El fracaso del modelo Milei

Actualidad25/10/2025
Milei-CPAC

El 10 de diciembre de 2023 asumió en Argentina el “primer gobierno libertario” de la historia. Al asumir la presidencia, Javier Milei proclamó el inicio de una etapa de prosperidad en Argentina que nos convertiría en potencia mundial en pocas décadas. Su prédica y su modelo trascendieron fronteras, multimillonarios como Elon Musk celebraban los discursos de un líder político que los define como héroes y despotrica contra la intervención del Estado.

Dos años después, Argentina es noticia mundial, pero no por sus logros, sino porque negoció un rescate histórico por parte de Estados Unidos, solo seis meses después de un salvataje del Fondo Monetario Internacional. Una derrota absoluta para un gobierno que le transmitió a la sociedad que alcanzando el equilibrio fiscal la macroeconomía se ordenaría, y para lograrlo realizó un ajuste brutal del gasto público de 5,6% del PIB.

 
El gobierno que se proponía refundar la Argentina y ser un “faro de la libertad” a nivel mundial mantiene al país sumido en una crisis financiera y en una parálisis de la economía. Algunos datos permiten ilustrar la difícil situación económica en la que los argentinos van a votar el 26 de octubre. La actividad económica cayó en cuatro de los últimos cinco meses y se encamina a una nueva recesión. Particularmente preocupante es la situación de la industria y la construcción, dos sectores intensivos en empleo. La primera cayó un 4,3% desde que asumió Milei, afectada por la caída de la demanda interna, los tarifazos y la apertura importadora. La segunda se derrumbó 21%, golpeada por la paralización de la obra pública y el mercado interno. Por el lado de los ingresos, los salarios y las jubilaciones se encuentran por debajo de los valores previos a la asunción de Milei, lo que explica que las ventas en los supermercados se hayan derrumbado un 9%. La caída del consumo no fue peor solo porque las familias recurrieron al endeudamiento para compensar sus menores ingresos. El correlato del mayor endeudamiento familiar es el aumento del crédito en situación irregular: la morosidad de créditos personales se duplicó y la de tarjetas de crédito se triplicó. Los datos de empleo también son preocupantes, desde que asumió Milei, se perdieron 170 mil puestos de trabajo asalariados registrados, de los cuales dos tercios corresponden al sector privado.

Si la foto es preocupante, la película es aún peor. El recorte del gasto público y la visión liberal anacrónica del gobierno sobre el rol del Estado en la economía traen limitaciones muy grandes para el desarrollo económico del país. La venta de empresas del Estado como IMPSA o Nucleoeléctrica argentina, la paralización inédita de la obra pública, los recortes en educación, ciencia y tecnología, entre otros, impactan hoy, pero fundamentalmente condicionan oportunidades a futuro. La única medida relevante del gobierno en materia productiva ha sido el Régimen para Grandes Inversiones (RIGI), que establece concesiones para la explotación de recursos naturales sin las exigencias que cualquier país normal haría en términos de encadenamientos nacionales, empleo local, distribución de los beneficios de explotación, protección del medio ambiente y cuidado de las divisas generadas. Nada de esto sorprende considerando que el ministro de Economía, Luis Caputo, es un trader al que nunca se lo escucha hablar de la economía real.

Casi con la mitad del mandato de Milei cumplido se puede confirmar que nos encontramos frente a un gobierno de saqueo, que lacera la soberanía nacional endeudando al país bajo condiciones desconocidas y regalando nuestros recursos, y de descarte, donde los sectores más vulnerables de la sociedad son abandonados por el Estado y el mercado en partes iguales.

Este artículo se propone, por un lado, ofrecer un análisis sobre el programa económico del gobierno y explicar por qué es una estafa electoral, por otro, explicar por qué salió mal este programa y, por último, discutir las alternativas económicas en pugna.

El programa económico y la estafa electoral

Durante la campaña presidencial de 2023 y en sus apariciones televisivas de los años anteriores, el actual presidente había insistido en que el problema de la economía argentina era simultáneamente el déficit fiscal y la alta carga impositiva. Por eso, en la campaña Javier Milei hizo alarde de que iba a realizar un gran ajuste del gasto para equilibrar las cuentas fiscales. Para que ese ajuste no sonara impopular acuñó la consigan “el ajuste lo va a pagar la casta”, en referencia a la dirigencia política nacional. El devenir de Milei como presidente da cuenta de una doble estafa. En primer lugar, el ajuste no lo pagó la casta, sino las grandes mayorías. En segundo lugar, el brutal ajuste que se le vendió a la población como necesario no trajo como recompensa la estabilidad macroeconómica.

