Los Cientinautas: Cómo poner un freno al cientificidio argentino

Actualidad - Nacional29/05/2025
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"Desde el estudio de la pandemia hasta la producción de alimentos, desde la historia argentina hasta la transición energética, desde las desigualdades sociales hasta la nanotecnología, desde la literatura hasta la biomedicina: no hay agenda de futuro sin ciencia", se escuchó por altoparlantes este miércoles desde las escalinatas del Polo Científico y Tecnológico, en Godoy Cruz y Paraguay, en Palermo. Ni la ola polar que empezó justamente ese día logró frenar a la multitud —en su mayoría jóvenes— que comenzaron a concentrarse a partir de las 13 horas. Por el contrario, el frío parecía haber llegado para reforzar la consigna de la marcha: "Nadie se salva solo", frase de El Eternauta, la historieta de Héctor Oesterheld recientemente revitalizada por su adaptación, que se convirtió en pocos días en una de las series más vistas de Netflix a nivel mundial.

La metáfora de la "nube tóxica" sonó como un llamado frente a la situación de deterioro que atraviesa la ciencia en Argentina. La protesta, que se replicó en otras quince ciudades del país, se ocupó, además de señalar los números alarmantes del desfinanciamiento, de subrayar que el programa anti-ciencia del libertarismo sólo puede enfrentarse con respuestas colectivas. Muchos de los manifestantes se presentaron con trajes -confeccionados con materiales que iban desde sus propios guardapolvos de trabajo a bolsas de residuos- y máscaras -desde las que se usan contra los gases lacrimógenos hasta antiparras de natación y barbijos resucitados-, y así ocuparon las inmediaciones y las veredas del Polo Científico, mientras muchos peatones se unían y sacaban fotos de los disfraces y carteles y algunos automovilistas expresaban su apoyo con la bocina.

La convocatoria, impulsada por investigadores, becarios, sectores gremiales y docentes, resultó masiva. Desde las escalinatas, se advirtió: “Se le niega financiamiento a los grupos de investigación, se bloquea el ingreso al CONICET de dos cohortes de 800 investigadores seleccionados por concurso”. También se denunció que “el poder adquisitivo de salarios y becas cayó un 40%, alcanzando niveles históricos mínimos, comparables a los de 2001”. Desde distintos centros de investigación, espacios públicos, como Parque Centenario, y universidades de la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano —como la Facultad de Filosofía y Letras, la de Ciencias Sociales y la de Ciencias Exactas de la UBA— partieron columnas que confluyeron en el Polo. 

Los datos son contundentes. Un informe del Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación (CIICTI) señala que la inversión en ciencia es del 0,15% del PBI, por debajo incluso del 0,17% registrado en 2002. Desde el inicio del gobierno de Javier Milei, 4.148 trabajadores del sistema científico perdieron su empleo.

La protesta fue organizada en parte por la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología, que publicó poco antes un comunicado contra los recortes de la gestión mileista. “El gobierno ha implementado una política de aniquilación de aquello que llevó décadas construir”, advierte el texto, firmado, entre otros, por el investigador Alberto Kornblihtt.

Durante el acto, representantes de la Junta de Calificación y Promoción del CONICET leyeron un documento en el que afirmaron: “Lo que está en juego es la continuidad de un modelo de producción de conocimiento reconocido nacional e internacionalmente por su calidad, su arraigo territorial y su compromiso con los problemas del país en un contexto global”. 

Sol Martínez, secretaria gremial de ATE CONICET Capital, relató a Página12 que la intención fue visibilizar el vaciamiento sistemático de todos los organismos de ciencia y tecnología: la suspensión de ingresos a las carreras de investigador y personal de apoyo, la falta de financiamiento, los salarios por debajo de la línea de pobreza. “Denunciamos que esto es un cientificidio. Los números hablan por sí solos”, dijo. Sólo en 2024 se perdieron 4.000 puestos de trabajo; 1.400 de ellos pertenecen al CONICET. A eso se suman más de 100 despidos administrativos a principios de año, el congelamiento de carreras científicas y un éxodo forzado por las pésimas condiciones laborales.

Las renuncias aumentaron un 24% en lo que va del año. Aunque todavía no hay cifras oficiales para 2025, se estima que la tendencia continuará en el mismo sentido. La planta administrativa, clave para el funcionamiento del sistema, se redujo en un 11%. 

Salarios que expulsan

La mayoría de los investigadores cobra entre $1.200.000 y $1.600.000 mensuales. “Excepto algunas categorías superiores, reservadas para eminencias contadas con los dedos de una mano”, puntualizó Martínez. Los becarios perciben entre $900.000 y $1.000.000, con haberes congelados hace más de un año. El personal de apoyo y administrativo gana entre $800.000 y $1.200.000. Y todos, en su mayoría, salvo las áreas administrativas, tienen dedicación exclusiva.

“Nosotros defendemos esa dedicación exclusiva”, explicó Martínez. “En un contexto donde el pluriempleo se impone, no es justo tener varios trabajos para alcanzar un salario digno. Queremos sueldos justos para poder investigar en condiciones. Pero lo que vemos es otra cosa: compañeros formadísimos tomando empleos en plataformas de reparto para llegar a fin de mes…”, lamenta Martínez.  

El término “cientificidio” también estuvo presente en carteles y afiches. En ellos, se retrataba por ejemplo a Bernardo Houssay, premio Nobel de Medicina en 1947 y fundador del CONICET, encorsetado, como si hubiera sido capturado y envuelto en los hilos de baba de los cascarudos que dibujó Francisco Solano López en el El Eternauta. Otros afiches mostraban a Darío Genua (Secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología de la Nación) y al presidente Milei como "cientificidas": los más buscados.

El derrumbe del sistema científico es parte de un plan. Tanto en campaña como en lo que va de su gestión Javier Milei, en los discursos y en los actos, ha hecho del ataque contra la ciencia en general, y las universidades públicas en particular, uno de sus sellos programáticos. Una ofensiva que es bandera de las derechas radicales tanto en Argentina como en el mundo, que crece en el marco de lo que la filósofa italiana Marina Garcés llama un contexto “radicalmente anti-ilustrado”, que desacredita al conocimiento validado y desprestigia a quienes lo producen.

Fernando Meijide, investigador especializado en ecotoxicología del Instituto de Biodiversidad, le explicó a este diario: “El desfinanciamiento opera por desgaste: no se otorgan subsidios aprobados, no se incorporan becarios seleccionados, faltan insumos básicos. Muchos terminan yéndose al exterior o dando clases en secundaria. Y esos recursos humanos no se recuperan. Son años de formación perdidos y la sociedad parece no terminar de comprender cabalmente todo el daño para el país que eso significa”. 

“Cerrar ingresos, congelar becas y recortar programas implica un cambio estructural que tomará décadas revertir. No es una política neutra: es una decisión que daña la democracia, la institucionalidad y la moral pública”, se escuchó entre aplausos.

“Esperamos que, al menos, nos reciban”, concluyó Sol Martínez, de ATE. Se refiere a Daniel Salamone (presidente del CONICET desde diciembre de 2023), a Darío Genua (Secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología) y a Natalia Avendaño (presidenta de la Agencia I+D+i). “Hasta ahora, ninguno ha querido reunirse con la comunidad científica para explicar cuál es el plan para el desarrollo de la ciencia en Argentina. Queremos saberlo. Es nuestro derecho y es su obligación”.

Por Dolores Curia / P12

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