







que se insiste en la sorpresa, pero lo sorpresivo ya debería ser la sobrevivencia de ese sentimiento en el análisis. Desde 2023 en adelante, Milei ya no es una novedad, sino un actor con realidad que opera con éxito en la complejidad política argentina. Los ejes que sostienen ese éxito son las estructuras de observación de esa incomprensión.


El peronismo vivió esta campaña bajo el supuesto casi incuestionable de una victoria. Tiñó su identidad de un verde fluorescente, como si el conflicto con sus chances electorales fuera solo el resultado de la incidencia de un pantone en las mentes de las personas, y haciendo desaparecer una identidad peronista, sin escudos y sin liturgias, para que siga siendo aprovechada por parte de La Libertad Avanza, que aunque haya sido derrotada por Santoro en la Comuna 8 (Soldati y Lugano), sus resultados evidencian la subsistencia de una relevancia que merece mas que una atención periférica. La distancia allí entre ambas fuerza no fue muy grande. En esa Comuna, Santoro obtuvo 34,87% de los votos y Adorni 26,76%. Si deseaba ganar en la ciudad, no es esa una distancia potente contra su rival en lo que es desde siempre su zona de mayor intensidad.
El contraste en los daños opuestos puede quedar claro en la comparación con la zona norte de la ciudad. En la Comuna 2 (Recoleta), históricamente a favor de cualquier opción antiperonista, Adorni logró un 37,79% de los votos y Santoro un lejano 16,66%. En la Comuna 13 (Nuñez, Belgrano y Colegiales) Adorni obtuvo el 34,08% de los votos y Santoro solo un 19,60%. En la Comuna 14 (Palermo) Adorni llegó a un 34,98% y Santoro a 20,44%. Así, en las zonas de sus enemigos, Adorni estuvo mucho más agresivo que Santoro, y siempre este peronista/radical en un cómodo tercer puesto. Probablemente, en el proceso de la campaña, pocos notaron esto que ya había dado señales en 2023.
Los éxitos del partido de Milei en la zona sur, que aunque haya perdido, deben observarse como resultados óptimos, abren directamente los interrogantes para su expansión en grandes sectores del Conurbano bonaerense, y en cualquier Conurbano de las ciudades del interior del país. Si el partido de Milei logra repetir resultados ajustados o cercanos contra el peronismo en la primera sección electoral (norte y parte del oeste) y en la tercera (desde La Matanza hacia el sur) podría pensar en un éxito equivalente para octubre en la zona de mayor potencia del peronismo. La diferencia con la victoria de Vidal en 2015 no sería por la división de un peronismo, que en ese entonces seguía a Sergio Massa con proyecto propio, sino por la conclusión de una incorporación de sus votantes en una combinación unificada entre sectores de los grupos de menores recursos y los sobrevivientes históricos del voto no peronista. Es decir, no dependería de factores de organización de la oferta política, sino de un accionar de apertura propio. Esto sigue siendo una novedad interesante.
En el caso de que una alianza electoral entre el PRO y La Libertad Avanza pudiera reencontrar intensiones en la Provincia de Buenos Aires, solo una victoria abultada podría ser lo imaginable, y probablemente, el mensaje de Adorni en su discurso victorioso tenga la especial intención de orientar el camino hacia ese éxito asegurado. Sobre esto hay antecedentes, ya que se parece más al gesto de invitar a una unión en la segunda vuelta de 2023, que a una creación ilusoria y repentina en una habitación del Hotel Libertador de las últimas horas del domingo. Con el tiempo, sus rivales empezarán a comprender sus repitencias, si es que en algún momento pueden mirarlo con ojos estratégicos y no con los manuales de aproximación sociológica de Jauretche. De cualquier manera, para la mayoría de ellos, salir de ahí, es casi imposible.
Los enemigos de Milei tienen la oportunidad de moverse de la bronca y pasar a la estrategia y la comprensión, pero parece que este tiempo no ha sucedido aún. Deberían pensar en Milei no solo como quien piensa lo que piensa, sino como aquel que sabe que decirlo, en ciertos contextos, podría ser redituable. La oposición no produce una acción semejante, aunque semánticamente opuesta, sino que invita a que la indignación personal, sea un motor de cambio imitable por una masa de votantes que siente por ellos ya poco respeto. Santoro con un spot desarmaba la motosierra como en gesto empático contra lo que su campaña denominaba como “crueldad”; pero sin que pareciera analizar que sus votantes encuentran allí casi un equivalente funcional de la justicia social que su anterior partido de identificación ya no les puede ofrecer. Solo el mensaje contra la casta es suficiente para hacer de la crueldad un sentido opuesto en otros; por ejemplo, el peronismo y su comodidad en el poder.
Este tiempo deberá asumirse como todavía en desarrollo y favorable a Milei y sus equipos. Todo proceso político tiene sus tiempos y en ocasiones no se trata de cambiarlo, sino de asumirlo con respeto, ya que por ese tiempo, este es el impone las reglas del juego. La sorpresa solo aplica al que no quiere ver, y ya van dos años para muchos de ellos.
Por Luis Costa * Sociólogo. / Perfil







