times del miércoles 3: "La China continental optó por evitar un incidente que pudiera desencadenar una Tercera Guerra Mundial y, en cambio, aprovechó la visita de Pelosi a Taiwán como una oportunidad para impulsar el progreso de la reunificación, comenzando por los simulacros de bloqueo de islas y ensayo de combate que podrían convertirse en rutina." Probablemente, las maniobras militares alrededor de la isla se hagan permanentes, dificultando y encareciendo su transporte aéreo y marítimo.

En la conversación que mantuvieron la semana pasada, Xi Jinping advirtió a Joe Biden que China haría responsable a EE.UU. por las consecuencias de una eventual visita de la presidenta de la Cámara. El presidente norteamericano respondió que había tratado infructuosamente de persuadir a la legisladora de incluir la isla en su viaje y que no podía hacer más nada.

En una fuerte provocación contra la República Popular, la líder demócrata de 82 años desconoció no sólo la unidad del país asiático reconocida por las Naciones Unidas (sólo 14 países en el mundo reconocen a Taiwán como representante del pueblo chino), sino que también quebrantó el principio fundamental de la relación chino-norteamericana establecida en 1972, cuando Richard Nixon y Henry Kissinger visitaron a Mao Zedong y Xu Enlai en Pekín y reconocieron la unidad territorial de la gran potencia oriental. Además de violar el principio de una sola China y los Tres Comunicados entre China y Estados Unidos, la visita también quebrantó la Resolución 2758 de las Naciones Unidas que el 25 de octubre de 1971 reconoció a la República Popular de China (RPCh) como "el único representante legítimo de China ante las Naciones Unidas" y expulsó a los representantes de Xiang Kaishek del puesto que ocupaban en las Naciones Unidas.

La isla de Taiwán, bautizada “Formosa” (hermosa) por los exploradores portugueses del siglo XVI, perteneció siempre a China, hasta que Japón se la arrebató en la guerra de 1894-95. Después de la Segunda Guerra Mundial retornó a la entonces República de China, pero, tras la derrota del partido nacionalista Kuomintang en la guerra civil, en 1949 se convirtió en refugio de Xiang Kaishek y sus fuerzas. Después de la muerte del caudillo surgieron otros partidos, entre ellos el Partido Democrático Progresista (DPP, por su nombre en inglés) que pugna por la independencia de la isla y ahora gobierna.

EE.UU. tiene una política ambigua hacia la isla. Aunque Jimmy Carter reconoció en 1979 a la República Popular como única representante del pueblo chino y rompió relaciones con Taiwán, su país siempre mantuvo relaciones culturales y económicas con la provincia y la provee de armamento “defensivo”. En la medida en que el poderío de China aumentaba, en los últimos años creció entre políticos norteamericanos la tendencia a reconocer la independencia de Taiwán si es declarada. China siempre advirtió que tal paso daría lugar a una guerra, pero fue desoída. Así se llegó al momento actual.

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Queda por ver cuáles serán las consecuencias inmediatas y a largo plazo de esta provocación, pero ya se puede adivinar por qué Pelosi eligió este momento para hacerla. La primera razón está relacionada con la impopularidad del actual presidente Biden, incluso entre sus compañeros demócratas. Una encuesta de CNN reveló recientemente que hasta el 75% de los miembros del propio partido no quiere que vuelva a postularse en 2024. Hasta es posible que sea reemplazado antes de las elecciones. En este caso, su renuncia o desaparición llevaría a la vicepresidenta Kamala Harris a convertirse en presidenta y a la presidenta de la Cámara, Pelosi, a ocupar el segundo lugar. Para ello, empero, los demócratas deberían conservar en la elección de noviembre la mayoría de los representantes y Pelosi ser reelecta.

La segunda razón está relacionada con la política interna de China, particularmente con el 20º Congreso Nacional del Partido Comunista que se celebrará este otoño, en el que probablemente se reelija al presidente Xi para un tercer mandato sin precedentes desde la época de Mao. Dado que, evidentemente, la Casa Blanca no estuvo detrás del viaje de Pelosi, pero no supo o no quiso impedirlo, puede adjudicarse al "Estado profundo" la idea de que la visita pudiera debilitar a Xi y al Partido. Se trata de un razonamiento típicamente norteamericano, más propio de película del Far West que de la política mundial, pero es la mentalidad que impera en Washington.

La última razón por la que Pelosi se embarcó en su viaje a Taiwán en este momento es que, en vista de los humillantes reveses sufridos en Ucrania en los últimos cinco meses, Estados Unidos podría estar buscando desplazar su pivote estratégico de Europa del Este a Asia Oriental.