En un reciente informe de la Fundación para el Desarrollo Humano Integral (FDHI), analizamos la evolución del gasto público y las cuentas fiscales desde que asumió Milei a partir de la información del proyecto de Presupuesto 2026 (1). Para el cierre de 2025 se proyecta un superávit fiscal primario de 1,5 p.p. del PIB, que contrasta con el déficit de 2023 por 2,7 p.p. del PIB. Este cambio de resultado se alcanzó exclusivamente por el recorte del gasto primario (5,6 p.p. del PIB) que se alcanzó con recortes muy sensibles: educación (-49,1%), ciencia y tecnología (-44%), seguridad social (-7%), vivienda y urbanismo (-98%), agua potable y alcantarillado (-88%), entre otros. Para 2026 el Proyecto de Presupuesto plantea mantener este recorte de gastos. Mientras tanto, los recursos se redujeron en 1,4 p.p. del PIB entre 2023 y 2025, dadas ciertas rebajas impositivas. Éstas tuvieron un carácter fuertemente regresivo, ya que se dieron sobre impuestos que pagan en mayor medida los sectores de altos ingresos como bienes personales, retenciones, impuesto PAIS e impuesto a los autos de lujo.

La estructura del presupuesto da cuenta de un ajuste que estuvo lejos de pagar la casta y que afecta primordialmente a las grandes mayorías. La injusticia social de recortar brutalmente partidas clave mientras se rebajan impuestos progresivos queda aún más de manifiesto con el accionar reciente del gobierno nacional. En los últimos meses ha vetado cuatro iniciativas votadas por el Congreso para reparar parcialmente el daño generado por el ajuste en sectores sensibles. Se trata de los proyectos de Emergencia Pediátrica, de Emergencia en Discapacidad y de Financiamiento Educativo. En conjunto, estas tres leyes implican un gasto de 0,52% del PIB, muy por debajo de lo que el Estado dejó de recaudar este año por retenciones y bienes personales (1,05%) y de lo que deberá gastar en intereses por la suba de tasas que dejó su desmanejo monetario (3%). La desidia del Estado Nacional por la salud y la educación es tan grande que incluso luego de que el Congreso rechazara los vetos, el gobierno se niega a reglamentar las leyes. Por esta razón el jefe de Gabinete tiene un pedido de interpelación por el Congreso Nacional.

La morosidad de créditos personales se duplicó y la de tarjetas de crédito se triplicó.

Habiendo explicado sobre quiénes recayó el ajuste y sobre quiénes los beneficios de la política fiscal del gobierno, nos toca explicar por qué a pesar del equilibrio fiscal la economía se encuentra sumida en una crisis financiera. Esto se debe a que el orden de las cuentas fiscales puede ser una condición necesaria para bajar la inflación y estabilizar la macroeconomía, pero está muy lejos de ser una condición suficiente como Milei intenta instalar en la sociedad.

El equipo económico del gobierno, más allá de su prédica fiscalista, siempre fue consciente de esta realidad. Si la mentira era para la sociedad o para mantener contento a Milei es otro asunto. Lo cierto es que la política económica de Caputo estuvo basada en la estabilidad del tipo de cambio. En la primera parte del mandato esto se materializó en la regla de variación del tipo oficial 2% mensual y luego del 1% (crawling peg). Luego de la salida del cepo, en la intención del gobierno de llevar el dólar al piso de la banda, a costa de no acumular reservas internacionales, y luego en las fuertes intervenciones para evitar, sin éxito, que el dólar se encamine al techo de la banda. Para alcanzar esa estabilidad el ministro de Economía apuntó a dos tipos de políticas:

-Incentivo al carry trade: desde que asumió Caputo buscó generar incentivos para inversiones en pesos a partir de la combinación de un tipo de cambio planchado y altas tasas de interés en pesos, que al final del recorrido permitían obtener altas ganancias en dólares.

-Salvatajes temporales: cada vez que la estabilidad del tipo de cambio se vio amenazada, Caputo apeló a algún tipo de parche para fortalecer las reservas y así mejorar las expectativas de estabilidad cambiaria que sustentan el carry trade. En un primer momento fue un esquema de acceso limitado a las importaciones, cuando esto se agotó, apareció el blanqueo, cuando las tensiones volvieron a recrudecer, apareció el préstamo del FMI y ahora, cuando el modelo enfrentaba su fase terminal, recurren a los dólares de Donald Trump.

