Cinismo vampírico

Actualidad02/10/2025
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Las épocas para mirar lo que pocos quieren ver, nos cantó Charly cuando puso sus auriculares en nuestra sien. Unos ofrecen su corazón, otros el corazón, el cuerpo y la sutil antena de la que son poseedores. Hay que saber escuchar y mirar. O ver, que implica algo más que un gesto involuntario.

Las ultraderechas neoliberales recorren el mundo, y lo tiñen con los espectros de los totalitarismos. No hay traslación directa, hay ecos que resuenan y que marcan un tono, un grado en el que se expresa ese sentido que dicta que los Estados se desvanecen en el universo del capitalismo tecno-financiero. Las plataformas digitales concentran y dominan la acumulación del capital. El resto, mira y ofrece datos con algarabía, casi sin mirar. Esa es la pérfida adaptación de lo reaccionario. No el Estado Totalitario del siglo XX, sino el totalitarismo de la automatización total que monetiza la experiencia de vida y modela comportamientos. Allí el huevo de la serpiente. Es, claro, Steve Bannon, el mago de las fake news, pero antes fue la democracia digital de Beppe Grillo y Gianroberto Casaleggio, fundadores del Movimiento 5 Estrellas en Italia. La conexión es internacional, y nuestro “libertario” local no inventó nada, sólo leyó el manual del Vaffanculo Day para lanzar la vocinglería de “Viva la libertad carajo”.

El cinismo es la forma del ocultamiento ideológico. O la forma más notable de mentir con el ropaje de la verdad, al decir de Žižek. La Libertad Avanza es ese cinismo vampírico que nos desangra para alimentar los intereses personales del presidente, su hermana, Luis Caputo y lo más granado de su gabinete, y los intereses regionales del hombre que de la quiebra empresarial pasó al reality show para llegar en 2016 a la presidencia bajo el lema «Make America Great Again«. (Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande) Choque de propósitos entre la fantasía industrialista de Donald Trump y los intereses tecnofinancieros de Silicon Valley. Pero esa es otra historia, o, tal vez, no.

En el norte ya se quejan de que el Estado Americano ayuda con “billones de dólares” a la Argentina mientras el servicio meteorológico, que reclama mayor presupuesto, anuncia una nueva tormenta tropical que sería peor que el Huracán Humberto. El New York Times se sube al frente de tormenta y advierte que “un préstamo de 20.000 millones de dólares para apoyar al presidente argentino, Javier Milei, podría conllevar riesgos económicos y políticos». Scott Bessent no traiciona, y aunque el secretario del Tesoro de Trump acomoda sus opiniones según quién sea el interlocutor, deslizó que los millones prometidos dependen del 26 de octubre. Exige gobernabilidad, pero ¿para quién?

Milei, cabeza de La Libertad Avanza, sigue en su ensoñación verbal del odio a la “casta” y al Estado mientras envía saluditos al “presi” en busca de soporte técnico de cara a las elecciones legislativas. El calabrés, al que en el universo periodístico daban por muerto, calibra sus barajas de bridge, aunque el PRO se parezca a las rutas nacionales que el gobierno abandonó.

Es que antes que Milei estuvo Cambiemos, es decir, Macri. Y la noche de Acasusso reverbera en el presidente, a pesar de que Trump es su nuevo objeto de apego. Donald Trump y Mauricio Macri se conocen desde que eran jóvenes empresarios. Mauricio lo conoció cuando Franco, su padre, lo puso frente a una prueba de fuego: asociarse a The Trump Organization para “construir un edificio de 150 pisos en Nueva York, en una propiedad que Franco Macri había comprado en el lado oeste de Manhattan”. El negocio fracasó, pero las relaciones quedan. Trump le dijo al diario La Nación en 2012 que Mauricio “es un buen tipo”. Pero Macri es aquel, un poco más grande, que anhelaba hacer lo mismo que Milei, aunque más rápido ya no se pueda. El corrimiento hacia los extremos – incluyendo al lenguaje – es tal que la moderación viste al demonio de santo.

