La ficción del repunte en V

Economía13/12/2025
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La industria volvió a mostrar en octubre señales claras de enfriamiento. La utilización de la capacidad instalada se ubicó en 61,0 por ciento, por debajo del 63,0 registrado en el mismo mes del año pasado, y volvió a dejar al descubierto una estructura productiva que opera con altos niveles de ociosidad en buena parte de sus ramas, según el último informe del Indec. El dato no solo confirma que el rebote fabril sigue siendo frágil, sino que expone un deterioro persistente en sectores clave para el entramado industrial y el empleo.

El nivel general esconde, además, fuertes disparidades sectoriales. Mientras algunos rubros vinculados a la energía o a complejos muy concentrados mantienen registros elevados, la mayoría de las actividades industriales opera muy por debajo de su potencial. Refinación del petróleo lideró el ranking con una utilización del 82,2, seguida por las industrias metálicas básicas con 71,1 y los productos alimenticios y bebidas con 68,7. Sin embargo, estos desempeños contrastan con la situación crítica de ramas intensivas en mano de obra y orientadas al mercado interno, donde la ociosidad se profundiza mes a mes.

El caso más extremo es el de los productos textiles, que en octubre apenas alcanzaron una utilización del 32,5, muy lejos del 47,8 que mostraban un año atrás. Se trata de uno de los sectores más golpeados por la combinación de caída del consumo, apertura importadora y ausencia de políticas de protección o estímulo productivo. Según detalla el propio informe oficial, la baja se explica por el desplome en la producción de hilados de algodón y tejidos, con retrocesos interanuales superiores a 34 puntos, un escenario que anticipa más cierres de plantas y pérdida de empleo en la cadena.

Una dinámica similar se observa en los productos de caucho y plástico, con una utilización del 42,6 frente al 48,9 de octubre del año pasado. Allí pesan tanto la menor fabricación de manufacturas plásticas como el derrumbe en la producción de neumáticos, que cayó 28,7 interanual. También la metalmecánica excluida la industria automotriz se mantuvo en niveles muy bajos, con 48,2, reflejando la debilidad de la inversión productiva y la menor demanda de bienes de capital.

La industria automotriz, uno de los sectores que el Gobierno suele exhibir como termómetro de la actividad, tampoco logró escapar al deterioro. En octubre utilizó el 56,1 de su capacidad instalada, por debajo del 61,2 de un año atrás, como consecuencia de una menor cantidad de unidades fabricadas. La caída se da incluso en un contexto de mayor ingreso de vehículos importados, lo que refuerza las advertencias sobre el impacto de la apertura comercial en la producción local.

Incluso ramas tradicionalmente más estables mostraron retrocesos. Papel y cartón pasó de 72,9 a 62,3 en la comparación interanual, afectado por la menor fabricación de envases y embalajes, un indicador indirecto del enfriamiento general de la economía. Los productos alimenticios y bebidas, aunque se mantienen por encima del promedio, también registraron una leve baja frente al año pasado, vinculada a una menor producción de carne vacuna y de bebidas.

Más allá del detalle sectorial, el informe del Indec confirma una tendencia que se arrastra desde comienzos del año: la industria no logra recuperar niveles de utilización compatibles con un proceso sostenido de crecimiento. A lo largo de 2025, el indicador se movió en una meseta cercana al 60 por ciento, con subas puntuales pero sin un cambio de régimen que permita hablar de reactivación. En términos históricos, se trata de valores bajos para una economía que necesita expandir su capacidad productiva para generar empleo, divisas y encadenamientos locales.

Este desempeño no puede leerse aislado del marco de política económica. En los últimos meses, el Gobierno profundizó una estrategia de retirada del Estado de las políticas productivas, sintetizada en la frase del secretario de Coordinación de Producción, Pablo Lavigne, quien sostuvo que “la mejor política industrial es la que no existe”. Lejos de ser una declaración abstracta, ese enfoque se tradujo en decisiones concretas: el cierre de la Secretaría Pyme, la eliminación de programas públicos de crédito productivo y una fuerte reducción presupuestaria en organismos clave como el INTI, el INTA y el Conicet.

La contracara de esa ausencia de política industrial es una estructura fabril cada vez más expuesta a la competencia externa, sin financiamiento accesible, sin asistencia tecnológica y sin herramientas de desarrollo sectorial. En ese contexto, la caída de la capacidad instalada no solo refleja un problema coyuntural de demanda, sino también un proceso de desarticulación productiva que amenaza con dejar daños permanentes. Cuando las plantas operan por debajo de ciertos umbrales durante períodos prolongados, se pierden proveedores, capacidades técnicas y empleo calificado, elementos difíciles de reconstruir.

El dato de octubre vuelve así a encender luces amarillas sobre el rumbo de la economía real. Mientras algunos sectores concentrados sostienen niveles altos de utilización, la mayoría de la industria funciona con márgenes amplios de ociosidad, en un escenario de ajuste, desregulación y retracción del Estado. Sin un cambio de enfoque que vuelva a poner en el centro a la producción y al empleo, la capacidad instalada seguirá siendo un recordatorio estadístico de lo que la industria podría producir, pero hoy no produce

Por Juan Garriga / P12

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