Contrariamente a las previsiones norteamericanas, Wang Jiangyu, profesor de Derecho en la Universidad de la Ciudad de Hong Kong, sostiene que este incidente fortalecerá el reclamo de soberanía china sobre Taiwán. Por su parte, Hu Xijin, editorialista de Global Times, juzgó que "está claro que el EPL se ha preparado bien. Tras la visita de Pelosi en Taiwán, es el momento de encender el polvorín en el estrecho entre el continente y la isla." Una colisión entre Estados Unidos y China en algún lugar del Pacífico Occidental parece inevitable. Las únicas preguntas son cuándo y dónde.

Estados Unidos ha salido de la crisis aparentemente fortalecido, porque (todavía) no ha pasado nada. Sin embargo, Pelosi ha debilitado aún más la figura del propio presidente y no parece poder aprovecharse personalmente del vacío, porque, si los demócratas pierden las elecciones de noviembre próximo, la presidencia de la Cámara pasará a manos republicanas.

Xi Jinping y el liderazgo chino no se han debilitado, porque la eventualidad del viaje de la legisladora estaba ya prevista. Por el contrario, les ha servido como pretexto para aumentar la presión militar y económica sobre la isla separatista. A pesar de su enfrentamiento político y militar, ambas partes de China mantienen estrechas relaciones económicas y comerciales que ahora están en cuestión. La República Popular, por ejemplo, ha decretado el cese del envío de insumos esenciales para la producción de semiconductores, una rama en la que Taiwán ocupa el primer puesto mundial. Asimismo, la empresa china CATL, el mayor fabricante de pilas de combustible y baterías de iones de litio del mundo, está posponiendo indefinidamente la construcción de una enorme planta de 5.000 millones de dólares y 10.000 empleados que fabricaría baterías para vehículos eléctricos en toda Norteamérica, suministrando a Tesla y Ford, entre otros. La cuota de mercado mundial de baterías para vehículos eléctricos de CATL aumentó del 28,8% al 34,8% interanual en el primer semestre de este año, lo que la convierte en líder absoluto de los diez principales fabricantes de baterías para vehículos eléctricos del mundo.

En todo el planeta la industria electrónica sufrirá las consecuencias de este bloqueo y de las sanciones concomitantes. Es previsible que el acoso económico y militar se intensifique y dure largo tiempo, provocando graves daños a la economía isleña. Si Washington no arriesga una aventura militar, en algún momento Taipei tendrá que negociar. Ése será el momento en que Pekín imponga el rumbo hacia la reunificación.

Para Rusia, en tanto, este desarrollo de la trama es sencillamente ideal, porque consolida su alianza con el gigante asiático y abre un segundo frente en la guerra híbrida contra EE.UU.

En el corto plazo hay dos ganadores de la apuesta de Nancy Pelosi: el clan Clinton-Obama, al que ella pertenece, y Vladimir Putin. Los primeros, porque demostraron que se podía desafiar a China en el jardín de su casa, sin que (hasta ahora) pase nada. El segundo, porque se verificó mundialmente que quien quiera desafiar el orden internacional unipolar debe ser capaz de asumir los riesgos de una confrontación militar con EE.UU. y sus aliados.

Pero en el largo plazo la vencedora será China. La isla es muy difícil de atacar y capturar, pero es fácil de rodear y bloquear desde el mar. Es poco probable que China emprenda una guerra relámpago contra Taiwán, pero definitivamente está lista para la presión económica, psicológica y una ruptura con los Estados Unidos. A diferencia del último conflicto en 1997, ahora tiene un poder militar suficiente como para mantener durante largo tiempo la presión sobre Taiwán y ahogar allí la industria de semiconductores, mientras desarrolla la propia junto con potencias informáticas como Irán. Al mismo tiempo, mediante el Nuevo Camino de la Seda y la Franja y sus instrumentos financieros consolida un enorme espacio euroafroasiático que le permita la continuidad de su desarrollo hasta alcanzar en 2049 el objetivo de “una sociedad socialista desarrollada”.

Un último corolario de esta historia tiene alcance mundial. Xi ha llegado ahora a la misma conclusión a la que llegó el presidente ruso Vladimir Putin a principios de este año: Estados Unidos es "incapaz de cumplir acuerdos" y no tiene sentido esperar que respete la diplomacia y/o el estado de derecho en las relaciones internacionales. Quien confíe en cualquier acuerdo con Estados Unidos será defraudado.

Por Eduardo J. Vior * Analista internacional para Telam

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