La estabilidad cambiaria y su tendencia a la apreciación son el principal factor explicativo de la desaceleración de la inflación durante el gobierno de Milei, en un combo que se complementa con otras dos anclas: el salario y la actividad económica. Ahora bien, lo que se puede ver a partir de esta interpretación es que la economía siempre estuvo lejos de una situación de estabilidad, ya que dependía de rescates permanentes y de expectativas muy optimistas. Esto es lo que explica que el modelo haya implosionado.

Un fracaso en sus propios términos

El 14 de abril, tan solo seis meses atrás, el gobierno eliminó las restricciones a la compra de dólares a personas humanas, popularmente denominado cepo, en el marco de un nuevo programa del FMI que implicaba desembolsos por USD 20.000 millones. Este anuncio fue celebrado por el gobierno como la consolidación de los éxitos del gobierno. El nuevo esquema cambiario de flotación entre bandas se presentaba como absolutamente sostenible en las nuevas condiciones macroeconómicas y, por si alguien dudaba, estarían los dólares del FMI para respaldar. La confianza era tal que el presidente Milei afirmaba que el dólar se iría al piso de la banda, lo cual hubiera implicado un nivel de apreciación cambiaria equiparable al de la Convertibilidad. Federico Furiase, uno de los principales asesores de Caputo, sintetizó el discurso del equipo económico de la siguiente manera: “Hoy no hay fundamentos para que el dólar vaya al techo. Hay superávit fiscal, no hay emisión monetaria y el Central está recapitalizado” (2).

Por esas fechas desde el Observatorio de Coyuntura Económica y Políticas Públicas (OCEPP) publicamos un informe donde señalábamos que la base monetaria no era un indicador adecuado para medir las posibilidades de una corrida cambiaria, que los agregados monetarios más amplios tenían más poder de fuego que antes de asumir Milei y que en contextos de corrida el desarme de posiciones en pesos alimenta la demanda de dólares (3). Es decir, no era ningún secreto que lo que afirmaba el equipo económico no era así. Pero, más allá de que existían los pesos para correr al dólar y llevarlo incluso por encima del techo de la banda, la principal debilidad de este modelo estaba en la dinámica explosiva del sector externo.

Al analizar los datos del balance cambiario del BCRA, se observa que entre abril y agosto hubo una demanda neta de USD 22.315 millones para formación de activos externos (compra de dólares sin fines predeterminados) y turismo. Mientras tanto, el riesgo país no bajaba lo suficiente, por lo que, ante la imposibilidad de refinanciar la deuda soberana en moneda extranjera, en julio se pagaron USD 4.200 millones. La añorada Inversión Extranjera Directa tampoco apareció. De hecho, entre abril y agosto esta partida fue negativa en USD 57 millones. Se trata de una tendencia observada durante todo el gobierno de Milei (USD -1.008 millones), que da cuenta de que son más las empresas extranjeras que están desarmando sus inversiones locales que las que están ingresando nuevos capitales para invertir en el sector productivo.

La estructura del presupuesto da cuenta de un ajuste que estuvo lejos de pagar la casta y que afecta primordialmente a las grandes mayorías.

Semejante salida de divisas pudo ser cubierta al principio por el endeudamiento del Tesoro con el FMI y otros organismos internacionales, las estrategias de carry trade de privados y la estacionalidad en la liquidación de divisas por exportaciones del agro. Sin embargo, a partir de julio se empezó a percibir nuevamente la insustentabilidad real del esquema macroeconómico. Simplemente, la apreciación cambiaria y el consecuente déficit externo no son compatibles con la sostenibilidad de la deuda externa ni del tipo de cambio. Cabe remarcar que para ese entonces todavía faltaban más de dos meses para la elección en la Provincia de Buenos Aires y las encuestas pronosticaban una victoria del gobierno nacional.

En los meses de julio y agosto la oferta de dólares en el mercado de cambios empezó a decaer y la demanda a acelerarse. El valor del dólar empezó a subir y el gobierno, contra toda su prédica, comenzó a intervenir con sus herramientas para contener el tipo de cambio, incluso antes de que llegue al techo de la banda. Suba de tasa de interés, venta de dólar futuro, incremento de encajes bancarios, venta de dólares por parte del Tesoro y venta de dólares del BCRA: al gobierno libertario no le quedó ningún instrumento por utilizar.

El viernes 19 de septiembre llegó el momento más crítico. Hacía tres días el dólar había llegado al supuestamente inalcanzable techo de la banda. Esa jornada el Banco Central vendió USD 678 millones para defender la cotización del dólar, una de las 10 ventas diarias más grandes en la historia del BCRA. En el acumulado de las tres jornadas, las ventas sumaron USD 1.100 millones. El modelo de dólar barato, apertura importadora y tasas altas de Caputo había implosionado.

