







En la Argentina de Milei cierra una empresa por día y se pierden casi 400 empleos formales cada 24 horas. Menos mal que el presidente encabeza una revolución capitalista. La onda expansiva del pulso electromagnético que la administración libertaria hizo estallar sobre la economía real para frenar la inflación, no se detiene. Las fábricas se apagan en silencio, como celulares sin carga.
En el gobierno, aunque no lo parezca, tienen dos cosas claras: ganaron la elección gracias a la ayuda de Trump y el tiempo para recuperar el consumo no es ilimitado.
La vieja idea de una Argentina que genere una sociedad de bienestar gracias a la potencia exportadora de sus materias primas -una Australia sudamericana-, cede ante la realidad de las estadísticas mensuales de empleo y actividad, que ya no logra disimular ni el ingenio de Marco Lavagna para retorcer los números del Indec.
"Tenemos siete meses para que se reactive el consumo, hay que inyectar plata en la economía", reconoce un libertario del equipo económico, que en privado muestra un sentido común que no exhiben en público.
El consumo en noviembre se hundió un impactante 9 por ciento, como un buzo con doble plomo, por usar las metáforas submarinas de Milei. El espejismo de la Argentina espléndida del campo de Polo de Palermo que visitó Milei, es eso, un espejismo, que convive con un país que no llega a fin de mes.
El mecanismo libertario para inyectar dinero en los engranajes secos de la economía es bajar la tasa. "La tasa está en cuarenta por ciento mensual, tiene que bajar al veinte, en línea con la inflación que esperamos para el año que viene", agregó la fuente consultada.
Tenemos siete meses para que se reactive el consumo, hay que inyectar plata en la economía.
Créditos accesibles para las empresas, para la gente, para que se reactive el consumo. Un reconocimiento tardío, implícito, a la importancia del mercado interno en una economía poco competitiva como la Argentina.
La pregunta es obvia: ¿Si es tan sencillo por qué no lo hicieron antes? La respuesta también es simple: Toto Caputo tiene miedo que le compren dólares con los créditos baratos y esto le empuje la inflación. Tiene miedo.
Es que más allá de las canchereadas, el ministro de Economía sabe que la inflación no está domada. Y por si hacía falta, el salto de noviembre al 2,5% se lo recordó.
Estamos entonces atrapados en un desierto abrasador, donde cada trago de agua que tomamos sube la temperatura.
Los hermanos Milei en el Abierto de Polo de Palermo junto a Facundo Pieres de Ellerstina y Bartolome Castagnola de La Dolfina. AP
Se suma a esto el desafío de los vencimientos por más de USD 14 mil millones que deberá pagar este año la Argentina, que tienen en enero una primera parada brava de USD 4.500 millones, que tiene a Caputo buscando dólares en modo bastante desesperado, mientras el swap del Tesoro no aparece. "No lo van a dejar caer a Toto, pero quieren que se mueva, que saque las reformas que prometió, que junte antes todo lo que pueda", interpretó un funcionario de diálogo con la administración Trump.
Caputo es hoy el funcionario más poderoso del gobierno, al punto que es el único que toma decisiones sin consultar y logró que ni la hermana Karina se meta en su área. La próxima definición del nuevo titular del ARCA permitirá ver si se mantiene ese equilibrio.
El otro conflicto central que cruzará el 2026 será la tensión con las provincias -y en las provincias- por la falta de fondos, ante un superávit que tiene cada vez menos de súper. Santilli tiene apenas 68 mil millones para repartir de ATN entre todas las provincias, a Jorge Macri ya le deben 350 mil millones del giro mensual que estableció la Corte y la lista sigue.
Pero el gobierno tiene una ventaja extraordinaria, la desorientación peronista, ese canibalismo estúpido en el que se pelean por cualquier cosa menos por la importante, que es discutir como volver a convencer a los argentinos que son una opción de gobierno sensato. "Hay peronistas, no hay peronismo", sentenció desahuciado, uno de los dirigentes más importantes de esa fuerza.
Caputo es hoy el funcionario más poderoso del gobierno, al punto que es el único que toma decisiones sin consultar y logró que ni la hermana Karina se meta en su área.
Mientras ruega que el escándalo de Tapia se estire y tape todo lo posible, el gobierno trazó un relato para la segunda mitad del mandato de Milei: bajar la inflación a un dígito, volver a los mercados, mantener el superávit, bajar los impuestos y sacar las reformas que modernicen la economía. El parto difícil, pero imprescindible, de una Argentina capitalista, alineada con Occidente, que genere progreso real y sostenible.
Tenemos entonces un relato bastante articulado, que por ahora tiene como principal activo la baja de la inflación y ubica en el futuro una mejora de las condiciones de vida; un relato que se tropieza con los cierres de empresas, con la plata que no alcanza, con la pérdida de puestos de trabajo. Que se hace fuerte en la desorientación opositora.
A grandes rasgos, esto sugiere hacia adelante una situación de problemas opuestos: el Gobierno superó el desafío político con su triunfo electoral y ahora el problema lo tiene en la economía; mientras que la oposición tiene un problema estrictamente político, de articulación, de propuesta, de candidatos. Apostar que es más sencillo de resolver es un deporte de riesgo en la siempre voluble Argentina.
Ignacio Fidanza.
Por Ignacio Fidanza / LaPoliticaOnline
























