







El 13 de agosto de 2023, la cantante y actriz Lali Espósito hizo un posteo de cuatro palabras: “Qué peligroso. Qué triste”, en respuesta a la victoria de Javier Milei en las PASO. Lo que siguió fue una campaña de acoso hacia la artista por parte del ahora presidente y sus trolls. Y por ese tweet de cuatro palabras, tal como se volvió un blanco, Lali también se volvió una figura de la oposición. Todo por un posteo en Twitter.


FANÁTICO, de Lali, lanzada meses después de la polémica con Milei, empezó a sonar en marchas, obtuvo reacciones por parte de los medios, las redes, la academia y el espectro político. “Te encanta hacer como que no tenés idea quién soy / Y sé que tenés un poster mío en tu habitación / Cada vez que salís de noche escuchas mi canción / Y ya se la sabe de memoria, eso se llama obsesión”, dice en las primeras líneas. El problema de Lali no es, en este caso puntual, con el discurso e ideas de Milei, el problema es con Milei. La critica porque, como todo hater, en secreto es un fanático. Forma sutil de decirle al mandatario “dejame de romper las pelotas por el amor de Dios”.
Es interesante el impacto que tuvo este tema, hace un año que se viene discutiendo el rol de los artistas en el contexto político actual, de cómo muchos artistas del género “urbano” ostentan en sus letras una vida de lujos y excesos que ignora la realidad actual. El público detecta una falta de canciones que representen el contexto actual, lo cual nos lleva a reciclar canciones del pasado y en consecuencia lleva a Milo J a cantar Los Dinosaurios de Charly como posicionamiento y a Dillom a cantar Señor Cobranza pero con algunas modificaciones en la letra.
El problema es el siguiente, en la era del “celebrity worship”, el público busca sentirse validado por el artista que nos gusta; es la era de proyectar sobre el artista en vez hacer una lectura de su obra y saber qué es lo que nos quiere decir.
La duda es entonces si una canción como FANÁTICO es suficiente como para hacerle frente a Milei y a sus formas abrasivas de comunicarse y hacer política, empelada en gran aparte por sus patotas digitales. Acoso, divulgación deliberada de fake news, amenazas de violencia, insultos a figuras públicas y vacas sagradas fueron las herramientas que utilizó Milei y La Libertad Avanza para tener su lugar en la política y ser considerados la nueva contracultura; atacando constantemente.
Miremos, a modo de comparación, a Not Like Us, de Kendrick Lamar, lanzado en el contexto de un beef con Drake. Fue la canción más exitosa del 2024 (ganó 5 Grammys, incluyendo canción del año) y en gran parte se debe a que en el primer verso, Lamar acusa a Drake de ser un pedófilo. Pero en esencia, Not Like Us habla del rol que ha ocupado Drake en el Hip-Hop durante más de una década. En el tercer verso acusa a Drake (canadiense mestizo de orígenes de clase media) de “colonizador” y compara las numerosas colaboraciones y conexiones que tiene con artistas de Atlanta con el esclavismo. Es la acusación con más carga política y más grave de la canción porque es la más tangible. La etiqueta de “apropiador cultural”, de alguien que adopta estilos y acentos para obtener un rédito cultural y económico atormentó a Drake durante años. A pesar de su humor y sus letras insólitas, NLU es “rap conciencia”.
El youtuber y crítico musical Todd in the Shadows considera al tema como un ataque a lo que se conoce como “poptimismo”, pensamiento que sostiene que la música pop debe ser considerada con el mismo tipo de respeto que el rock. Pero no se trata de algo puramente musical, el poptimismo también ha influenciado en el cine, las series, la literatura y todo tipo de consumo cultural. Obviamente que no es ni bueno ni malo, gracias al poptimismo hay discos como como Brat de Charli xcx, artistas como SOPHIE y subgéneros como el Hyperpop, pero tampoco podemos llevarlo a un extremo total. ¿Vieron cuando alguien dice que una película de Marvel merece ser nominada al Oscar o debería tener el mismo tipo de prestigio que el cine de autor? Eso también es poptimismo, puede resignificar al Pop como crítica a la industria cultural del mainstream y al mismo tiempo puede avalarla acríticamente.
Drake, en parte, tiene éxito gracias al poptimismo. En sus inicios, la idea de un tipo que rapea y canta sobre mujeres generaba polémica, pero gracias a esa vertiente de pensamiento, el canadiense logró hacerse un espacio no solo en el Hip-Hop, sino que en el Pop. Kendrick Lamar (que también podría considerarse una estrella pop) entonces, presenta a Drake como la personificación de ese “poptimismo” llevado a un extremo; Drake es presentado como el sistema que debe ser destruido.
En el caso de Lali, ella representa al poptimismo. Empezó como actriz en novelas de Cris Morena para luego hacer su carrera musical como cantautora pop. Al mismo tiempo, empezó a posicionarse políticamente: se identificó como feminista, cantó en los Martín Fierro con un pañuelo verde, salió del closet, tuiteó contra Milei; todas estas acciones la legitimaron como figura política. De esa manera, cuando en su disco más reciente, LALI, reproduce sonidos del pop de los 2000, época en donde el género tenía una mala estimación por parte de la crítica cultural, ella también está reivindicando el pop de esa era.
Pero el problema con Fanático es que es una canción que se queda en los moldes del peor tipo de pop mainstream: una lírica ambigua, que dió mucho lugar a la interpretación, pero que tampoco tiene mucho jugo para sacarle, si no fuera por su contexto, sería la típica canción dedicada al hipotético hater; hasta el video musical, que en un momento muestra a un señor muy parecido a Milei gritando, que luego termina en nada, hace un mejor trabajo en dar sentido político. Más que ser contestatario, Fanático amaga con ser contestatario. Pero bueno, es lo que hay.
Entonces, la cuestión es la siguiente: los que nos oponemos al gobierno libertario tenemos una canción poptimista de nuestro lado; ahora nos representa, mientras que Milei se presenta como la contracultura (o por lo menos, la ilusión de contracultura), la adopta y hace una pose de estereotipo punk: rudo, agresivo, que se caga en las normas. Así que ¿es realmente necesario que Duki, Emilia Mernes, Lali o Dillom salgan a decir en redes “yo opino que esto es malo” para asegurarnos que ‘están de nuestro lado’? No, la visión política del artista está justo ahí, en su arte, en su estética, sus letras, su sonido. Si uno quiere música que “hable de política”, entonces hay que exigirles más al arte en sí que a un posteo en Twitter.
Por Tomás Luaces Rodríguez / Revista Urbe