Lo que sucedió después es historia conocida por Argentina y el mundo. El gobierno argentino acudió a pedir rescate financiero al gobierno de Estados Unidos, tan solo seis meses después de firmar un acuerdo por USD 20.000 millones con el FMI. Milei y su equipo pasaron de celebrar en abril la supuesta estabilidad macroeconómica de la Argentina a celebrar un rescate inédito. Para encontrar el antecedente más cercano hay que remontarse tres décadas, a cuando en 1995 el Tesoro de Estados Unidos apoyó financieramente al gobierno de México.

La desesperación era tal que en el interín anunciaron la rebaja de retenciones al 0%. Nunca fue tan clara la entrega de la bandera fiscal a cambio de dólares. El gobierno dejó de recaudar 0,25% del PIB en retenciones a cambio de que le adelanten exportaciones por USD 7.000 millones. La mala praxis fue total. Estos dólares, muy costosos fiscalmente, fueron devorados por el mercado de cambios que nuevamente presionó al dólar hacia el techo de la banda. De la liquidación extraordinaria, el Tesoro había comprado USD 2.250 millones, de los cuales ya usó USD 2.000 millones para intervenir en el mercado de cambios. Para frenar esta nueva corrida, el 9 de octubre tuvo lugar una intervención inédita del Tesoro de Estados Unidos en el mercado de cambios argentinos, vendiendo dólares, y se confirmó el swap por USD 20.000 millones.

La economía siempre estuvo lejos de una situación de estabilidad, ya que dependía de rescates permanentes y de expectativas muy optimistas.

No conocemos cuáles son las condicionalidades que el ministro de Economía negoció a cambio de este rescate, ya que se realizó a espaldas del Congreso de la Nación y del pueblo argentino. Lo que sí sabemos es que el modelo fracasó, incluso en sus propios términos. Porque no solo trajo recesión y desempleo, sino que también nos condujo a una nueva crisis financiera.

Alternativas en disputa

En las elecciones del 26 de octubre se enfrentan dos modelos de país contrapuestos. El modelo de Milei, de saqueo y descarte, contra el de quienes creemos que hay que recuperar la soberanía nacional y la justicia social.

La confrontación de modelos es aún más clara a partir del pedido de rescate al gobierno de Estados Unidos. El país se encuentra entregado a las decisiones de Donald Trump y de Scott Bessent, ya que el programa económico resultó un fracaso absoluto. El saqueo se profundizará. Si el RIGI estaba hecho a medida de las empresas multinacionales, ahora no sorprenderá encontrar preferencias por las empresas de Estados Unidos. Lo que está en juego es si nuestros recursos naturales nos darán la oportunidad de financiar e impulsar un proceso de desarrollo, o si serán convertidos en enclaves sin condiciones a cambio de unos dólares. Si la deuda con el FMI y el sector privado, asumidas durante el gobierno de Mauricio Macri con Luis Caputo como ministro de Finanzas, ya representaban un desafío para un próximo gobierno, la nueva deuda con Estados Unidos impone vencimientos y condicionalidades de nuevo tipo. Bessent justificó la apertura importadora y la apreciación cambiaria y la solventará con dólares, lo que implicará una mayor destrucción de la producción nacional y del empleo. Los riesgos del acuerdo en materia productiva se agravan por el hecho de que Estados Unidos es un competidor nuestro en el mercado mundial. Un reflejo de eso fue el pedido de Bessent para que el gobierno nacional restablezca las retenciones, dadas las protestas de los productores agrícolas estadounidenses.

Además, el descarte como política de Estado ha recibido el visto bueno de Estados Unidos y proseguirá. Lo único que se escucha del Norte son elogios a la política fiscal, sin importar el daño presente y futuro. Tampoco les importa el rechazo de la sociedad al ajuste. Trump lo expresó con claridad cuando afirmó que Milei “tiene mi respaldo completo y total para la reelección como presidente”. Ningún gobierno democrático argentino laceró la soberanía nacional como lo hizo este. El futuro del gobierno hoy está en manos pura y exclusivamente del presidente de Estados Unidos.

El futuro del gobierno hoy está en manos pura y exclusivamente del presidente de Estados Unidos.

Más que nunca es necesario ofrecer una alternativa de recuperación de la soberanía nacional. Esta estrategia tiene que trabajar en dos horizontes temporales. En primer lugar, se tiene que traducir en una agenda legislativa que vele por los intereses de la nación controlando el endeudamiento, cuidando el patrimonio nacional y orientando las inversiones extranjeras en pos del desarrollo productivo local. En segundo lugar, es necesario ofrecer un programa de gobierno que recupere la dignidad nacional y mejore las condiciones de vida de la población.

