







El poder fascista local, que se adorna con la bandera nacional, está más allá de la frontera de lo humano, con sus atrocidades y con la ferocidad propia de la clase del privilegio, de la gran propiedad, soldada a la clase media desclasada (negadora del trabajo y su ética). Luchar contra este tanatismo absoluto es un imperativo ético vitalista de toda organización popular democrática, sin distinción ideológica o de tradición política. Estas organizaciones, sobre todo las políticas, deben tomar la decisión de dar una dirección a la acción emancipatoria para conducir a la clase trabajadora hacia la liberación y una vida en paz.
Marx sostiene que la historia es la labor realizada por las generaciones que nos precedieron. Recuerdo esta idea porque las grandes masas populares, en su historial de lucha, tienen la experiencia y la sabiduría para interrumpir el flujo libidinal de un poder ultra-reaccionario que se viene cargando de un bagaje pesado y presente de actos delictivos. Ese flujo puede ser inhibido a través de la insurrección, que es una herramienta propia de la clase trabajadora para transformar las relaciones sociales. En una insurrección, una existencia social deviene capacidad de movilización y ésta habilita la iniciativa en las luchas.
Modalidades
Existen distintas modalidades históricas de insurrección. Una es la gran movilización popular, que supone la presencia de una vanguardia, idea y acción de una minoría ubicada dentro del movimiento de masa. La masa utiliza la barricada como táctica, el corte de ruta como instrumento, el piquete –que es promotor de la lucha, pues organiza, discute, negocia–. Este tipo de insurrección implica materializar una fuerza moral contenida en una fuerza social de enfrentamiento. Esta modalidad inhibe la acción de las fuerzas represivas del Estado, inhabilita el ejercicio de su violencia sobre las masas por los efectos de la acción popular. Los escuadrones policiales, en este caso, se retiran y cuando se crea este vacío en el campo antagonista, en el nuestro se constituye una zona de resistencia.
Otra modalidad insurreccional puede cifrarse en el voto. Para que el voto popular se constituya en inhibidor de un poder reaccionario hace falta reeducar el espíritu de clase, lo que implica una pedagogía que dé una dirección, que oriente las modalidades comprensivas, que prepare las conciencias. Esta pedagogía corre por cuenta de las fuerzas del campo de la emancipación (movimiento más conducción), que es el campo del trabajo, de la fuerza social mayoritaria. Una de las tareas centrales de esta pedagogía es infundir en las grandes mayorías -oprimidas, indefensas y por ahora ganadas (confundidas) por el general intellect de la vida tecnocapital- una clara conciencia de la situación real de la lucha de clases y también de los medios para sobreponerse ante la reacción del poder de gobierno.
Entonces, la insurrección como herramienta para transformar las relaciones sociales. Si miramos a nuestro alrededor, encontramos al menos tres escenas relevantes.
Escenas
La primera se organizó en Alemania hace un par de semanas, a fines de noviembre. Alternative für Deutschland, partido ultra reaccionario alemán, tenía previsto organizar a su aparato juvenil, con el nombre de Generation Deutschland. La respuesta de la emancipación no esperó y un bloque social constituido por estudiantes y trabajadores respondió con bloqueos masivos en todo el país. O sea, cortaron calles, autopistas, carreteras federales y estatales. La vieja táctica del piquete tan vilipendiada aquí por Bullrich y adyacencias.
Segunda escena: hace un par de días, en la capital de Hungría, Budapest, una gran manifestación exigió la dimisión del primer ministro ultra-reaccionario, Viktor Orbán. El descontento popular se desató a raíz de que una serie de casos de abusos de menores residentes en hogares infantiles tomaron dominio público. Se publicaron videos en los que empleados de uno de estos centros agreden físicamente a los menores que debieran cuidar. La divisa central de la protesta popular fue: “¡Basta ya! Manifestación en defensa de los menores”.
Entre nosotrxs se verifica algo parecido, con una franja social tan frágil como la infancia: lxs jubiladxs apaleadxs y gaseadxs todos los miércoles en la Plaza Congreso. ¡Basta ya!, deberíamos decir, y organizar una manifestación en defensa de nuestrxs adultxs mayorxs.
Tercera escena. El 11 de diciembre en Portugal la clase trabajadora paró el país. Se movilizaron tres millones de trabajadores convocados por la Confederación General de los Trabajadores Portugueses y la Unión General de Trabajadores para resistir el “Paquete laboral” del gobierno ultra reaccionario de Luís Montenegro. Fue una medida frontal ante una “reforma” que facilita despidos, desregula los horarios de trabajo -también allí apelan a la famosa idea del banco de horas que celebra Bullrich-, sostiene los acuerdos individuales por empresa sobre los convenios sectoriales o colectivos, limita el derecho de lactancia y la flexibilidad horaria para madres y padres de hijxs con capacidades diferentes. Participaron en este paro masivo sectores clave del trabajo como la aviación, el ferrocarril, el subte, la Salud y la Educación. La idea de una general strike empieza a agitarse también en los Estados Unidos, a través del mayor Brandon Johnson, exlíder y organizador del Sindicato de Maestros de Chicago, pues también en ese país Trump quiere arrebatarles los derechos de negociación colectiva a un millón de trabajadores federales, entre otras cosas (ataques contra la democracia, lxs inmigrantes, el estado de derecho).
Estas escenas nos recuerdan que la modalidad central de toda insurrección sigue siendo la huelga general, que implica una acción económica masiva: la paralización completa y sostenida de las actividades productivas de un país. Allí está la chispa de la emancipación radical, que lucha para la afirmación de todas las libertades, excepto la “libertad” de que un ser explote a un ser humano.
Brutalización
La brutalidad para abusar de la fuerza física contra la clase trabajadora se volverá cobardía, pusilanimidad, incapacidad de luchar para mantener su libertarianismo dentro del Estado. Sucederá así porque se trata de un poder dualista opositivo. Cuando caigan se acabarán.
Nuestra sociedad está siendo brutalizada y parece haber retrocedido más allá de su consenso democrático. Hay que empezar por crear el punto de partida revolucionario: la situación, las relaciones, las condiciones, clivaje que a menudo se encuentra en la huelga general. En la huelga política de masas, organizada por trabajadores formales, informales, cartoneros, monotributistas, independientes, de plataforma, desocupadxs, tabacaleros, petroleros, mineros, de la construcción, las trabajadoras en casas de familia, etc. Con el paro general estas fracciones sociales se religan en una idea común, que es fuerza, potencia, poder, imaginación y facultad: la clase que puede revocar el experimento teratológico que no entiende siquiera el sentido de cuidar la vida.
En la historia política popular nacional los movimientos obreros constituyen el impulso esencial y la dirección hacia la justicia y la igualdad. Nuestra clase, sin embargo, se enfrenta a ingentes dificultades organizadas por antagonistas poderosos con la capacidad de desorganizarnos y desorientarnos, dentro y fuera del campo de la emancipación.
La nota contine lenguaje inclusivo por decisión del autor.
Por Rocco Carbone * Filósofo y analista político. CONICET / La Tecl@ Eñe






