Esta avanzada de las derechas libertarias – una apropiación semántica que capturó un término caro a la tradición anarquista – consolida una opción política que no debe analizarse sólo desde los marcos de interpretación endógenos. Las derechas neoliberales han trazado estrategias políticas y comunicacionales muy efectivas para provocar un desplazamiento en el límite de lo políticamente incorrecto para volverlo aceptable y deseable por amplios sectores de nuestra sociedad que se encandilaron por la verba inflamada de la ex bestia pop. Mucha gente defraudada por gobiernos como el de Mauricio Macri y Alberto Fernández, que tras la pandemia se sintieron convocados por el rompan todo de La Libertad Avanza. El trabajo previo de “Juntos”, antes “Cambiemos”, aglutinó a los herederos de la “Campaña al desierto” y la ley de enfiteusis, con el balbinismo radical, los millennials del Big Data y el rapi que todavía sigue pedaleando mientras suda y sueña que él es su propio jefe, y no una plataforma digital que usa el deseo para evitar las obligaciones de un empleador tradicional. 
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La propuesta es la de una sociedad sin deuda histórica. Nadie le debe nada a nadie es la divisa, porque la construcción del proyecto de vida es individual y se forja con el esfuerzo personal, ese que repite la catilinaria devaluada del “a mí no me regalaron nada, todo lo hice solo y trabajando”. Con suerte, de la bici a la moto, y si te enfermás, el verdadero jefe te abandona en un hospital público. No es un juicio moral, es una realidad política y social que no se puede negar, y sobre la cual se debe trabajar.

Es sabido, aun por los topos, que el Estado es el que ofrece el marco regulatorio de posibilidades para el desarrollo individual y colectivo, pero la aparatología técnico comunicacional de las derechas trastoca ese valor positivo en plena negatividad. Hegel y Spinoza lo advirtieron. El clima de época al que se refieren periodistas y politólogos es el de los sujetos que combaten con pasión por su servidumbre. Ese es el verdadero cambio: El mal revestido de pasión calculada y sometida a segmentación de perfiles.

Para Aristóteles, el mal es una categoría filosófica que expresa ausencia del bien. Las buenas acciones conducirían al bien común. Pero se sabe: con las buenas intenciones no se levanta una casa. La ultraderecha libertariana, con su oscuro ropaje de pasión alegre, nos arrojó al dominio de la filosofía del nuevo amo. El esclavo liberado pidiendo a gritos su cóctel de ansiolíticos para no enfrentar la responsabilidad ética que implica ejercer esa libertad. Es mejor ingerir la píldora que el conglomerado comunicacional concentrado ofrece, y que nos acerca en mansedumbre al administrador de nuestras libertades, que es el mismo que regula nuestros deseos, y que en el capitalismo se satisfacen con el consumo de todo tipo de mercancías de uso y cambio. Quienes puedan, un atuendo en el que el logo no es precisamente el conocimiento de cómo el ropaje no nos viste, sino que nos consume. En los que menos posibilidades recibieron, la ilusión de un provenir mejor, es decir, el consumo de una esperanza a treinta años, el espejismo de agua en un desierto que se ha elegido. Ahí la frase del amigo de Fred Machado, el mismo que huyó en moto de los orcos lomenses: El peronismo–kirchnerismo quiere ganar las elecciones para que el Estado vuelva a adueñarse de la población a través de planes sociales.

En el cambio de la matriz cultural que La Libertad Avanza operó, el otro sólo es concebido como un competidor aceptable en tanto emprendedor gregario. El self made-men es una vanidad del capitalismo del siglo pasado. En la etapa del topo, se mira con recelo al trabajador silvestre, precarizado, cuando no con odio al organizado en gremios o en economías populares. Ya ni ley de mercado, ley de la selva. El mismo que envidia el progreso de su vecino hasta desearle la desgracia del fracaso en el camino hacia su hechura como hombre emprendedor, el propietario de su destino que como tal no ve en el robo de ladrillos un hurto, sino una condición de su existencia como propietario. Arlt se anticipó en casi un siglo, en esto y en aquello de los nuevos magos del Kremlin. En Mieli hay algo del Astrólogo de “Los siete locos”.

Ese es el hombre sin deuda y sin historia, en este tiempo de desmemoria y degradación del Estado de derecho, una memoria que creíamos consolidada como un bien de nuestra democracia, memoria del derecho humano que cruje como una hoja chamuscada en el piso primaveral de octubre.

Quizás, como el título de aquel disco de Roque Narvaja, octubre sea un mes de cambios, aunque el tamaño de las esperanzas sea moderado y el futuro algo más que una fuerza muy nociva que choca con otra que trata de frenarla. Tropas del Ejército de los Estados Unidos de Norteamérica se disponen a desembarcar en Ushuaia mientras la deuda acumulada es una lanza clavada en el costado del cuerpo nacional.

Habrá que subir al cielo, y como escribió el poeta depuesto, ponerle gatillo a la luna para que esto cambie de una buena vez.

Por Conrado Yasenza / La Tecla Eñe

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