Si bien es difícil saber en qué condiciones dejará a la economía argentina el actual gobierno, hay algunas definiciones que no cambiarán:

-Negociar con firmeza la deuda con el FMI y los Estados Unidos por su carácter netamente político. Con respecto al FMI, consideramos que a Argentina solo le corresponde hacerse cargo del monto de acceso que correspondía a su cuota: USD 19.000 millones. Los restantes USD 45.000 millones deben ser renegociados. En cuanto a los desembolsos de Estados Unidos, la prioridad hoy debe ser intervenir desde el Congreso Nacional para conocer las condicionalidades y regular su uso.

-Equilibrio fiscal con justicia social. Es imperioso redefinir quién paga los costos de la estabilización macroeconómica. Muchos de los gastos recortados deben restablecerse urgentemente. Para financiarlo impulsamos una reforma fiscal que implica una reestructuración de los gastos tributarios en función de una devolución focalizada, la creación del aporte permanente a las grandes fortunas en lugar del impuesto a los bienes personales, un nuevo impuesto nacional a la herencia, una reforma en el impuesto a las ganancias, la restitución parcial del Impuesto PAIS y la restitución del impuesto al lujo, entre otras iniciativas.

-Tipo de cambio competitivo. Las restricciones cuantitativas a la compra de divisas han derivado en los mismos problemas para los cuales se implementaron. Consideramos que no sería deseable volver a ellas, por lo que la única manera de morigerar la salida de dólares por formación de activos externos y turismo es mediante un tipo de cambio real más elevado. Esto, a su vez, oxigenerá la competitividad de la industria nacional y los servicios transables, muy golpeados hoy por la apreciación cambiaria. En este esquema es necesario establecer mecanismos de compensación para que los alimentos y otros bienes transables de primera necesidad sean accesibles a precios razonables. No puede ser barato ir a Miami y caro comer, como sucede en la Argentina actual.

-Industrialización para el siglo XXI. Es necesario volver a tener una estrategia productiva, la cual tiene que aggiornarse a las características actuales del capitalismo y a la realidad nacional. Si queremos generar actividades de alto valor agregado necesitamos apuntalar sectores intensivos en innovación. Argentina cuenta con una trayectoria destacada en distintos campos de alta innovación como la industria biotecnológica o la nuclear. Potenciar su desarrollo para consolidarnos como líderes en estos mercados implica fortalecer el sistema de ciencia y tecnología y profundizar su articulación con el sector empresarial. Por otro lado, hay sectores industriales tradicionales en los cuales es necesario avanzar hacia una protección inteligente, sujeta a metas de empleo, exportaciones o innovación según el caso. Por último, también aparecen grandes oportunidades para el desarrollo de encadenamientos aguas abajo y arriba ligadas al agro, a los hidrocarburos y a la minería. Ahora bien, también hay que considerar que el grueso del empleo no se concentrará en estos sectores sino en los servicios, donde se encuentra una agenda amplia para la mejora de las condiciones laborales, la infraestructura y la articulación con sectores industriales.

-Una nueva política social. En las últimas décadas se ha consolidado un amplio segmento de trabajadores que denominamos economía popular. Se trata de cuentapropistas no profesionales que trabajan de manera individual o en cooperativas y cuyos ingresos muchas veces no alcanzan niveles de subsistencia. Para atender esta problemática proponemos un set de políticas que combina asistencia técnica para impulsar la productividad con transferencias de ingresos. Por otro lado, es necesario recuperar la política de vivienda interrumpida en 2024, que implica aumentar salario indirecto al liberar el costo del alquiler y mejorar condiciones habitacionales que repercuten en menores costos de salud y mayor acceso a la educación.

Las líneas que aquí se proponen buscan dejar asentado que existe una alternativa justa y soberana al modelo de saqueo y descarte actual. Los años venideros tienen que servir para afianzar y pulir esta alternativa, mientras se le pone un freno a la entrega y al ajuste de Javier Milei.

1. https://fundaciondhi.com.ar/post/informe-presupuesto-2026-or-ajuste-perpetuo-o-caricatura-20251007

2. https://www.iae.edu.ar/2025/06/el-hombre-de-caputo-en-el-bcra-defendio-el-regimen-de-flotacion-con-bandas-el-dolar-puede-bajar-y-los-precios-tambien/

3. https://pub-0660600335044ff4b585ae9e15c066dc.r2.dev/202504-Cobertura.pdf

Por Itai Hagman * Economista, Diputado Nacional y candidato de Fuerza Patria /  Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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